envolvia a modo de una segunda piel.
Roger se quito los tejanos y la camisa, sin preocuparse por acabar de desvestirla a ella. Las sabanas arrugadas formaban un bulto bajo sus omoplatos, y Meg se centro en la incomodidad, pensando que si se concentraba en ese detalle podria reprimir el traidor deseo de su cuerpo. Roger descendio sobre ella con un leve grunido.
Meg volvio la cara hacia la pared.
15
En cuanto sintio que la respiracion de Roger adoptaba el ritmo lento del sueno, Meg salio despacio de debajo de el y se puso en pie. Se ajusto la ropa y se paso la mano por el cabello enmaranado. Se calzo y se puso el abrigo, cogio el bolso del fondo del armario y se dirigio de puntillas hacia la puerta. Un tablon suelto debajo de la alfombra crujio y ella se detuvo, conteniendo el aliento y con el corazon golpeando con fuerza. Roger solto un ronquido y se dio la vuelta mientras mostraba las nalgas desnudas.
?Que se congele!, penso Meg llena de desden, giro el picaporte y salio.
Camino sin rumbo, sin pensar, deteniendose solo a mirar en los escaparates objetos que no veia. Por la puerta de una freiduria salio el olor a grasa caliente y pescado frito, y ella apreto el paso, sintiendo nauseas.
Solo cuando se encontro en una interseccion de Finchley Road se dio cuenta de adonde la llevaban sus pasos. Sacudio la cabeza, vacilo, cruzo con el semaforo y empezo a subir la larga cuesta por Arkwright Road hacia Hampstead.
A pesar de los coches aparcados en ambos lados de la calle Carlingford Road parecia desierta en aquel sopor de media tarde, antes de que sus ocupantes regresaran a casa desde el trabajo. Meg subio las escaleras hasta el piso de Jasmine y saco la llave del bolsillo interior de su bolso. Aguzo el oido un momento, luego abrio la puerta y entro. Sid la miro desde la cama y se volvio a enroscar como una pelota negra.
?Ojala yo pudiera hacer eso! dijo en voz alta. Encerrarme y dejarlo todo fuera.
Cerro los ojos, apoyo la espalda contra la pared e inspiro; inspiro en silencio la leve esencia que impregnaba las cosas de Jasmine, pero tambien aquel inicial olor a moho que caracteriza una habitacion deshabitada.
Durante meses, aquella casa se habia convertido en su refugio, un espacio inviolado, y pronto lo iba a perder para siempre. Meg se aparto de la puerta y avanzo despacio por la estancia mientras tocaba aquellos objetos familiares. Se acerco a la ventana, donde Jasmine habia estado de pie mientras acariciaba los elefantes tallados de madera y veia al comandante trabajar en el jardin. Hoy, hasta los colores del jardin estaban apagados: el brillo de los tulipanes y las forsitias acallado por la humedad del aire. Resiguio con el dedo el dibujo familiar en el dorso del elefante mas pequeno, la madera estaba suave de tanto acariciarla, pero eso no la consolo. Un ruido en el rellano provoco que se comenzara a sentir culpable y dejo el elefante en la repisa con dedos temblorosos. El pomo de la puerta giro y alguien dio unos golpecitos suaves.
El panico le hizo un nudo en la garganta y le causo un espasmo en el estomago. Intento contenerlo, pensar de modo racional. No podia ser Roger. El toque de los nudillos habian sido mucho mas tenue, pero quienquiera que fuese, habria oido el ruido del elefante contra la repisa de la ventana.
Cruzo la estancia, descorrio el pestillo y abrio la puerta con cuidado. En el descansillo estaba Theo Dent, y parecia tan apurado como ella.
– Lo siento… No me he dado cuenta -dijo, y al ruborizarse, el color de su rostro se uniformo con el de la punta de la nariz, de modo que Meg supuso que estaba sonrosada por la exposicion al frio viento. Su cabello rizado emanaba humedad-. Venia por si acaso… no me esperaba… En realidad no se por que he venido -acabo sin conviccion-. He perdido el tren. No habra otro hasta la hora punta.
Meg abrio mas la puerta y dio un paso atras.
