mitad del asunto, las discusiones. Despues de innumerables charlas, Harold y yo llegamos un entendimiento para no incluir cosas como «mascara», «locion para el afeitado», «fijador de cabello», «cuchillas Bic», «tampones» o «polvos para el pie de atleta».
Cuando nos casamos en el ayuntamiento, el insistio en pagar el importe, Logre que mi amigo Robert nos hiciera las fotos. Celebramos una fiesta en nuestro piso y todo el mundo trajo champana. Cuando compramos la casa, convinimos en que yo solo pagaria un porcentaje de la hipoteca, basado en lo que gana cada uno de nosotros, y que poseeria porcentaje equivalente de la propiedad comunitaria. Eso esta escrito nuestro acuerdo prenupcial. Puesto que Harold paga mas, tiene capacidad decisoria sobre el aspecto de la casa, que es elegante, sobria y lo que el llama «fluida», sin nada que interrumpa las lineas, lo cual significa todo lo contrario de mi tendencia al amontonamiento de objetos. En cuanto a las vacaciones, la que escogemos en comun la pagamos al cincuenta por ciento. De las otras se encarga Harold, siempre teniendo en cuenta que se trata de un regalo de aniversario, de cumpleanos o navideno.
Hemos sostenido discusiones filosoficas sobre cosas de contornos poco nitidos, como mis anticonceptivos, o las cenas en casa cuando agasajamos a personas que en realidad son clientes suyos o viejos amigos mios de la universidad, o las revistas de alimentacion a las que estoy suscrita pero que el tambien lee solo porque se aburre, no porque correspondan a sus preferencias personales.
Todavia discutimos acerca de Mirugai,
– ?Eso no lo vais a compartir! -exclama mi madre en tono de asombro.
Me sobresalto, pensando que ya ha leido mis pensamientos sobre Mirugai. Pero entonces veo que senala el apunte de «helado» en la lista de Harold. Sin duda recuerda el incidente en el rellano de la salida de emergencia, donde me encontro, temblorosa y exhausta, sentada al lado de aquel envase de helado vomitado. Aquel dia aborreci para siempre el helado. Y entonces me sobresalto una vez mas al reparar en que Harold no ha caido jamas en la cuenta de que no pruebo el helado que trae a casa todos los viernes por la noche.
– ?Por que haceis esto?
Hay una nota de dolor en su voz, como si yo hubiera puesto ahi esa lista para herida. Pienso en la manera de explicarselo, recordando las palabras que Harold y yo hemos usado en el pasado: «Asi podemos eliminar las falsas dependencias… ser iguales… el amor sin obligaciones…» Pero son palabras que ella nunca podria comprender. Por eso le digo en cambio:
– La verdad es que no lo se. Es algo que iniciamos antes de de casarnos y, por alguna razon, no la hemos interrumpido.
Cuando Harold regresa de la tienda, empieza a encender el carbon. Desempaqueto los alimentos, escabecho los filetes, preparo el arroz y pongo la mesa. Mi madre esta sentada en un taburete, ante el mostrador de granito, tomando una taza de cafe que le he servido. De vez en cuando limpia la base de la taza con un panuelo de papel que guarda bajo la manga de su sueter.
Durante la cena, Harold hace que la conversacion se mantenga. Habla de los planes para la casa: las claraboyas, ampliacion de la terraza, parterres de flores, con tulipanes y azafran, eliminar el zumaque, anadir otra ala a la vivienda, construir un bano de estilo japones. Luego recoge la mesa y empieza a introducir los platos en el lavavajillas.
– ?Quien quiere postre? -pregunta.
– Yo estoy repleta -le digo.
– Lena no puede tomar helado -comenta mi madre.
– Eso parece. Siempre esta a regimen.
– No, nunca lo come. No le gusta.
Entonces Harold sonrie y me mira perplejo, esperando que le traduzca lo que ha dicho mi madre.
– Es cierto -le digo en tono neutro-. Detesto el helado casi desde toda la vida.
