El no quiso ni oir hablar del asunto. No aceptaria mi dinero como un favor ni como un prestamo ni una inversion y ni siquiera como un pago a cuenta por mi asociacion. Dijo que valoraba demasiado nuestra relacion y no queria contaminada con dinero.
– No quiero una limosna, como tampoco tu la querrias -me explico-. Mientras los asuntos economicos esten separados, siempre estaremos seguros de nuestro amor.
Yo queria protestar, decide: «?No! No soy realmente asi con respecto al dinero, tal como lo hemos hecho hasta ahora va en contra de mi forma de ser. La verdad es que me gusta darlo generosamente. Quiero…». Pero no supe por donde empezar. Queria preguntarle quien, que mujer, le habia herido de esa manera, hasta el extremo de llevad e a temer la aceptacion del amor en todas sus formas maravillosas. Pero entonces le oi decir lo que habia esperado oir durante mucho tiempo.
– La verdad es que podrias ayudarme si vinieras a vivir conmigo. Quiero decir que de ese modo podria usar los quinientos dolares de alquiler que me pagarias…
– Es una magnifica idea -le dije de inmediato, sabiendo lo azorado que se sentia por tener que pedirmelo de ese modo.
Me sentia tan feliz que no me importo que el alquiler de mi estudio solo fuese realmente de cuatrocientos treinta y cinco dolares. Ademas, la casa de Harold era mucho mas bonita, un piso de dos dormitorios con una vista de la bahia que abarcaba doscientos cuarenta grados, y valia la diferencia, al margen de la persona con la que compartiera la vivienda.
Asi pues, aquel mismo ano Harold y yo abandonamos Harned Kelley y Davis; el fundo Livotny y Asociados, y yo fui a trabajar alli como coordinadora de proyectos. No se llevo la mitad de los clientes de restaurantes que tenia Harned Kelley y Davis. De hecho, la empresa amenazo con demandarle si les quitaba un solo cliente durante el proximo ano. Por las noches, cuando cedia al abatimiento, yo le daba charlas alentadoras, le decia que deberia hacer un diseno tematico de restaurantes mas vanguardista, para diferenciarse de las demas empresas.
– ?Quien necesita otro bar y grill de laton y madera de roble? -le decia-. ?Quien quiere otro local especializado en pastas con una reluciente decoracion italiana moderna? ?A cuantos sitios puedes ir que tienen coches de policia saliendo de las paredes? Esta ciudad esta anegada de restaurantes que solo son repeticiones de los mismos viejos temas. Puedes encontrar un espacio propio. Haz algo diferente cada vez. Ponte en contacto con los inversores de Hong Kong que estan deseosos de volcar unos cuantos dolares en el ingenio americano.
El me miraba apasionado y sonriente, con aquella sonrisa que decia: «Me encanta que seas tan ingenua». Y yo adoraba que me mirase de ese modo.
Asi, le transmitia entrecortadamente mi amor.
– Tu… podrias crear nuevos temas para los restaurantes… un un… ?un hogar en la pradera, por ejemplo la comida casera preparada por mama, la mama ante la cocina economica, con un delantal de algodon, y camareras que serian como mama y se inclinarian para decirte que te acabes la sopa.
»Y quiza… quiza podrias crear un restaurante con menus literarios alimentos sacados de la ficcion… bocadillos de las novelas de misterio de Lawrence Sanders, postres de S
Harold me escuchaba en serio, tomaba esas ideas y las aplicaba de una manera educada y metodica, El llevaba las ideas a la practica, pero seguian siendo mias.