– Yo tampoco iba a venir -le dijo a Theo mientras entraba. Le sonrio, invadida por una sensacion de parentesco-. No tengo derecho a estar aqui. Es que…
– Si lo tienes. -Theo se seco la nariz con la mano y aspiro el aire-. Te lo ha dejado a ti.
Meg se quedo mirandolo. Roger le habia hablado tanto del piso en terminos de dinero -venderlo y usar el dinero para otra cosa- que no habia asimilado la idea de propiedad. Miro la sala a su alrededor y la vio desde un nuevo punto de vista. En realidad, poseeria aquel piso y podria hacer con el lo que quisiera: venderlo, arrendarlo, o incluso vivir en el si lo decidia.
Por un embriagador instante, se vio viviendo en sus habitaciones acogedoras, arreglandolas a su manera, pero la vision se deshizo. Tuvo la sensacion de que la presencia de Jasmine era demasiado fuerte para que su personalidad, menos energica, pudiera echar raices alli. Ademas, Roger… ahi nunca escaparia de Roger.
Pero el hecho de que era la propietaria, le dio mas seguridad. Se arrodillo y conecto el radiador, luego encendio una lampara y se despojo del abrigo.
– Voy a preparar un te.
Theo la siguio a la cocina y estuvo un rato observandola en silencio.
– Habras pasado mucho tiempo aqui con ella. Te envidio. Supongo que he pensado que si venia, podria… No se… situarla aqui con mas claridad.
– No es justo que me haya dejado el piso a mi y no a ti. -Meg quito la vista del hervidor para mirarlo con seriedad-. Yo se lo discuti, pero no quiso…
Theo levanto una mano.
– No digas eso. Habia hecho mas que suficiente. Todos estos anos ha hecho mas que suficiente. Mas de lo que debia. -Se quito las gafas y miro a su alrededor a ciegas, en busca de algo con que secarlas. Meg le paso un trapo-. Yo he sido un fracasado absoluto toda la vida, y Jasmine siempre me ha recogido los platos rotos. -Se volvio a colocar las gafas sobre las orejas y las subio por el puente de la nariz con un dedo-. Todo me parece siempre fantastico al principio, pero luego… -se encogio de hombros y dejo la frase suspendida.
Meg sirvio agua caliente en dos tazones, removio un poco las bolsitas de te y luego las dejo en el fregadero.
– No hay leche. ?Quieres azucar?
Theo asintio y ella echo una cucharada antes de pasarle el tazon. Fueron a la mesa y Meg se sento en su sitio habitual. Froto una mancha del barniz oscuro de la madera, maravillada ante el repentino sentido de propiedad que la abordaba. Nunca habia poseido nada (algunos objetos comprados para su habitacion, las cosas que su hermana desechaba), nada que le inspirara orgullo o la sensacion de ampliar los limites de si misma mas alla de su cuerpo.
– La mesa era de nuestra tia May -dijo Theo, mirandola.-. Me extrana que Jasmine la haya guardado.
– Nunca hablaba mucho de eso. De los anos que vivisteis en Dorset, quiero decir. Se que vinisteis a Inglaterra para vivir con vuestra tia a la muerte de vuestro padre, pero nada mas. -Meg dio un sorbo al te y observo a Theo mientras buscaba algun parecido con su amiga. Tal vez algo tenia: el corte de los ojos, la forma ovalada de la cara. Aparentaba menos de los cuarenta y cinco anos que tenia, casi parecia un muchacho, pues, curiosamente, su rostro no estaba marcado por la experiencia.
Repentinamente consciente de su aspecto, Meg se paso los dedos por el cabello. Habia salido de casa sin lavarse ni peinarse.
– Pero de ti si hablaba Jasmine -continuo un poco acelerada para disimular su apuro-, de cosas que haciais de ninos. Y estaba contenta con tu negocio. Pensaba que por fin habias encontrado algo que te fuera bien.
Theo se volvio a quitar las gafas y se tapo la cara con las manos.
– No podia contarselo -dijo, con la voz sofocada por las palmas. Meg aguardo, pero como no seguia le pregunto:
– ?Contarle que?
El levanto la cabeza.
– Que es como siempre. Un fracaso. No resistire mucho mas.
– Pero…