Harold me mira como si tambien yo hablara en chino y no pudiera comprenderme.
– Me parecio que solo tratabas de perder peso…
– Se volvera tan delgada que no podras veda -dice mi madre-. Desaparecera, como un fantasma.
– ?Eso es! -exclama Harold, riendo, aliviado al pensar que mi madre intenta amablemente acudir en su ayuda-. Tienes mucha razon.
Despues de la cena pongo toallas limpias sobre la cama en la habitacion de huespedes. Mi madre esta sentada en la cama. La habitacion tiene el aspecto minimalista tan caro a Harold: las camas gemelas con sabanas y mantas blancas, suelo de madera pulimentada, una silla de roble blanqueada y las paredes grises e inclinadas totalmente vacias.
El unico elemento decorativo es una pieza de aspecto extrano al lado de la cama: una mesita auxiliar construida con una losa de marmol tallada de manera irregular, las patas formadas por un entrecruzamiento de finas maderas negras laqueadas. Mi madre deja el bolso sobre la mesa y el florero cilindrico que descansa encima del marmol empieza a bambolearse y tiemblan las fresias que contiene.
– Ten cuidado, que no es muy fuerte -le advierto.
Esa mesa es una pieza mal disenada que Harold hizo en sus tiempos de estudiante. Siempre me he preguntado por que esta tan orgulloso de ella. Sus lineas son torpes. No tiene ninguno de los rasgos de «fluidez» que ahora son tan importantes para Harold.
– ?Para que sirve? -pregunta mi madre, moviendo la mesa con la mano-. Pones algo mas encima y todo se viene abajo.
Dejo a mi madre en su habitacion y bajo a la sala. Harold esta abriendo las ventanas para que entre el aire nocturno. Lo hace todas las noches.
– Tengo frio -le digo.
– ?Como es eso?
– ?Podrias cerrar las ventanas, por favor?
El me mira, suspira y sonrie, cierra las ventanas y luego se sienta en el suelo y abre una revista. Yo estoy sentadaza en el sofa, enfurrunada, y no se por que. Harold no ha hecho nada irritante. Se limita a ser Harold.
Incluso antes de hacerlo, se que voy a iniciar una pelea tan virulenta que no sabre controlarla. Pero lo hago de todos modos. Voy al frigorifico y tacho la palabra «helado» en la columna de la lista correspondiente a Harold.
– ?Que estas haciendo?
– No creo que debas seguir obteniendo credito por
El se encoge de hombros, divertido.
– Me parece bien.
– ??Por que tienes que ser tan condenadamente justo?! -le grito.
Harold deja la revista a un lado y me mira boquiabierto y exasperado.
– ?Que es esto? ?Por que no dices lo que te ocurre?
– No se… no se… Es todo… la manera de contarlo lodo, lo que compartimos, lo que no compartimos. Estoy demasiado harta de eso, de sumar, restar y compensar. Me asquea.
– Fuiste tu la que quisiste el gato.
– ?De que estas hablando?
– De acuerdo, si crees que soy injusto porque te hago pagar a los exterminadores de pulgas, los pagaremos los dos.
– ?No se trata de eso!
– ?Entonces dime de que se trata, por favor!
Me echo a llorar, cosa que Harold detesta. Siempre le hace sentirse incomodo e irritado. Cree que es un recurso manipulador. Pero no puedo evitado, porque ahora me doy cuenta de que no se cual es el motivo de la discusion. ?Le estoy pidiendo a Harold que me mantenga? ?Le pido que este de acuerdo en que yo pague menos de la mitad? ?Creo de veras que deberiamos dejar de contado todo? ?No seguiriamos haciendolo mentalmente? ?No acabaria Harold pagando mas? ?Y no me sentiria entonces peor, porque no seriamos iguales? O tal vez deberiamos haber empezado por no casarnos. Tal vez Harold es un mal hombre. Tal vez yo tenga la culpa de que se haya vuelto asi.