Nadie habia ofrecido una copa a Kincaid, aunque aferraban las suyas como talismanes protectores, asi que respondio a Frazer por encima del hombro y se fue a servir un whisky.

– Miren, yo no se mucho mas que ustedes. Esta manana lo he encontrado por puro azar.

– Si, si, diga usted lo que quiera -repuso Eddie Lyle, malicioso-, pero a usted no lo han sometido a…

– He tenido que declarar igual que usted, firmar y jurar -lo interrumpio Kincaid, al unirse a ellos, tomando un sorbo de su whisky. No habia ningun whisky de malta en el bar y aquella era una mezcla aspera que le quemo la garganta.

Kincaid advirtio que Patrick Rennie no habia hablado todavia, aunque seguia la conversacion con interes. Observa por donde van los tiros con la prudencia de un politico, se dijo Kincaid. El hombre parecia mas humano que la noche antes, con un jersey y unos pantalones de pana, ligeramente despeinado el cabello rubio, pero Kincaid no supo ver hasta que punto la imagen era construida o natural.

Rennie se propuso ahora como mediador:

– Yo estoy seguro de que el senor Kincaid ha tenido un dia tan duro como todos y que no tiene ningunas ganas de trabajar en vacaciones. Creo que hemos sido un poco injustos.

– Gracias.

Kincaid busco su mirada y sorprendio una chispa de humor. Sin duda Rennie era un hombre listo, tal vez no se tomara tan en serio, a fin de cuentas. En los ojos de Marta, la mujer de Rennie, no hubo brillo de entendimiento. Lo observaba sin sonreir, sin captar en absoluto la mirada entre los dos hombres. Kincaid percibio cierta tension entre los conyuges, pero, en realidad, a no ser que su imaginacion hiperactiva estuviera de nuevo jugandole malas pasadas, habia pequenos choques y corrientes de desasosiego entre ellos, mas de lo que corresponderia al malestar posterior a la muerte de Sebastian.

– ?Como estan los ninos? -Kincaid se volvio a John Hunsinger, un poco apartado del grupo, como la noche antes.

– Mas sobreexcitados que preocupados, al menos hoy. A ver que suenos tienen. -La voz de Hunsinger era profunda y aspera, como si la usara poco-. Nos han dicho que…

– Ha sido muy amable con ellos -intervino Maureen-, los ha conquistado. Lo peor es que ni nos dimos cuenta de que habian salido. Podian haber…

– ?Donde estan? -pregunto Kincaid.

– Emma MacKenzie los ha llevado a dar un paseo por el campo. A ver pajaros. ?Se lo puede creer? Por lo visto, se han hecho amigos esta manana.

El grupo se iba disolviendo y conversaban desordenadamente, ahora que habian apartado la atencion de Kincaid. Janet Lyle seguia a su lado, meciendo la copa en silencio, mientras Eddie importunaba a Marta Rennie.

– No se me ocurre por que no se han tomado precauciones para evitar situaciones de este tipo. Si fuera un lugar bien administrado… -miro de reojo a Cassie-, estas cosas no ocurririan.

Kincaid resistio a la tentacion de preguntarle como podria haberse evitado, pero se volvio a Janet.

– Janet, ustedes tienen hijos, ?verdad?

Ella se ruborizo y hablo con un rastro de la animacion que habia mostrado por la tarde.

– Tenemos una hija, Chloe. -En respuesta a la mirada interrogante (el se habia esperado una Cindy o una Jennifer), Janet anadio-: Eddie le puso ese nombre. Queria que fuera culta, asi que le puso un nombre que encajara.

– ?Y ha funcionado? -pregunto Kincaid.

Janet desvio la vista hacia Eddie, que se habia alejado con Marta hacia el bar.

– No lo suficiente. -Rio-. Es una adolescente tipica, pero su padre no quiere entenderlo. Chloe tiene la edad de Angela Frazer, pero esta en un pensionado y Angela… esta de vacaciones, segun tengo entendido. -Janet guardo silencio y su energia se disipo al instante.

Kincaid apuro el vaso. El ambiente de la estancia estaba cargado. El sol de tarde entraba de lleno por los ventanales y las colillas atestaban los ceniceros. Hasta Maureen parecia vencida por la atmosfera, y no se inmiscuia en las conversaciones como solia. El orden, penso Kincaid, los ceniceros vacios y las revistas bien puestas, ese era el toque de Sebastian, las pequenas gotas de grasa que permitian que el engranaje rodase suavemente.

