dedos.
– Senor Thomas -dijo, con cautela-. ?La poliza tenia una clausula de exclusion por suicidio?
Con el ceno fruncido, Thomas paso las paginas de la carpeta.
– Aqui esta. -Leyo por unos instantes, luego levanto la vista hacia Kincaid-. Si, una clausula de exclusion de dos anos, y la poliza cumplio dos anos el mes pasado.
Se miraron en silencio hasta que Thomas hablo, con voz angustiada.
– Sin duda, Jasmine no pudo haber planeado… No sabia que estaba enferma…
– Tal vez sentia que habia algo que no iba bien. -Los primeros sintomas persistentes, penso Kincaid, y el miedo antes de ir al medico. ?Theo sabia algo de la poliza?
Y Kincaid se pregunto: ?Sabia que tenia una clausula de exclusion?
9
De pequena, a Gemma le habia intrigado la imagen de St. John's Wood: era donde vivian las estrellas de la musica pop y las celebridades televisivas. El propio nombre, el Bosque de San Juan, tenia connotaciones legendarias, y le hacia pensar en arboles oscuros y arqueados y en casitas escondidas.
La realidad, como descubrio cuando se hizo mayor, fue muy decepcionante: casas corrientes de clase media alta en calles corrientes, rapidamente ocupadas por complejos de rascacielos de lujo. Encontro la direccion que le habia dado Margaret Bellamy a Kincaid por telefono y un aparcamiento no muy lejos.
El edificio, construido en piedra blanca con unas columnas pseudogriegas en la entrada, tenia buen aspecto, pero no estaba muy bien cuidado; de cerca, el encalado revelaba desconchados y vegetacion entre las grietas. Gemma llamo al timbre y se cerro bien el cardigan contra el viento mientras esperaba. El sonido hueco del timbre se extinguio y Gemma levanto de nuevo la mano para volver a llamar cuando oyo un taconeo sobre el duro suelo. La puerta se abrio y aparecio una mujer delgada de cabello rubio tenido y cortado a lo paje, vestida con un conjunto de tela vaquera blanco en cuya delantera habia un dibujo de estrellas en un trenzado dorado.
– ?Que quiere?
El pie de la mujer, embutido en un zapato dorado de tacon de aguja, empezo a tamborilear furiosamente.
Gemma, mientras apartaba las divagaciones sobre como podia nadie caminar con semejantes tacones sin estropearse para siempre la columna, devolvio la mirada al rostro de la mujer y sonrio, al tiempo que le mostraba su identificacion.
– Policia. Querria hacerle unas preguntas. -Kincaid habia dicho que Roger Leveson-Gower vivia con su madre. Mientras la mujer abria la boca para replicar, Gemma continuo-: ?Es usted la senora Leveson-Gower?
– Pues claro, no se lo que…
– Dejeme pasar, seran unos minutos. -Gemma ya habia introducido la zapatilla azul en el vestibulo, y el cuerpo siguio suavemente-. No le voy a quitar mucho tiempo.
Cerro la puerta con un clic decisivo, mientras Gemma pensaba que si algun dia decidia dejar la policia, lo suyo seria vender aspiradoras.
La senora Leveson-Gower abrio la boca para protestar, pero se encogio de hombros.
– Bueno, si es necesario, pero dese prisa, que tengo una cita.
Consulto deliberadamente su reloj mientras acompanaba a Gemma por una puerta abierta a la derecha.
Blanco, blanco y mas blanco. Las paredes con espejos reflejaban blanco, los muebles estaban cubiertos con lino, y el suelo, de blanca alfombra lujosa: La guarida de la reina de las nieves, penso Gemma, adecuado para un bosque, aunque no precisamente encantado. La senora Leveson-Gower se hundio en uno de los sofas blancos, cruzo las rodillas y apoyo un pie en el borde de una mesita de cristal cromado. No invito a Gemma a sentarse.
Gemma se apoyo en el respaldo del sofa de enfrente y saco un cuaderno y un boligrafo de su bolso mientras se negaba a que la impaciencia de la mujer la apurara.
