– No eran mas que palabras, sargento, ya se lo he dicho. Meg no podria matar ni a un pajaro herido. Hay una profunda distancia entre planificar y ejecutar.
Se levanto y se estiro como un gato, luego se volvio a acomodar en el brazo del sofa.
– ?A que se dedica usted por las noches, senor Leveson-Gower?
Roger solto una risotada.
– ?Vaya, vaya! Parece que yo sea un chulo. ?Por que tanta indignacion, sargento?
Gemma noto que se le subian los colores. Le habia sonado ridiculo tambien a ella, pero aquel hombre le hacia disparar una bateria entera de defensas. Hizo una pausa para concentrarse en su tecnica de interrogatorio, le sonrio con dulzura y puso enfasis en la primera palabra.
– ?Es usted un chulo, senor Leveson-Gower?
– Nada tan atractivo, sargento, por mas que me pese. -Seguia divirtiendose-. Trabajo para clubes y discotecas: luces, equipos de sonido, esa clase de cosas. Esas horas son las mejores.
– ?Y hacia eso el jueves por la noche?
– Si, en un antro llamado El Angel Azul. -Roger levanto una ceja con una facilidad muy practicada-. ?Quiere usted la direccion? ?Y el nombre de mis companeros?
– Si no le importa.
Le dio una direccion de Hammersmith, y anadio:
– A Jimmy Dawson lo puede encontrar en la gasolinera junto a la rotonda de Shepherd's Bush. Nos quedamos por el bar hasta que termino el espectaculo.
– ?Que hora seria? -pregunto Gemma, con el boligrafo listo.
Roger se encogio de hombros:
– Ni idea; habia tomado varias cervezas, y no llevo reloj. -Tenia las mangas de la camisa remangadas casi hasta el codo, y tendio una muneca bronceada para que Gemma la examinara.
– ?Y luego?
– Vine a casa y me acoste, como un nino bueno.
Gemma no disimulo su escepticismo.
– ?Y ya esta? ?Puede su madre corroborarlo?
– No tengo la costumbre de anunciar a mi madre mis idas y venidas; ademas, si recuerdo bien, esa noche ella habia salido.
Bajo la respuesta suave y ligeramente condescendiente, Gemma percibio irritacion; asi pues, su punto debil era vivir en casa de su madre. Sacaria partido de ello.
– ?Tampoco se lo anuncio a Margaret? ?Ni siquiera por telefono?
– No, no tenemos ese tipo de relacion, sargento. -La condescendencia triunfo sobre su irritacion. El tono implicaba que Gemma era tonta si esperaba que el diera cuentas a nadie. Se levanto con la misma soltura que antes-. ?Esto es todo, sargento?
Gemma permanecio plantada en el sofa, con la libreta en la mano, determinada a no dejarle zanjar la entrevista.
– Senor Leveson-Gower, ?esta seguro de que no fue a Carlingford Road cuando salio del club esa noche? ?Que no fue a ver a Jasmine?
Roger sonrio y Gemma tuvo la desagradable sensacion de que se burlaba de ella.
– No, no he ido nunca a la casa de Carlingford Road. Nunca llegue a conocer a Jasmine Dent.
Jimmy Dawson llevaba el cabello recogido en una cola de caballo y aparentaba menos de treinta anos, pero ese era todo el parecido entre Dawson y su amigo Roger Leveson-Gower. El acento de Dawson hacia evidente que no habian ido a la misma escuela.
– ?Pero a quien se refiere? -pregunto con recelo cuando Gemma lo pesco de debajo de un coche en un area de reparaciones y se identifico.
– Roger Leveson-Gower.
– ?Ah!, a ese -dijo Dawson con desden, y Gemma noto que la tension desaparecia. El hizo un gesto hacia el despacho rodeado de cristal y ella lo siguio, agradecida cuando la puerta enmudecio el rugido de la rotonda de Shepherd's Bush. Dawson le senalo un sillon de cuero agrietado, se seco las manos en un trapo grasiento y encendio un Marlboro de un paquete que llevaba en el bolsillo de la camisa-. ?Y que ha hecho?
Gemma hizo caso omiso a la pregunta.
– ?Estuvo con usted el jueves por la noche, senor Dawson?
Dawson se apoyo en la mesa y exhalo humo por la nariz mientras lo pensaba.
– Si, y puedo decirle cuando se fue porque se las piro cuando le tocaba pagar una ronda.
– ?Que hora era?
– La banda hizo una pausa hacia las nueve… En fin, no mucho despues.
– ?Y le dijo adonde iba? -pregunto Gemma, sin muchas esperanzas. Aunque lo conocia muy poco, suponia que Roger no meteria la pata tan facilmente.
– No, le estabamos tomando el pelo acerca de su novia, pero no le estaba haciendo ninguna gracia.
– ?Conoce a Margaret? -pregunto Gemma, sorprendida.
Dawson se encogio de hombros.
– Es buena chica; a veces, la trae.
– ?Como lo conocio a el, Jimmy?… Si puedo llamarle Jimmy… -pregunto Gemma encontrando esta amistad cada vez menos probable.
– Yo toco en un grupo -sonrio Dawson al tiempo que ensenaba unos dientes que empezaban a amarillear por la nicotina, y a canturrear una melodia para guitarra de riff-. Y el trabaja para nosotros en algunos clubes.
– Entonces, no es que os conozcais muy bien…
– No, lo veo por ahi… Es un embaucador, nuestro Roger; siempre habla de lo que hara cuando tenga el dinero.
– ?El dinero?
– Si. -Jimmy Dawson tiro la colilla en el cenicero de metal que habia encima de la mesa, y el olor metalico penetro en la nariz de Gemma-. Cuando le llegue su dinero o algo asi.
10
El rancio rollito de queso le sento a Gemma fatal en la boca del estomago. Habia regresado a la jefatura justo a tiempo para intercambiar informacion con Kincaid y tomar algo en el bar.
Ahora, mientras maniobraba para aparcar el Escort en paralelo en un sitio demasiado pequeno y de que un taxi estuviera a punto de arrancarle el parachoques derecho, se arrepintio de no haber optado por un bocadillo. Mientras apagaba el motor y se tomaba un respiro, por su mente pasaron imagenes de almuerzos ociosos en cafeterias alegres. La voz de su madre le hablaba insistentemente al oido: «?Por que no buscas un trabajo agradable, carino? Con un poco de clase. Podrias ser secretaria de un abogado, o peluquera como tu hermana.»
Gemma sacudio la cabeza y salio del coche cerrando de un portazo tan fuerte que acallo cualquier otra amonestacion imaginaria. Se habia decidido por el rollito de queso rancio y gracias. Esquivo el trafico con mas imprudencia de lo normal, cruzo la calle y estudio la entrada de la oficina de Planificacion.
Su situacion cerca de Holland Park, la piedra blanca lustrosa y una puerta negra brillante le daban al edificio una imagen adecuada a su funcion. Gemma se ajusto el bolso al hombro y abrio la puerta. Se quedo un momento en el vestibulo. Mientras escuchaba, percibia el zumbido de un despacho lleno de gente, el murmullo de las voces y el leve repiqueteo de los dedos en los teclados. A su derecha habia una puerta abierta. La luz del ventanal frente a la calle iluminaba a la chica sentada detras de un escritorio sencillo. De no ser por el telefono pegado a su oreja, la chica parecia salida de un retrato de Whistler, toda vestida de blanco y con cabello oscuro sobre una piel blanca como la leche.