y una taza de te, y se apoyo en la barandilla, masticando y pensando en el dia que le esperaba. Se dio cuenta de que su entusiasmo de turista se habia apagado. Todos sus planes parecian poco inspirados, un reflejo del dia, nublado y soso. Ni siquiera le satisfizo la idea de pasear solo por el campo, una perspectiva que le parecio esplendida dos dias antes.
Su conciencia lo atormentaba. Tantos suenos sobre cosas dejadas a medias, o no hechas al debido tiempo. El subconsciente le estaba lanzando dardos venenosos, y debia calmarlo de alguna forma. Una actuacion oficial era dificil, pero sentia la necesidad de dar algun paso firme.
Visitaria a la madre de Sebastian para darle el pesame. Una costumbre pasada de moda, tradicional, a menudo una mera formalidad; pero al menos le daria la sensacion de que la muerte de Sebastian no habia pasado desapercibida.
Cassie tendria la direccion.
Cuando Kincaid cerro su habitacion con llave y se dio la vuelta, se encontro con Penny MacKenzie esperando vacilante en el pasillo. Iba vestida con pantalones anchos, jersey y zapatos de cordones para caminar, y parecia en cierta medida menguada, como si hubiera ocultado buena parte de su personalidad junto con su vestimenta mas excentrica. Era una senora de mediana edad, tal vez fragil, pero corriente. Le faltaba su entusiasmo habitual, advirtio Kincaid, su vivacidad remplazada por una actitud vacilante.
– Buenos dias, senora MacKenzie.
– Ah, senor Kincaid. Esperaba que… Es decir, pensaba que estaria usted… Y le he esperado… -Se quedo sin palabras y permanecio en silencio, mirandolo desamparada.
– ?Queria hablar conmigo?
– No queria hablar con ese hombre, el inspector Nash, porque si resultara que no es nada importante me sentiria como una tonta. Y he pensado que usted podria… Es que no queria que Emma se enterara… Yo le dije al inspector Nash que estaba dormida, pero no era verdad del todo. Emma se preocupa mucho cuando se me olvidan las cosas, asi que espere a que se durmiera…
– ?Se le habia olvidado algo? -Kincaid se apoyo en la pared, paciente y relajado, adoptando una actitud profesional. Procuro no meterle prisa.
– Mi bolso. En la sala. Me lo pase muy bien en el coctel. Me tome un jerez. No suelo beber, habra sido eso lo que me hizo despistarme…
La voz de Penny volvio a arrastrarse, y Kincaid acudio en su ayuda.
– ?Salio a buscarlo cuando Emma se durmio?
– Espere a oir sus ronquidos. Despues, no se despierta nunca. -Esbozo brevemente una sonrisa traviesa-. La casa estaba en silencio. Me dio un poco de… miedo. Un lugar desconocido, y a oscuras. No me esperaba… -se interrumpio, y su serenidad momentanea se desvanecio tan rapido como habia llegado-. Probablemente no significa nada. No soportaria causar dolor a nadie. En realidad, creo que deberia hablar…
– ?Penny, estas aqui, te he estado buscando por todas partes! -Emma MacKenzie asomo la cabeza, seguida del cuerpo, por las escaleras, y subio resoplando los ultimos peldanos-. ?Donde te habias metido?
– Solo queria hablar un momento con el senor Kincaid, Emma.
Penny se ruborizo, justificandose, pero Kincaid percibio en ella un ligero alivio. Solto un juramento por lo bajo. Ahora no le sonsacaria nada mas, fuera lo que fuera lo que queria decirle, deberia esperar.
– La senorita MacKenzie me estaba aconsejando lo que tengo que ver…
– Por favor, deja en paz al senor Kincaid y ven conmigo o nos perderemos los mejores pajaros del dia. Ya se ha hecho tarde. -Emma se volvio, murmurando, mientras bajaba las escaleras-, toda la manana perdida…
Kincaid hizo un guino a Penny a espaldas de Emma mientras los dos la seguian, obedientes.
