Ya no podia demorarse mas. Llevaba mucho rato probando bollos y mermelada de fresa, habia bebido tanto te que bastaria para empapar un caballo, y era objeto de las miradas de preocupacion de la simpatica camarera. Pago la cuenta y retiro el Midget del aparcamiento publico, al otro lado de la plaza. Con la capota bajada para aprovechar el sol, emprendio la lenta vuelta a Followdale House.
La casa parecia sumida en el silencio, cerrada a cal y canto. Tras aparcar el coche y encaminarse hacia la puerta, distinguio una figura acurrucada junto a las escaleras.
Angela Frazer no llevaba sus ojos oscuros maquillados, estaban enrojecidos e hinchada la piel alrededor. Hasta el cabello de punta, con reflejos violetas, parecia apagado. Miro a Kincaid sin decir nada. Cuando este llego a las escaleras, se sento a unos pasos de distancia, la saludo y fijo la mirada en el camino, en un silencio que espero que fuera neutro. Con el rabillo del ojo, la vio jugar con los dedos y las hebras de sus tejanos rotos; sus pies, calzados con unas sucias zapatillas blancas de lona, parecian ridiculos de tan pequenos. Al cabo de un rato, con apenas un susurro, pregunto:
– A ti te caia bien, ?verdad?
– Si. -Aguardo, poniendo cuidado en no mirarla.
– Dijo que era usted un buen tio. -Ahora hablaba con mas claridad, mas fuerza-. Muy buen tio. No como los demas.
– ?Eso dijo? Me alegro.
– A ellos no les importa. A ninguno. Mi padre es un animal, ha dicho: «Un buen fin para un maricon». Todos andan diciendo… -Su voz vacilo y el se atrevio a mirarla de reojo, conteniendo el impulso de tocarla. Ella no lo miro, cruzo los brazos sobre su vientre y hundio los hombros en una postura de erizo-. Andan diciendo que se ha suicidado. Pero yo no me lo creo. Sebastian no lo hubiera hecho.
Se inclino todavia mas y apoyo la cara en las rodillas dobladas.
Dios mio, penso Kincaid, que podria decirle a aquella nina que no la hiciera sentir peor. ?Estaria teniendo en cuenta las implicaciones de sus palabras? ?Que si Sebastian no se habia suicidado, alguien que ella conocia, y posiblemente que apreciaba, lo habia matado? Kincaid penso que no. Probablemente no le habian explicado todo y no podia saber que la muerte de Sebastian no habia sido un accidente.
– Bueno -dijo, para ganar tiempo-, no se nada definitivo todavia. Habra pruebas que digan exactamente como ha muerto Sebastian.
– Nunca habia muerto un conocido mio. Aparte de mi abuela, y llevaba mucho tiempo sin verla. -Las palabras de Angela quedaron ahogadas por sus rodillas-. No me dejaran verlo. Mi padre me ha dicho que no sea estupida. Pero es que no puedo creer que haya muerto. Desaparecido, asi, de golpe. Me hubiera gustado despedirme.
– A veces, ayuda ver a la persona muerta. Aceptar que se va. Creo que por eso el feretro en el funeral esta abierto, pero cuando arreglan y visten a los muertos les hacen perder todo parecido con la persona que fueron. En cierto modo es peor.
Angela reflexiono.
– Pues no me gustaria ver a Sebastian asi, aunque me dejaran. Prefiero recordarlo como era.
– Yo en tu lugar -le dijo Kincaid, despacio-, le haria una despedida personal. Haz algo que sepas que le gustaba. Ve a algun sitio que le gustara, o haz algo que hicierais juntos.
Angela levanto la cabeza, con la expresion iluminada.
– Si.
– Angela -dijo Kincaid, sondeandola con cuidado-, anoche viste a Sebastian, ?verdad?
– En el coctel. Cuando me hablo de usted. Pero no pudo hablar con usted, estaba muy ocupado con ellos. - Puso el enfasis en la ultima palabra, y el entendio que la categoria incluia a casi todos los adultos.
– ?Lo notaste diferente de lo normal?
– ?Quiere decir deprimido? No. -Angela arrugo la frente en una concentracion repentina-. Pero salio unos minutos, y cuando volvio parecia como… excitado. Tenia esa mirada suya, como de gato que se ha comido un canario. Satisfecho consigo mismo. Pero no dijo nada. Cuando le pregunte, me dijo: «A ti que te importa, pequenaja», para picarme, como hacia siempre.
