dejo caer despacio en una silla de la otra punta de la mesa y se apoyo en los codos-. Conmigo era igual. Yo tenia que haberlo comprendido cuando dijo que estaba mejor, pero que no queria verme. Debi insistir, venir a Londres y acampar en el umbral hasta que me dejara pasar, hacer lo posible por ella. -Levanto las manos, en un gesto de impotencia-. Sin duda ella sabia que yo optaria por la via mas facil, como he hecho siempre. Jasmine siempre ha estado pendiente de mi, enfadada conmigo las mayoria de las veces -sonrio-, pero pendiente, y yo no queria creer que las cosas cambiarian. -Theo hizo una pausa y observo a Meg-. Me alegro de que mi hermana te conociera, Margaret. Tu no le fallaste.

– ?No? -pregunto Meg, mirando a Theo a los ojos.

Roger puso los ojos en blanco, con repulsion.

– ?Que acaramelado resulta todo esto!, creo que voy a vomitar.

El hechizo se rompio. Meg aparto la vista de Theo, luego se miro a si misma y Kincaid noto que poco a poco se hacia consciente de si misma al percatarse de su torpe postura. Cuando trato de ponerse en pie, se pillo el dobladillo de la falda en un tacon y sono un desgarron. Volvio a agacharse con una mueca.

Felicity le dijo:

– Espera, yo te ayudo.

Parecia haber recuperado cierta compostura mientras escuchaba a Meg y Theo, y ahora se apresuro a hacer su papel habitual. Arrodillada en el suelo, solto el tacon del dobladillo rasgado de Meg.

– ?Estas bien? Creo que necesitaras aguja e hilo para arreglarla del todo.

Roger cruzo los brazos y dijo con exagerada paciencia.

– ?Has acabado ya, Margaret? -pero no hizo ningun gesto para ayudarla a levantarse.

Felicity se incorporo, le tendio una mano a Meg y recogio el bolso de la silla. Se volvio a Kincaid y dijo, pausadamente, como si hubiera estado ensayando sus palabras:

– Senor Kincaid, siento mucho todo este jaleo. He sido injusta arremetiendo contra usted. Me doy cuenta de que no es responsabilidad suya, tomare las medidas necesarias para resolverlo.

– ?Ira a ver a Antony Thomas? ?O a su propio abogado?

– Si, en cuanto…

– ?Cuanto tardara? -intervino Roger-. Me refiero a la sucesion.

Kincaid levanto una ceja.

– ?Tiene Margaret alguna prisa especial?

– ?Vais a dejar de una vez de hablar de mi como si yo no estuviera? -Meg los miro furiosa-. No, no tengo ninguna prisa por tener el dinero de Jasmine. No lo he querido nunca y no me importa si no veo un penique. - Callo, tomo una bocanada de aire y disparo la ultima salva-. ?Y por mi podeis iros todos al infierno!

Y salio como una exhalacion del piso, con una dignidad en su furia que no podia estropear el dobladillo roto.

Roger se encogio de hombros como si dijera: «?Y que se le va a hacer?», y la siguio, recogiendo la copia del testamento de Meg al pasar.

Para sorpresa de Kincaid, Theo fue el primero en recuperar el habla.

– Ella se merece algo mas, ?que vera en ese maldito imbecil? -En cuanto pronuncio estas palabras, se puso tan colorado como sus tirantes y murmuro, mirando a Gemma y a Felicity-: perdon. ?Que maleducado soy! Yo tambien me voy a marchar.

Con todo, no se olvido del testamento.

Felicity se volvio a Gemma y a Kincaid.

– Han sido ustedes muy amables -dijo, con una breve sonrisa en los labios-, aunque no creo que la amabilidad fuera su objetivo. Senor Kincaid, esta investigacion sera muy dura para Margaret y Theo, ya ahora tienen que verselas con el dolor y el sentimiento de culpa, pero supongo que no querra abandonar, ?verdad?

Kincaid sacudio la cabeza.

– No, lo siento.

– Ya lo imaginaba. -Felicity suspiro y consulto su reloj-. Bueno, pues me marcho. Tengo pacientes que me esperan.

Recogio el bolso y el abrigo y salio del piso.