– Senora Leveson-Gower -dijo Gemma al tiempo que pronunciaba «Loos-n-gor» como le habia ensenado Kincaid. «Se reiran de ti si te equivocas» le habia dicho, «y con Roger no puedes permitirte que te lleve ventaja»-. ?Vive su hijo Roger con usted?
Las unas escarlata de los pies de la Sra. Leveson-Gower empezaron a agitarse en su sandalia, pero su tono continuo siendo beligerante.
– ?Roger? ?Que quieres saber?
– Son preguntas rutinarias, senora…
– ?Preguntas sobre que, por Dios? -el pie inquieto se detuvo de repente.
Si no fuera por la mascara de irritacion que ensombrecia sus rasgos, la senora Leveson-Gower hubiera resultado llamativamente hermosa. Una mujer de cuarenta y muchos, muy bien conservada, se dijo Gemma, y la tirantez de su piel sobre los huesos hablaba de caros estiramientos faciales y cirugias.
– Una conocida de su hijo murio el jueves por la noche en circunstancias extranas. Estamos solamente corroborando declaraciones. ?Esta en ca…?
– ?De que jefatura dice que viene, sargento? Deje que vea otra vez su identificacion.
Gemma saco amablemente el carne del bolso y se lo paso.
– No soy de la jefatura local, senora, soy de New Scotland Yard.
– ?Que seccion?
Gemma no esperaba una pregunta tan entendida.
– C1, homicidios.
La senora Leveson-Gower se quedo muy quieta, y Gemma casi pudo oir los engranajes que encajaban en su cerebro.
– No hablara usted con mi hijo sin la presencia de nuestro abogado. -Se levanto y se dirigio hacia la puerta mientras hablaba por encima del hombro-. Puede usted llamar y pedir una cita en su…
– ?Estas decidiendo algo por mi, mama? No creo que haga falta.
El hombre entro en la habitacion tan oportunamente que Gemma estuvo segura de que habia estado escuchando al otro lado de la puerta. Sonrio a Gemma y mostro unos dientes uniformes y blancos; entonces volvio de nuevo la atencion hacia su madre. Se miraron en silencio, de un extremo a otro de la extension de la alfombra blanca, como en un duelo. Luego la senora Leveson-Gower dejo la estancia, sin una palabra ni una mirada hacia Gemma.
Roger, puesto que Gemma no tuvo duda acerca de su identidad, cruzo la habitacion y se quedo mirandola con indolencia. A ella se le cerro la boca de golpe. El caradura de Kincaid podia haberla advertido antes de que quedara como una tonta: Roger Leveson-Gower era guapisimo. Se parecia a su madre en el colorido -ella debio de tener el mismo cabello leonado antes de decidirse a tenirse de rubio-, pero en el todas las lineas y los angulos habian alcanzado la perfeccion.
– No creo que haga falta preocuparse por un abogado, sea lo que sea, cabo.
Se sento en un brazo del sofa frente a Gemma, de modo que ella no tuviera que mirar hacia arriba para verlo.
– Sargento -corrigio con dureza mientras bajaba la vista y abria la libreta en un esfuerzo de recuperar el control de la entrevista-. El jueves por la noche, senor Leveson-Gower, ?me podria decir donde estuvo?
– ?A que viene esto? -pregunto Roger en un tono de leve interes.
– Se trata de la muerte de Jasmine Dent y de la implicacion de su amiga Margaret. La senorita Bellamy dice que accedio a ayudar a Jasmine a suicidarse, pero que Jasmine cambio de idea y que no la vio despues de la tarde del jueves. ?Puede usted confirmarlo?
– ?El jueves pasado? -Roger fruncio las cejas mientras se concentraba-. No, tuve un trabajo y luego sali con mis companeros, pero Meg nunca lo hubiera llevado a termino, no tiene el coraje.
– ?Lo discutio con usted?
Roger sonrio e incluyo a Gemma en la broma.
– ?Que noble!, tan preocupada por su deber etico de aliviar el sufrimiento.
– ?Y a usted no le preocupo? ?No intento disuadirla? Asistencia en un suicidio es un delito criminal.