del suicidio asistido; luego, entrevista a alguien que te parezca adecuado, pero antes quiero que localices al encantador Roger Leveson-Gower. A ver que le sacas. -Sonrio ante la idea de oponer el genio de Gemma contra los sarcasmos socarrones de Leveson-Gower. Kincaid anadio-: A lo mejor a ti te dice donde estuvo la noche del jueves, a mi seguro que no me lo dice.
Kincaid encontro la direccion de Bayswater, un apartamento en la planta baja de una casa que en otro tiempo fue residencial, sin muchas dificultades. Para su sorpresa, la placa de laton solo decia: «Antony Thomas, abogado». Sin saber por que, esperaba una larga lista de nombres altisonantes.
La recepcionista tomo el nombre de Kincaid y abrio sus oscuros ojos como platos cuando vio su carne. Es muy jovencita y muy guapa, probablemente pakistani, penso Kincaid. Lo miraba nerviosa de vez en cuando, mientras el esperaba pacientemente en la silla de duro respaldo. Cuando el interfono zumbo, lo hizo pasar al despacho con evidente alivio.
– ?En que puedo ayudarle, comisario? -Antony Thomas saludo a Kincaid con una sonrisa y un apreton de manos-. Pero sientese, aunque si se trata de un asunto policial, no se si podre hacer nada…
Kincaid se sento en la poltrona situada comodamente frente al escritorio y observo a Thomas. Otro prejuicio desbaratado; sin saber por que, esperaba que el abogado de Jasmine fuera un viejo escribano de la familia, pero Antony Thomas era esbelto, de mediana edad, con una oscura franja de cabello en torno a la calva brillante y un deje gales en la voz.
– No se trata de un asunto del todo oficial, senor Thomas -explico Kincaid, y le conto las circunstancias de la muerte de Jasmine Dent.
Thomas escucho el relato en silencio, y cuando Kincaid acabo, permanecio un rato en silencio mientras tiraba de la barbilla con el pulgar y el indice. Cuando hablo, lo hizo con voz suave y el deje mas acentuado.
– Siento mucho oir eso, senor Kincaid. Yo conocia su situacion, desde luego, pero uno nunca esta lo bastante preparado. ?Hace mucho que conocia usted a Jasmine?
La pregunta sorprendio a Kincaid.
– No mucho, desde que la enfermedad la obligo a dejar el trabajo.
Thomas suspiro y bajo la vista al tiempo que ordenaba los lapices del escritorio.
– Yo la conocia desde hacia mucho tiempo, senor Kincaid, mas de veinte anos. Mi despacho estaba en la misma calle que el contable para el que ella trabajaba entonces. Jasmine siempre tuvo buena cabeza para los numeros. La primera vez vino a verme por el acuerdo de la herencia de su tia. ?Que encanto de chica era entonces!, debio usted verla. -Levanto la cabeza y miro a los ojos a Kincaid-. Yo ya estaba casado, tenia dos hijos pequenos. -Se paso una mano por la calva-. Y pelo, si puede creerlo, pero reconozco que senti una fuerte atraccion. No quiero darle una mala impresion; estoy seguro de que la fantasia fue solo por mi parte. Luego, con los anos, nos hicimos amigos.
– ?Ella le habia hablado de suicidio, senor Thomas? ?O le dio algun documento en que declarara sus intenciones de suicidarse?
Thomas sacudio la cabeza.
– No, me habria afectado mucho.
Kincaid cruzo las piernas y estiro las arrugas de la pernera mientras decidia como abordar el siguiente paso.
– Se que es un tema delicado, senor Thomas, pero necesito saber como dispuso Jasmine sus cosas y si tenia algun seguro de vida. No he encontrado ninguna copia ni resguardo de polizas de seguro en su piso. -Se saco la orden del bolsillo interior, la desdoblo y se la paso a Thomas por encima de la mesa-. Esta todo en regla.
Thomas echo un vistazo al papel y llamo al interfono.
– Hareem, trae los archivos de Jasmine Dent, por favor. -Desconecto y se dirigio a Kincaid-. No me gusta, pero le dare lo que pueda.
