luego se dejo caer sobre la mesa.

No lo puedo creer, ?que va a ser de Theo y de mi?

7

Gemma se sento junto a la mesa de la cocina, envuelta en el viejo albornoz de Rob. Era del color de el, no el de ella, el color vino la hacia mas pelirroja. Sabia que deberia tirarlo, o darlo a Oxfam, junto con los demas cachivaches de su vida matrimonial que se amontonaban en la casa, pero a veces, si se presionaba la tela del albornoz contra la cara, le parecia que todavia desprendia el olor de Rob.

?Maldita tonta!, se dijo en voz alta. ?Acaso le habia dejado algo Rob para que quisiera recordarlo? Le sorprendia seguir anorando su presencia fisica, no solo el sexo -aunque este habia sido muy escaso desde que, hacia dos anos, llego a casa y encontro que las cosas de Rob no estaban y una nota suya en la mesa de la cocina-, sino tambien una caricia rapida, una mano en el cabello, y tener algo mas que una botella de agua caliente para calentarse los pies por la noche. El trabajo y los cuidados de Toby no le dejaban mucho tiempo para salir y conocer a nadie.

Pensar en Toby le hizo volver la atencion hacia la pila desordenada de facturas que tenia delante, en la mesa de la cocina. Gemma se levanto a servirse mas cafe y envolvio con las manos el tazon desportillado, un recuerdo de su luna de miel en Inverness. Eran casi las nueve de la manana del domingo y Toby no se habia levantado. La visita de anoche a sus padres lo habia dejado agotado; los tres salvajes hijos de su hermana lo habian puesto como una moto y Gemma se lo habia llevado al coche pataleando y chillando, para que, a los pocos minutos, se durmiera en medio de un grito.

Volvio a contemplar las facturas, luego se llevo el tazon a la puerta trasera y se asomo al jardin. El triciclo de plastico de Toby estaba volcado en un charco de barro. Rob llevaba tres meses sin mandar su cheque de la pension alimenticia, y las facturas de la guarderia de Toby empezaban a exceder su presupuesto. La hipoteca de la casa era exorbitante, y pagaba una canguro para Toby cuando trabajaba horas extras. La ultima vez que habia llamado a Rob la linea estaba desconectada, y cuando comprobo su direccion, descubrio que se habia mudado sin dejar otra direccion. El concesionario para el que trabajaba como vendedor le dio la misma version, se habia despedido y se habia esfumado.

Gemma sentia el panico acechando sus pensamientos, dispuesto a saltar sobre ella en cuanto bajara la guardia. Habia puesto tanto orgullo en su autosuficiencia que habia hecho caso omiso de la aportacion de Rob, pues no encajaba con la imagen de supermama que se habia forjado sobre si misma. Ahora sufria las consecuencias. Se practica, se dijo, mira las opciones. Vender la casa y encontrar una situacion menos cara para Toby no significaba el fin del mundo, pero aun asi notaba el peso del fracaso como una piedra sobre su pecho.

El timbre del telefono de la cocina la saco de golpe de su abatimiento. Dejo el cafe en la encimera y levanto el auricular del supletorio, esperando no despertar a Toby.

– ?Gemma? Ya se que llamarte dos mananas seguidas es una verdadera lata, pero queria saber si te apetece acompanarme hoy a hacer un par de visitas.

Esta otra llamada de Kincaid a primera hora de la manana no la sorprendio, ni tampoco su voz «no oficial», con un deje de vacilacion que nunca tenia en el trabajo.

– ?Nada oficial? -pregunto.

– Bueno, al menos hasta manana, pero tengo el resultado de la autopsia: sobredosis de morfina.

Gemma cogio el tazon y dio un sorbo al cafe tibio. Asi que tenia razon, al menos en eso, y ella se habia equivocado al pensar que la proximidad de el con la situacion podria haber nublado su entendimiento.