Cassie no daba la impresion de haber dormido mal aquella noche. La encontro en su despacho, serena en medio del desorden, descansada, pulcra y tan satisfecha de si misma que solo le faltaba ronronear. Le dirigio una sonrisa radiante y lo trato por su grado, como dandole a entender que no iban a entrar en grandes intimidades.
– ?Que puedo hacer por usted, comisario?
– ?Ha dormido bien, Cassie? -Ella se limito a sonreir y aguardo, como si esperara algo mejor de el-. Se me ha ocurrido que me podia dar la direccion de Sebastian.
– ?Hace de buen samaritano? -se burlo Cassie.
– Alguien tiene que hacerlo. Me dijo usted que vivia con su madre. ?Y su padre? -Kincaid se apoyo en el borde de la mesa, rozando con los dedos los papeles desperdigados. Se inclino hacia delante, acortando la distancia que ella habia puesto deliberadamente.
– Murio hace anos, al menos eso ha dicho siempre. Su madre lo crio sola.
Cassie cruzo los brazos sobre el pecho y echo la cabeza hacia atras para mirarlo.
– Cassie, ?vio a Sebastian despues del coctel? Antes parecia estar perfectamente.
– Me retire a mi casa a eso de las diez. El estaba arreglando la sala y dijo que cerraria, como hace siempre. Le gustaba hacerse el senor, merodear por la casa de noche, retocandolo todo. Ademas, anoche iba a usar el jacuzzi. Si se hubiera marchado, yo habria oido la moto, la aparcaba al lado de los chalets.-Cassie parecia hablar mas para si que para Kincaid, con voz tranquila y con una pizca de lo que podia ser lastima-. No recuerdo haberla oido, pero entonces ni me di cuenta.
– ?Y vio u oyo algo mas despues de marcharse?
– No me interrogue, comisario -dijo Cassie, molesta-. Su inspector Nash ya lo ha hecho de sobras.
Hojeo un bloc que estaba sobre el escritorio y apunto algo en un papelito.
– Aqui tiene la direccion. Y ahora, si no le importa, tengo trabajo.
Lo habia estropeado. Cassie habia vuelto a ponerse la armadura.
Eddie Lyle estaba sentado en la butaca del salon, con el periodico extendido sobre el regazo.
Kincaid, al volver del despacho de Cassie, se detuvo en el umbral. ?Podria bastar con un gesto de saludo? Su vacilacion jugo en su contra. Lyle levanto la vista.
– Senor Kincaid -dijo, agitando el periodico-, hemos salido en la prensa local de esta manana. Espero que no llegue a la nacional. No quiero que mi hija se preocupe leyendo un articulo sensacionalista.
Sin saber si marcharse o detenerse, y sin ganas de comprometerse a una conversacion larga, Kincaid se acerco al sofa que estaba frente a Lyle y se inclino por encima del redondeado respaldo de terciopelo. Los botones se le clavaron en el muslo.
– ?Su hija tiene la edad de Angela Frazer?
– Si, quince anos, pero…
– A esta edad no suelen leer la prensa, senor Lyle. Yo no me preocuparia.
– Chloe no tiene nada que ver con Angela Frazer, senor Kincaid. Es muy buena estudiante, y siempre la he animado a que se mantenga al tanto de lo que pasa en el mundo.
– ?Vive en un internado?
– Si, pero esta cerca y viene casi todos los fines de semana. -Lyle se quito las gafas y se pinzo el puente de la nariz con el indice y el pulgar-. Quiero que mi hija tenga todo a favor, senor Kincaid. Que no deba luchar por conseguir las cosas como tuve que hacer yo.
Lyle le parecio casi soportable, ahora que no hacia ostentacion de sus quejas, y Kincaid se contuvo de decir que los hijos no solian valorar positivamente que sus padres les dieran las facilidades que les faltaron a ellos, pues creian que este era su deber.
Con todo, a Lyle debia de haberle ido bien: una hija en un internado, ropa cara, aunque poco favorecedora, y una multipropiedad no eran cosas baratas.
– Segun tengo entendido, usted ha sido militar…