* * *

Kincaid se cambio a una velocidad record, incluso para el, que estaba acostumbrado a que lo llamaran en momentos inoportunos. Se metio la corbata en el bolsillo de la chaqueta de tweed, cerro la puerta de su habitacion tras de si y bajo corriendo las escaleras. Salio al fresco del patio con sensacion de alivio.

En cuanto el morro del Midget asomo por la verja, Kincaid vio que Hannah volvia a pie del pueblo con paso resuelto. La espero, al darse cuenta de que se dirigia directamente hacia el. Llevaba una larga chaqueta de punto de Aran, y el ultimo rayo de sol iluminaba el casquete negro de su cabello. Cuando llego al coche, abrio la portezuela y entro sin mirarlo, sin decir nada. Kincaid se alejo un kilometro y aparco en la cuneta.

– Nos han interrogado, Duncan -dijo, en el silencio repentino que dejo el motor al apagarse, con expresion alterada-. Uno a uno, en el despacho de Cassie. Me han preguntado si estaba con usted anoche para corroborar su declaracion. Parecian dar por descontado que yo sabia que era policia, y Nash, el gordo ese, ha insinuado… de todo. -Entonces lo miro, sonrojandose mientras hablaba-. ?Se da cuenta de como me he sentido? ?Policia?, he preguntado, como una imbecil. ?Por que me mintio, Duncan?

Kincaid quiso ganar tiempo para ordenar sus ideas.

– Ese simpatico de Nash es un perfecto imbecil. Estoy seguro de que siempre interroga asi, intenta que la persona se sienta… -vacilo al escoger la palabra- incomoda.

– Si quiere decir «sospechosa», digalo. Conmigo no se ande con chiquitas. Ademas, creo que el inspector jefe Nash ha dicho que ha sido suicidio.

– Es la version oficial -dijo el, despacio-. Pero tiene que hacer verificaciones.

Kincaid se giro para verle mejor la cara a la luz escasa.

– Pero… yo creia que eramos uno la coartada del otro.

– La alta temperatura del agua dificultara establecer exactamente la hora de la muerte. Pero personalmente creo que cuando nosotros llegamos anoche al jardin, el ya habia muerto. Pienselo. Iria a la piscina tras acabar sus tareas y antes de acostarse, no demasiado tarde, a eso de las diez o las once.

Hannah habia palidecido.

– ?Antes de acostarse? Usted no cree… que se haya suicidado, ?verdad?

– No lo creo posible, no.

– Dios mio. ?O sea que alguien… mato a Sebastian mientras nosotros charlabamos ahi fuera? Y yo estaba diciendo tonterias…

– Probablemente.

– Todo suena tan estupido e inconsecuente.

Se retiro el cabello de la frente con los dedos y se hundio un poco en el asiento.

– No podiamos saberlo. Y la vida no es trivial o inconsecuente. Si las cosas que nos pasan cada dia no fueran importantes, la muerte de nadie, incluida la de Sebastian, no nos afectaria.

– ?Podriamos haber hecho algo, podriamos haberlo ayudado, de haberlo sabido?

Kincaid le tomo la mano entre las suyas, con la palma hacia arriba, como leyendo la bienaventuranza.

– Lo dudo. El shock debio ser masivo. Probablemente el corazon se le paro al instante. Una reanimacion inmediata podria haberlo salvado, pero no podemos tener la certeza.

Ella se aparto de el, y su voz sono dura, en la oscuridad casi completa.

– Claro, usted sabe de eso. Es un experto. Pero todavia no me ha contestado.

El suspiro y desvio la mirada, a traves del parabrisas sucio, hacia las borrosas formas del paramo.

– No era mi proposito enganarla. Solo queria dejar de lado mi trabajo unos dias. Que me valoraran por mi mismo, por una vez. Tenia que haberlos oido, hace un rato, en la sala. No sabian si escupirme y gritarme por ocultarles algo o halagarme y sonsacarme informacion. -Sonrio-. No volveran a verme nunca mas como una persona normal y corriente. A partir de ahora soy un espia en territorio enemigo. Debio ocurrirseme que no funcionaria. Mi trabajo no se puede ocultar tan facilmente.

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