– Sigues pensando que hago una montana de un grano de arena -dijo el ante su silencio, y Gemma noto una nota divertida en su voz.

– ?En quien estas pensando?

– En Felicity Howarth, la enfermera de Jasmine, en Kew. Y en su hermano Theo, en Surrey. Hace un dia precioso para dar un paseo en coche -anadio, con la intencion de tentarla.

– Mami.

Toby habia entrado silenciosamente en la cocina descalzo, despeinado y sonoliento, sujeto a su sabana.

– Ven, carino. -Gemma se arrodillo y lo abrazo.

– ?Como? -pregunto Kincaid, perplejo.

Gemma se echo a reir.

– Es Toby, se acaba de levantar.

Aquella no era una excursion apropiada para Toby; deberia pedir a su madre que se quedara con el, y luego su conciencia le reprocharia haberlo descuidado.

– ?Gemma?

– Tengo que ver que hago con Toby.

– Te recojo yo. ?A que hora?

– No. -Kincaid nunca habia estado en su casa, y despues de ver su piso el dia antes se sentia todavia mas reacia-. Es que… -anadio, dandose cuenta de que habia sido muy brusca- tengo que llevar a Toby a casa de mi madre y de paso voy a buscarte yo.

Colgaron, y Gemma aprecio el tacto de Kincaid al no recordarle que para llevar a Toby a Leyton High Street era dificilmente necesario que pasara por Hampstead.

***

Por lo visto, Kew habia tentado a buena parte de la poblacion londinense para iniciar los ritos de primavera. Gemma, sentada al lado de Kincaid en el MG con la cara vuelta al sol, se incluia en la observacion. Tenia que recordarse continuamente que no estaba alli por su gusto, y hacia un esfuerzo por mantener los ojos en la carretera y no en el perfil de Kincaid. Normalmente preferia conducir ella, pero cuando habia llegado al piso de Hampstead, el habia insistido en que dejara el coche y la habia hecho subir a toda prisa al Midget mientras le decia:

– Relajate, Gemma, al fin y al cabo, es tu dia libre.

Ella habia cedido sin mucha dificultad.

Dieron la vuelta a Kew Green, buscando sitio entre el trafico. Las carreteras que llevaban a Kew Gardens y al rio estaban abarrotadas de coches, pero en cuanto llegaron al extremo sur, dejaron lo peor del embotellamiento a sus espaldas. Se dirigieron al sudeste por las calles laterales hacia la direccion de Felicity Howarth, mientras pasaban delante de grandes casas con jardin, luego casas adosadas menos elegantes, y al final un callejon de bloques de pisos. Las aceras estaban llenas de basura sin recoger, y las casas daban impresion de suciedad, como si sus propietarios hubieran renunciado a esforzarse.

Gemma miro a Kincaid, sorprendida.

– ?Es una enfermera particular? ?Tienes la direccion correcta?

El arqueo las cejas y se encogio de hombros.

– Vamos a ver.

La planta baja de Felicity Howarth, al contrario que la de muchos de sus vecinos, daba muestras de cierto cuidado. Las escaleras estaban barridas, la puerta pintada de un verde oscuro brillante y el llamador de bronce lustrado. Kincaid llamo al timbre y al cabo de unos minutos Felicity abrio la puerta.

Miro a Kincaid como si no supiera situarlo, luego su rostro se ilumino.

– ?Senor Kincaid!

Gemma, que se esperaba por la descripcion de Kincaid a una modelo elegante y uniformada de eficiencia almidonada, vio alterada su percepcion. Aunque la altura y los colores de Felicity podian resultar llamativos en otras circunstancias, ahora no estaba en su mejor momento. Llevaba un chandal gastado, iba sin maquillaje, tenia una mancha de suciedad en la frente, y Gemma penso que parecia cansada y no especialmente contenta de verlos.

– Estaba trabajando en el jardin -dijo, a modo de disculpa mientras se ensuciaba mas la frente en un intento

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