– Salen todos -murmuro Kincaid por lo bajo. Se sento en el borde de la cama de hospital de Jasmine-. Salen todos los actores. Te has fundido admirablemente con el decorado -anadio, y miro a Gemma, que seguia con la espalda contra el mostrador de la cocina.

Fue hasta una de las sillas del comedor. Sid, que se habia esfumado la primera vez que llamaron a la puerta, aparecio de repente y salto encima de su regazo. Gemma le acaricio la cabeza distraidamente, mientras hablaba.

– No esperaba que nuestro querido Roger pudiera contener su regocijo, pero tampoco Theo ha protestado demasiado.

Kincaid arqueo la ceja.

– ?Y los demas? ?Han protestado mucho?

La sonrisa de Gemma encerraba una punta de malicia.

– Tu docil Meg parece estar sufriendo una transformacion inesperada en tigresa. ?Te gustaria ser una mosca en la pared cuando Roger y ella tengan una conversacion mas privada?

– ?Te has fijado -dijo Kincaid- en que Meg parecia perfectamente informada sobre las intenciones de Jasmine?

***

Meg estaba arrellanada en el borde de la cama, tiritando. Los restos de la calidez de la noche se habian filtrado por las rendijas, y el unico radiador de la estancia estaba helado. La generosidad de la senora Wilson no se extendia a mantener la habitacion de sus inquilinos caliente durante el dia. No tenia paciencia con los gandules, y lo reiteraba a menudo desde los calidos confines de su cocina.

Desde luego, Meg no solia estar en casa en pleno dia laborable. Se habia tomado un dia libre sin sueldo por asuntos personales, y el consentimiento inmediato de la senora Washburn a su peticion le hizo sospechar que sus dias en la oficina de Planificacion estaban contados. La perspectiva casi la alivio.

Los fines de semana, cuando la habitacion empezaba a enfriarse, salia a comprar, a caminar sin rumbo por las calles, y los ultimos meses, a pasar el dia con Jasmine.

El crujido de un papel hizo que se volviera a mirar a Roger, sentado al lado de la mesa, masticando pensativo el ultimo trozo de una empanadilla de patatas y carne, su empanadilla, de las dos que habia comprado en la panaderia de la esquina. Meg habia dado un mordisco a la carne fria y aceitosa con sabor a cebolla y tuvo que reprimir una arcada.

Roger arrugo el papel a prueba de grasa y lo lanzo en direccion de la basura al otro lado de la habitacion, pero fallo. Se encogio de hombros y lo dejo donde estaba.

– Roger, ?es que no puedes…? -empezo Meg, pero se detuvo, incapaz de encontrar las palabras que lo animaran a irse sin provocar su genio.

– ?Quieres que me vaya, verdad, amor mio? -dijo Roger con suavidad, cruzando el cuarto para sentarse a su lado en la cama. Ella sintio un espasmo en el estomago y las manos le empezaron a temblar-. ?Dejarte solita? No lo haria nunca, Meg, carino. -Recorrio la espina dorsal de ella con los dedos-. ?Entiendes lo que significa, verdad, Meg? La sucesion del testamento de Jasmine no tardara, y entonces estaremos bien. Un piso decente, tal vez unas vacaciones en algun lugar. ?Te gustaria ir a una playa en Espana, Meg? ?Tomar el sol y beber pina colada?

Mientras hablaba empezo a desabrocharle la blusa, y ahora le paso un dedo por el borde del sujetador.

Meg noto que los pezones se le endurecian y se le hacia un nudo involuntario en el vientre.

– Roger, no podemos. La senora Wilson…

– Estara durmiendo la siesta delante de la tele. No oira nada si te portas bien. Y yo quiero que te portes bien no como esta manana, cuando has armado esa escenita. ?Que va a pensar el comisario, carino, si despotricas y desvarias como una verdulera? -La empujo de espaldas sobre la almohada y le subio las piernas a la cama-. No esta bien, Meg. ?Me oyes? -pregunto, con la voz todavia mas suave.

Meg asintio. A la luz gris y fria que entraba por la ventana, vio las finas pecas del rostro de el y la piel enrojecida en su camisa abierta. Meg se aferro al recuerdo de como lo habia desafiado aquella manana, que la

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