– ?Hoy no hay nada? -pregunto Kincaid.
– Mi mujer se toma el domingo libre. Tortas saladas y rollos de salchicha, o huevos, si quieren.
Kincaid sacudio la cabeza.
– ?Recuerda a que hora se marcho Theo Dent el jueves?
El propietario se rasco la cabeza.
– A eso de las siete, creo. No paso nada especial. A veces se toma otra media de sidra, si hay partida de dardos o gente.
– ?Se lleva bien con la gente de aqui? -pregunto Kincaid con cierta sorpresa.
– Bueno, no diria eso exactamente, pero es simpatico. Un poco timido, prefiere mirar que jugar, ya me entiende.
– ?Tiene idea de adonde fue al salir de aqui?
El propietario se echo a reir.
– ?En Abinger Hammer? No hay mucha eleccion. Y no tiene coche. Se iria a casa, que yo sepa.
– Gracias.
Kincaid apuro la cerveza y miro a Gemma.
– ?Satisfecho? -pregunto ella, acida.
– Todavia no -sonrio el-. Falta una mision de reconocimiento en el videoclub.
Videoclub resulto ser una descripcion exagerada: quiosco, oficina de correos y alquiler de videos, todo en un espacio del tamano del cuarto de bano de Kincaid. La joven que estaba detras del mostrador mascaba chicle despacio mientras pensaba en la pregunta de Kincaid y contribuia asi a un desafortunado parecido bovino.
Poco a poco, conto los dias con los dedos.
– Si, llego
–
– A primera hora -dijo la chica, asombrada.
– Gracias.
– Espero que no te atrevas a darle importancia -le dijo Gemma con una mirada asesina mientras subian al coche-. A mucha gente le encanta esa pelicula y no va por ahi envenenando a sus parientes.
Kincaid reconocio que le parecia dificil que Theo hubiera ido a Londres a escondidas, asesinado a su hermana, y vuelto a casa a tiempo para ver un video tan esperado. Lo meditaba mientras conducia e imaginaba varios guiones improbables.
Para cuando llegaron a Hampstead no habia dado con nada mucho mas definitivo que la determinacion de descubrir si Theo estaba tan poco al tanto de los asuntos de Jasmine como decia. Iria a ver al abogado de Jasmine enseguida.
Kincaid no pudo convencer a Gemma de que se quedara cuando llegaron a su piso en Hampstead, no la tento ni siquiera una invitacion a tomar una copa en el balcon. En el camino de vuelta de Surrey habia estado impaciente, pendiente del reloj. Lo que habia empezado como un dia agradable se habia ido deteriorando, y Kincaid tuvo la sensacion de que le habia fallado en alguna expectativa desconocida.
Tal vez ella siguiera enfadada con el por haber intimidado a Theo, y la verdad es que algo de razon tenia. Solo habia querido sacarle informacion, pero el desamparo del hombre le hizo sentir torpe e inadecuado, y eso a su vez lo irrito.
Kincaid abrio la puerta del coche de Gemma y la cerro una vez ella hubo entrado. Se quedo en pie, con las manos descansando en el borde del cristal bajado, y ella tuvo que torcer la cabeza para mirarlo.
– Gracias por venir, Gemma.
– Pues no te he ayudado mucho. -Ella le devolvio la sonrisa y puso el motor en marcha-. Por cierto, no te olvides de cuidar el gato -le dijo mientras se alejaba, pero Kincaid penso que tanto la sonrisa como la advertencia las hacia por pura forma.
Se tomo el recordatorio a pecho. Despues de sacar una cerveza y un monton de diarios intimos azules de su casa, fue sigiloso hasta la puerta de Jasmine. Sid, arrellanado en medio de la cama de hospital, se puso a ronronear cuando Kincaid entro en la estancia.
– Que contento de verme estas esta vez, ?no? -le dijo Kincaid-. O mas bien tienes hambre.
Echo comida de lata en un cuenco y lo dejo en el suelo. El gato se estiro lo suficiente para dejar que Kincaid le rascara tras las orejas antes de centrar toda su atencion en el cuenco.
Con la cerveza en la mano y los diarios bajo el brazo, Kincaid abrio la puerta acristalada y se sento en el escalon mas alto que daba al vacio jardin. Apoyado en la rampa, como habia hecho tantas veces Jasmine, se puso a leer.
8
El lunes amanecio frio y ventoso, de manera que se daba por acabado el tiempo idilico que habia acompanado la muerte de Jasmine. Kincaid se anudo la corbata y encogio los hombros dentro de la chaqueta de lana con un sentimiento de alivio y expectacion. Se miro al espejo del bano y esperaba encontrar alguna senal del paso lento del fin de semana, pero la mirada de sus ojos azules parecia corriente y sonolienta. Se peino por ultima vez y considero que ya estaba presentable. Hizo una pausa para recoger las llaves y la cartera, tiro al fregadero el cafe a medio terminar, y salio de casa.
Cogio el metro y salio en St. James Park. Tras unos minutos a pie se hundio en la fria sombra de acero y cemento que albergaba New Scotland Yard. Las aceras estaban vacias, excepto por los guardias uniformados que vigilaban delante de las puertas de cristal. El viento acumulaba basura en la cuneta; no era precisamente una vision consoladora, pero Kincaid se dijo que los arquitectos no pensaban en terminos piadosos. Saludo con un gesto al guardia y entro en el edificio.
El corto paseo le habia dado tiempo para preparar sus argumentos y fue directo a ver a su comisario jefe. La