– ?Donde tenias las llaves, Meg?

Ella lo miro con sobresalto. Cogio el bolso y le dio unos toquecitos.

– Aqui, como siempre.

– ?Dejaste en algun momento la habitacion mientras Roger estaba dentro?

– No, claro que… -Se interrumpio y fruncio las cejas-. Bueno, fui al bano.

– ?Volviste a salir esa noche, o usaste las llaves por algun motivo?

– No -dijo en un susurro.

– ?Y cuando el…?

– Mira, Duncan -lo interrumpio Theo-, no se adonde quieres ir a parar, pero creo que estas intimidando a la senorita Bellamy inutilmente. ?No crees que…?

Kincaid levanto una mano.

– Una sola pregunta mas, Theo. -Tuvo la tentacion de tratarla como Roger y aprovecharse de las circunstancias, pero sabia que cruzar esa linea danaria su propia integridad irreparablemente-. Meg, ?cuando volvio Roger?

– Tarde. Despues de medianoche. Tiene una copia de la llave de abajo, aunque le dije que la senora Wilson me echaria si lo pillaba entrando a escondidas por la noche.

– ?Estabas dormida?

Ella asintio.

– Cuando se acosto me desp… -Miro a Theo de reojo y callo mientras se sonrojaba-. Es decir…

Kincaid juzgo que era hora de dejarla tranquila.

– Theo -dijo, en tono de conversacion-, ?estas seguro de que no tenias idea de como iba a disponer Jasmine de su dinero? Tengo la impresion de que el negocio de antiguedades no marcha como debiera.

Theo y Meg cruzaron una mirada que a Kincaid le parecio fruto de una conspiracion. Si era asi, se habian aliado rapidamente.

– Voy a serte sincero, Duncan. -Theo se inclino hacia delante, con los brazos apoyados en la mesa-. Le acabo de contar a Margaret que la situacion es bastante desesperada. Necesito el dinero, es cierto, pero no pretendia contarselo a Jasmine, ni siquiera cuando el jueves me llamo y me dijo que queria verme.

– Muy noble por tu parte -dijo Kincaid, y Theo apreto los labios ante el sarcasmo.

– Puedes creer lo que quieras, Duncan. Yo no tengo ninguna prueba, pero queria a mi hermana y pense que habia sufrido bastante por mi. -Consulto su reloj, se puso en pie y llevo la taza al fregadero-. Y si no me voy, perdere el tren. Ya sabes donde estoy, si necesitas algo mas de mi, aunque no se que podria hacer yo. -Se inclino a traves de la mesa y le tendio una mano a Meg-. Margaret, gracias.

Meg conservo la sonrisa hasta que la puerta se cerro.

– Me parece que la fiesta se ha acabado.

Kincaid se levanto y dejo las dos tazas en el fregadero. Ella se quedo en la mesa, con las manos prendidas fuertemente en el regazo, mientras el lavaba los cacharros y echaba una cucharada de comida en el cuenco de Sid.

Concluyo las tareas y se quedo mirando el rostro de ella, cabizbaja, mientras percibia su malestar.

– No veo por que no puedes quedarte aqui todo el rato que quieras.

Ella levanto la vista con una expresion mas indecisa que esperanzada, como si desear algo demasiado significara, automaticamente, que se lo fueran a arrancar.

– ?En serio? ?Cree que es correcto? Puedo cuidar de las cosas… -Su sonrisa se desvanecio tan rapidamente como se habia formado-. No, me encontraria, y no lo quiero aqui, en estas habitaciones.

– No tienes que dejarle entrar ni dejar que se quede.

Pero ella ya estaba sacudiendo la cabeza antes de que hubiera acabado la frase.

– No lo entiende. Hasta hoy he conseguido que no se acercara aqui. Nada habria sido lo mismo. -Hizo un gesto que abarcaba la habitacion y Kincaid lo vio todo a traves de sus ojos, familiar y segura a la luz de la lampara-. No conoce a Roger. Estropea todo lo que toca.