Hareem entro con el archivo a la vez que miraba de reojo a Kincaid, con curiosidad, antes de cerrar la puerta.
Thomas revolvio los papeles e hizo un gesto de asentimiento al encontrar los documentos que buscaba, luego miro a Kincaid con expresion de sorpresa.
– Lo ha nombrado a usted su albacea, senor Kincaid, por eso su nombre me resultaba conocido…
– ?A mi? -pregunto Kincaid en tono mas alto de lo que pretendia-. Pero, ?por que…? -se detuvo; no habia otra persona en quien confiara como competente e imparcial-. ?No tendria que haberme informado?
– No, pero puede negarse, si quiere.
Kincaid sacudio la cabeza.
– No, cumplire con sus deseos, aunque esto me complica un poco las cosas.
Antony Thomas sonrio.
– Bien, se lo pondre lo mas facil que pueda, entonces.
– Jasmine escribio un nuevo testamento en otono en el que decidio pagar el total de la hipoteca del negocio de su hermano. Aparte de algunas pequenas donaciones, el resto de la herencia va a la senorita Margaret Bellamy.
– ?Es mucho? -pregunto Kincaid, un poco sorprendido.
– Bueno, Jasmine tenia ojo para estas cosas: incluye valores y acciones, y el apartamento de Carlingford Road cuando este totalmente pagado. Tanto ella como su hermano recibieron unos ahorros considerables cuando murio su tia. Jasmine lo invirtio bien y tenia buenos ingresos en su trabajo. No creo que gastara mucho en si misma; de hecho, aparte de los desembolsos para su hermano, no creo que haya gastado casi nada.
Kincaid se irguio un poco en la silla.
– ?O sea que al financiar la tienda de Theo no era la primera vez que le prestaba dinero?
Thomas nego con enfasis.
– ?Que va, que va!, de hecho, despues de ayudarla a arreglar el asunto de su tia, me encargo que rescatara algunas de las inversiones de Theo en un psicodelico club nocturno. En Chelsea, creo que era.
– ?Theo? ?Un club psicodelico? -repitio Kincaid, atonito.
– En 1967 o 1968 debio de ser, pero me temo que no tuve mucho exito, y si no recuerdo mal, era la ultima de una serie de malas inversiones con el dinero de su tia. -Thomas hizo chasquear los dedos-. Lo perdio todo, y en muy poco tiempo; despues, Jasmine le impuso varios planes. Fue a la escuela de arte y ella lo mantuvo durante un tiempo, pero lo de pintar no se le dio muy bien.
A Kincaid la idea de Theo pintando le parecio menos absurda que la de Theo dirigiendo una discoteca a la ultima moda.
– ?Ha visto alguna vez a Theo?
– Unas cuantas, las que ha venido con Jasmine a firmar algun papel, pero hace ya varios anos.
– ?Le dijo algo Jasmine de como le iba el negocio?
Thomas sacudio la cabeza, a la vez que hacia una mueca.
– Solo la vi una vez desde que le diagnosticaron la enfermedad, y no estuvo mas de lo necesario. La encontre muy… reticente.
?Por que no queria hablar de su enfermedad con un viejo amigo, se pregunto Kincaid, o por que no queria explicar el cambio de su testamento?
– ?No le parecio raro, senor Thomas, que Jasmine no tuviera mas en cuenta a Theo?
– Bueno, en realidad, si. Dijo algo bastante misterioso, ahora que lo pienso: que era demasiado tarde para cortar los hilos, o algo asi, pero necesario de todas formas. Y luego estaba el seguro de vi…
– ?Jasmine tenia un seguro de vida? -Kincaid se inclino hacia delante, con las manos en el borde de la silla.
Al tiempo que se encogia un poco, Thomas dijo:
– Pues… si…
– ?Y Theo era el beneficiario?
Thomas asintio.
– Pero no era mucho, senor Kincaid, solo veinte mil libras.
Kincaid se relajo deliberadamente mientras se apoyaba en el respaldo y posaba la barbilla sobre los