Nada de todo esto parece correcto, nada tiene sentido. No puedo admitir ninguna de estas cosas y estoy totalmente desesperada.

– Mira, creo que debemos cambiar la situacion -le digo cuando me parece que puedo dominar mi voz, pero mi resolucion flaquea en seguida y anado entre sollozos-: Tenemos que pensar en que se basa realmente nuestro matrimonio… no en esta hoja de balance, en lo que uno le debe al otro.

– Mierda -dice Harold. Suspira y se inclina hacia atras, como si pensara en mis palabras. Luego anade en un tono que me parece dolido-: Mira, se que nuestro matrimonio se basa en algo mas que en una hoja de balance, en mucho mas, y si tu no lo crees asi, entonces me parece que deberias pensar en que mas quieres, antes de cambiar las cosas.

Ahora no se que pensar. ?Que estoy diciendo? ?Que dice el? Permanecemos sentados en la sala, silenciosos. La atmosfera es bochornosa. Miro a traves de la ventana y veo el valle a lo lejos, el centelleo de millares de luces que brillan en la neblina del verano. Entonces oigo el sonido de cristal roto, en el piso de arriba, y de una silla que raspa el suelo.

Harold empieza a levantarse, pero le digo:

– No, yo ire a ver.

La puerta esta abierta, pero la habitacion a oscuras.

– ?Mama? -inquiero.

Veo en seguida lo ocurrido: la mesita auxiliar de marmol se ha derrumbado sobre sus delgadas patas negras. A un lado esta el florero negro, el suave cilindro roto en dos mitades y las fresias esparcidas sobre un charco de agua.

Entonces veo a mi madre, sentada aliado de la ventana abierta, su oscura silueta contra el cielo nocturno. Se vuelve hacia mi, pero no puedo verle el rostro.

– Se ha caido -dice simplemente, sin pedir disculpas.

– No importa -le digo, y empiezo a recoger los fragmentos de vidrio-. Sabia que ocurriria.

– Entonces, ?por que no le pones fin? -pregunta mi madre.

Y me digo que es una pregunta tan sencilla…

WAVERLY JONG

Cuatro direcciones

Habia llevado a mi madre a mi restaurante chino preferido, con la esperanza de ponerla de buen humor, pero fue un desastre.

Cuando nos encontramos en el restaurante Cuatro Direcciones, mostro de inmediato su desaprobacion por mi aspecto.

– Aii ya!?Que te has hecho en el pelo? -me pregunto en chino.

– Me lo he cortado, eso es todo.

Esta vez el senor Rory me habia hecho un peinado diferente, con un fleco brusco y asimetrico, mas corto en el lado izquierdo. Era un estilo a la moda, aunque no totalmente radical.

– Parece cortado de un tajo -comento-. Tienes que pedir te devuelvan el dinero.

Suspire.

– Vamos a tomar una buena comida, ?de acuerdo?

Ella examino el menu con expresion de desagrado.

– No hay demasiadas cosas buenas -musito. Entonces toco el brazo del camarero, deslizo un dedo a lo largo de los palillos y lo husmeo-. ?Espera que coma con esta cosa grasienta?

Lavo ostentosamente su cuenco de arroz con te caliente y luego advirtio a otros clientes del restaurante para que hicieran lo mismo. Dijo al camarero que queria la sopa muy caliente y, por supuesto, con su lengua de experta considero que ni siquiera estaba tibia.

– No deberias enfadarte tanto -le dije despues de que discutiera por un par de dolares que cobraron porque pidio te de crisantemo en vez del te verde corriente-. Ademas, una tension innecesaria no es buena para tu corazon.

– A mi corazon no le pasa nada -replico ofendida, mirando despectivamente al camarero.

Y estaba en lo cierto. A pesar de la tension a que la somete su caracter -y ella somete a los demas- los medicos han afirmado que mi madre, a los sesenta y nueve anos, tiene la presion sanguinea de una nina de dieciseis y la fuerza de un caballo, lo cual es asi, en efecto, pues nacio en 1918, ano del Caballo, destinada a ser testaruda y sincera hasta el punto de prescindir del tacto. Ella y yo formamos una mala combinacion, porque soy Conejo, nacida en 1951, supuestamente sensible pero con tendencia a ser susceptible e inquietarme a la primera senal de critica.

Tras nuestro lamentable almuerzo, abandone la idea de que podia encontrar una buena ocasion para darle la noticia de que Rich Shields y yo vamos a casarnos.

– ?Por que estas tan nerviosa? -me pregunto mi amiga Marlene Ferber por telefono la otra noche-. No es como si Rich fuese la hez de la sociedad. Por Dios, es un abogado especializado en impuestos, como tu. ?Como puede criticar eso?

– No conoces a mi madre. Para ella nada es nunca suficientemente bueno.

– Pues fugate con el -sugirio Marlene.

– Eso es lo que hice con Marvin.

Marvin fue mi primer marido y habia sido mi novio la escuela secundaria.

– Pues entonces ya tienes experiencia -dijo Marlene.

– Cuando mi madre nos encontro, nos tiro un zapato… y eso fue solo el comienzo.

Mi madre no conocia a Rich. De hecho, cada vez que sacaba su nombre a colacion, cuando decia, por ejemplo, que Rich y yo habiamos ido a un concierto, que Rich habia llevado al zoo a Shoshana, mi hija de cuatro anos, mi madre encontraba la manera de cambiar de tema.

Mientras esperabamos que nos trajeran la cuenta en el restaurante Cuatro Direcciones, le comente:

– ?Te he contado lo bien que se lo paso Shoshana con Rich en el Exploratorium? El…

– Ah -me interrumpio-, no te lo he dicho. Es sobre tu padre. Los medicos decian que quiza necesitaria cirugia exploratoria. Pero no, ahora dicen que todo normal, solo tiene un estrenimiento excesivo.

Me di por vencida. En seguida caimos en la rutina habitual. Pague la cuenta con un billete de diez dolares y tres de uno. Mi madre retiro los tres billetes de dolar, conto las monedas exactas, trece centavos, y las puso en la bandeja en vez de los billetes, explicandome con firmeza: «?Nada de propina!», al tiempo que echaba atras la cabeza con una sonrisa triunfante. Y mientras ella iba al lavabo, le deslice al camarero un billete de cinco dolares. El meneo la cabeza, con una profunda comprension. Mientras ella estaba ausente idee otro plan.

– Choszle! (?Ahi dentro huele que apesta!) -murmuro al salir del lavabo. Me enseno un paquetito de Kleenex, pues no confiaba en el papel higienico de los demas-. ?Lo necesitas?

Hice un gesto negativo con la cabeza.

– Antes de dejarte vamos a pasar un momento por casa -le dije-. Quiero mostrarte algo.

Hacia meses que mi madre no iba al piso. Cuando estaba casada con mi primer marido, solia presentarse sin previo aviso, hasta que un dia le sugeri que telefoneara con antelacion. Desde entonces se ha negado a venir, a menos que la invite oficialmente.

Asi pues, observe su reaccion ante los cambios producidos en el piso, desde la vivienda que mantuve impecable despues del divorcio, cuando de subito tuve demasiado tiempo para ordenar mi vida, hasta el caos actual de un hogar lleno de vida y amor. Por el pasillo estaban esparcidos los juguetes de Shoshana, todos de plastico brillante y con las piezas diseminadas. En la sala de estar habia un juego de barras con pesas, dos copas de conac sucias sobre la mesita de centro, las entranas de un telefono que Shoshana y Rich desmontaron el otro

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