***

Kincaid habia insistido en acompanar a Meg a la parada del autobus y se quedo alli plantado, con las manos en los bolsillos por el frio, en la parte superior de Hampstead High Street. Esa cada vez mayor sensacion de responsabilidad hacia Margaret Bellamy podia ser desastrosa si probaba que habia estado involucrada en la muerte de Jasmine; y, sin embargo, cada vez que la veia, la tentacion de actuar como un pariente proximo se hacia mas fuerte. De pronto, penso en Gemma y sonrio. Aunque las dos mujeres tendrian aproximadamente la misma edad, Gemma nunca le habia inspirado el mas minimo sentimiento paternal.

Un gajo de luna pendia sobre el rosa difuminado en la parte oeste del cielo. En la penumbra, la gente se apresuraba a volver a casa para la cena. Kincaid miro a derecha e izquierda de Heath Street y la variedad de restaurantes: italianos, mexicanos, indios, griegos, tailandeses, japoneses, incluso cajunes. Si uno deseaba una comida tradicional inglesa, Hampstead no era el lugar mas adecuado.

Aunque tenia hambre, se sentia demasiado inquieto como para sentarse en un restaurante, cualquiera que fuera su creencia, a cenar. Camino media manzana desde Heath Street hasta la parte superior de Fitzjohn Avenue y abrio la puerta del restaurante italiano. El olor a ajo y aceite de oliva llegaba hasta la calle y tentaba a otros paseantes. Dentro, en un mostrador bajo la ventana, habia botes de ceramica llenos de aceitunas moradas y pasta multicolor, mariscos en aceite de oliva, pimientos y berenjenas mezclados con ajo trinchado. Superado por la abundancia, Kincaid pidio su habitual pizza precocinada de pimientos dulces y mozzarella fresca.

Se detuvo en la bodega de enfrente para comprar una botella de vino y emprendio el descenso hacia casa, pensando que parecia que fuera a alguna cita secreta largamente esperada.

En cierto sentido lo era, aunque los gastados diarios azules no tuvieran en cuenta el tiempo.

El viento ha barrido las calles, arrastrando papeles y levantando polvo, que picaba en la piel y en los ojos como ortigas. Un castigo.

En la cola del autobus, detras del parapeto de plexiglas, he recordado de repente las noches de antano en la terraza de Mohur Street. Entonces sentia las cosas con tranquilidad, casi con una expectacion melancolica. Parecia que algo emocionante estuviera siempre a punto de ocurrir, pero yo no podia verlo.

?Me imaginaria alguna vez que los dias podian sucederse con esta reiteracion tan aburrida?

?Que raro dejar Bayswater despues de tantos anos! Al menos, conocia a los tenderos, incluso a los gatos de los vecinos. En comparacion, Carlingford Road irradia calma y decoro, todas aquellas cosas que me han atraido siempre menos. ?Estare envejeciendo sin darme cuenta?

Me siento mas en casa aqui que en ninguna de las casas de mi infancia. No se por que. Me sienta bien, encajo. Los muebles parece como si fueran mios de siempre; mis cosas han encontrado su lugar natural. Cuando me despierto por las noches, se exactamente donde estoy y se caminar a oscuras por el piso.

He conocido al vecino de abajo, el comandante Keith. ?Que senor tan divertido!, pero hay algo en el que me resulta familiar. Se quita la gorra para saludarme, me llama senorita Dent. Es el comandante quien cuida tan bien el jardin. Ahora que el aire se ha calentado un poco, sale cada dia, ordenando unas cosas y otras, pero en realidad, creo que espera los primeros brotes, el primer verdor que surja de la tierra. No me habla mucho, pero creo que no le importa que me siente en mi escalon mientras trabaja.

Esta tos me preocupa. Pense que era un catarro de primavera, pero llevo meses arrastrandolo. Supongo que tendre que ir a que me vean si no se me pasa pronto.

?Pobre Theo! ?Que voy a hacer si esto tampoco le sale bien? ?Sabra llevar esta tiendecita que, en cierto modo, promete? Aunque si nunca lo ha conseguido, ?por que van a cambiar las cosas ahora? Son mas deseos que otra cosa, me temo.

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