Y hoy Livotny y Asociados es una empresa en expansion, con doce empleados en plantilla, especializada en el diseno tematico de restaurantes, lo que todavia me gusta llamar «restauracion tematica». Harold es el promotor de la idea, el arquitecto jefe, el disenador, la persona que efectua la presentacion final de venta a un nuevo cliente. Yo trabajo a las ordenes del disenador de interiores porque, como Harold explica, a los demas empleados no les pareceria justo que me promocionara solo porque ahora estamos casados… Lo hicimos hace cinco anos, dos despues de la fundacion de Livotny y Asociados. Aunque cumplo muy bien con mi cometido, nunca me he adiestrado formalmente en este campo. Cuando me especializaba en estudios asiaticoamericanos, solo segui un curso que tenia relacion con mi trabajo actual, diseno de decorados teatrales, para una produccion universitaria de
En Livotny y Asociados me encargo de facilitar los elementos tematicos. Para un restaurante llamado El Cuento del Pescador, uno de mis mejores hallazgos fue un bote de madera amarilla barnizada, con el nombre
Me gusta mi trabajo cuando no pienso demasiado en el, pero cuando pienso en mi paga, en lo mucho que trabajo y en lo justo que es Harold con todo el mundo excepto conmigo, me siento disgustada.
Somos, pues, iguales, excepto en que Harold gana unas siete veces que yo. El no lo ignora, puesto que cada mes firma el cheque de mi paga, que luego deposito en mi cuenta independiente.
Ultimamente, sin embargo, eso de la igualdad empezo a molestarme. Ya hacia tiempo que algo me rondaba la cabeza, pero no sabia con exactitud que era. Me sentia inquieta sin un motivo determinado, hasta que hace una semana todo se aclaro. Yo estaba recogiendo los platos del desayuno y Harold calentaba el coche para que pudieramos ir a trabajar. Vi el periodico abierto sobre el mostrador de la cocina, las gafas de Harold encima, su taza de cafe favorita, con el asa desportillada, y, por alguna razon, al ver todos estos pequenos signos domesticos de familiaridad, nuestro ritual cotidiano, me senti desfallecer, pero era como si viera a Harold la primera vez que hicimos el amor, aquella sensacion de absoluta entrega a el, con abandono, sin que me importara lo que recibia a cambio.
Cuando subi al coche, seguia bajo el influjo de esa sensacion. Toque su mano y le dije: «Te quiero, Harold», y el miro por el retrovisor, mientras hacia retroceder el vehiculo, y dijo a su vez: «Yo tambien te quiero. ?Has cerrado la puerta con llave?. Entonces empece a pensar que esa clase de relacion era insuficiente.
Harold hace tintinear las llaves del coche y dice:
– Voy a comprar comida para la cena. ?Te parece bien filetes? ?Quieres algo especial?
– Se nos ha terminado el arroz -respondo, senalando discretamente con la cabeza a mi madre, que me da la espalda, mirando, a traves de la ventana, la espaldera cubierta de buganvillas.
Harold sale de casa y poco despues oigo el ruido sordo del motor y luego el crujido de la grava bajo los neumaticos del coche.
Mi madre y yo nos quedamos a solas. Empiezo a regar las plantas. Ella esta de puntillas, mirando una lista adherida a la puerta del frigorifico.
La lista dice «Lena» y «Harold», y bajo cada uno de los nombres figuran las cosas que hemos comprado y lo que cuestan:
Lena Harold
Pollo, verdura, pan, Material para garaje: 25,35
brocoli, champu, Material para bano: 5,41
cerveza: 19,63 Material para coche: 6,57
Maria (limpieza + propina): 65 Accesorios electricos: 87,26
Grava para sendero: 19,99
(ver lista de compras): 55,15 Gasolina: 22
petunia tierra: 14,11 Revision escape coche: 35
revelado de fotos: 13,83 Cine y cena: 65
Helado: 4,50
Tal como van las cosas esta semana, el gasto de Harold supera los cien dolares mas que yo, por lo que le debere unos cincuenta de mi bolsillo.
– ?Que son estos apuntes? -me pregunta mi madre en chino.
– Nada importante -le digo con la mayor naturalidad posible-. Solo cosas que compartimos.
Ella me mira y frunce el ceno, pero no dice nada. Vuelve a leer la lista, esta vez mas detenidamente, deslizando un dedo sobre los articulos, y me siento azorada, pues se lo que ve. Me alegra que no vea la otra