– ?Lo viste despues del coctel?
– No, mi padre me llevo a York, a un restaurante elegante. Pero estaba tan enfadado que fue horrible. Discutimos muchisimo en el camino de vuelta.
– ?Tu padre volvio a salir?
– No. Bueno, no creo. Me encerre en el bano durante horas, estaba rabiosa. Me acoste en el suelo, y cuando me desperte estaba en la cama, durmiendo.
– ?Y sobre que fue esa discusion tan terrible? -Kincaid hizo la pregunta con ligereza, casi en broma, con miedo de estropear la confianza recien adquirida.
– Bueno, sobre mi madre. Sobre mi. No soporta como me visto, mi pelo, mi maquillaje. Dijo que anoche en el coctel de las narices parecia un monigote y que lo avergonzaba. Me alegro. El tambien me averguenza a mi muchas veces, con… -se interrumpio, dejo caer la cabeza y se retorcio los dedos, incomoda.
Llegaron voces por la puerta cerrada de roble, a sus espaldas, seguidas por una explosion de risas.
– Ahi viene mi padre. -Angela se incorporo, atenta, como una liebre a punto de escapar-. Mas vale que…
– Tranquila. Es mejor que me vaya yo, Angela -le dijo Kincaid, mientras ella se dirigia hacia la puerta, y ella se volvio-. Sebastian le tenia mucho aprecio. Me lo dijo tambien anoche, antes de la fiesta.
– Ya lo se. -Le sonrio, y el entendio lo que Sebastian habia percibido, astutamente escondido bajo su actitud hosca: una pizca de dulzura-. ?Puedo llamarle Duncan? Senor Kincaid suena a mayor…
Ahora habia un asomo de flirteo en su sonrisa y en sus ojos oscuros, que lo miraban por debajo de las pestanas. Kincaid se dio cuenta de que tenia que evitar provocarla, porque era ya casi una adulta.
– Claro. Adios.
– Adios.
Ella se escabullo hacia el interior y el aguardo un instante antes de seguirla. Tenia la sensacion de que Angela preferia mantener en secreto la conversacion entre ellos dos, y a el le convenia.
La voz campechana de Graham Frazer le dio la bienvenida cuando entro en el salon.
– Hombre, nuestro agente secreto.
Kincaid empezaba a compartir algo de la antipatia que Sebastian tuviera por Frazer.
No habia sombra de Angela. El circulo de rostros que se volvio hacia el era una parodia de la inocente reunion social de la noche antes. Faltaba Hannah, y tampoco estaban Emma y Penny McKenzie, pero los demas formaban un escudo hostil.
– Senor Kincaid -dijo Maureen Hunsinger, dirigiendose a el con todo el despecho de un nino dolido-, nos ha enganado usted.
Cassie, que parecia haber dejado momentaneamente su liderazgo para hacer coro con el rebano, intervino.
– Esta lleno de sorpresas, nuestro detective, el comisario Kincaid. intimo de la policia local, el salvador que acude al rescate, un verdadero heroe. Lastima que sea tarde para el pobre Sebastian. -Hablaba con voz ligera y burlona. Habia recobrado el dominio de si, borrando completamente el descontrol de aquella manana.
Peinada y maquillada a la perfeccion, vestia un conjunto color teja con falda y blusa a juego de una tela mate, con un entramado de lineas marrones sobre el fondo.
– No soporto que nos traten como a vulgares delincuentes, que nos encierren y nos interroguen. Y nos tomen las huellas dactilares. Que desagradable. -Eddie Lyle parecia agraviado, como si el unico proposito de la muerte de Sebastian hubiera sido incomodarlo a el.
– No tiene usted idea de lo que ha sido… -empezo Maureen, pero luego se sonrojo, recordando que Kincaid sabia exactamente como habia sido.
– ?Que han averiguado? Sus amigos han dicho que tenemos que estar localizables hasta que se establezca la causa de la muerte. Menudo infierno de vacaciones -dijo Graham Frazer, sin dar ninguna muestra de lo que en realidad pensaba detras de su rostro plano y ancho. Pero su voz era menos agresiva.