– Entonces ojala no fuese hija tuya. ?Ojala no fueras mi madre!

Mientras asi hablaba me embargo el temor. Tuve la sensacion de que gusanos, sapos y criaturas viscosas salian reptando de mi pecho, pero tambien me senti aliviada, como si aquel lado terrible de mi saliera por fin a la superficie.

– Es demasiado tarde para cambiar eso -dijo mi madre en voz chillona.

Comprendi que su colera estaba a punto de desbordarse, y quise que ocurriera. Entonces recorde las hijas que perdio en China, aquellas de las que nunca hablabamos.

– ?Pues ojala no hubiera nacido! -exclame-. ?Preferiria estar muerta! Como ellas.

Fue como si hubiera pronunciado unas palabras magicas. Su rostro se volvio inexpresivo, cerro la boca, dejo caer los brazos a los lados y salio de la sala, aturdida, como una hoja muerta, delgada y quebradiza, arrastrada por el viento.

***

Aquella no seria la unica decepcion de mi madre, durante los anos siguientes fracase muchas veces, y en cada una de ellas afirmaba mi voluntad, mi derecho a no estar a la altura de lo que ella esperaba de mi. No obtenia sobresalientes, no me nombraron presidenta de la clase, no me admitieron en la universidad de Stanford. Abandone los estudios. Al contrario que ella, no crei; que pudiera ser cualquier cosa que me propusiera. Solo podia ser yo misma.

Y en el transcurso de aquellos anos nunca hablamos del desastre en el recital ni de mis terribles acusaciones cuando me sento a la fuerza en el banco del piano. Todo eso siguio latente, como una traicion de la que ya no era posible hablar, y asi nunca encontre la ocasion de preguntarle por que habia puesto sus esperanzas en algo tan grande que el fracaso era inevitable. Y lo que era aun peor, nunca le pregunte lo que mas me atemorizaba: ?por que habia renunciado a la esperanza?

Tras aquella refriega en el piano, no volvio a pedirme que tocara. Cesaron las lecciones. La tapa se cerro sobre el teclado, dejando fuera el polvo, mi afliccion y los suenos de mi madre. Por eso me sorprendi hace unos anos, cuando cumpli los treinta y me ofrecio el piano. No habia vuelto a tocar desde aquel dia, y considere el ofrecimiento como una senal de perdon, como la eliminacion de una carga tremenda.

– ?Estas segura? -le pregunte timidamente-. ?No lo echareis en falta tu y papa?

– No, es tu piano -dijo ella con firmeza-. Siempre lo sera. Eres la unica que puede tocarlo.

– Bueno, es probable que ya no sepa tocar… Han pasado muchos anos.

– Te acordaras en seguida -dijo mi madre, como si no tuviera la menor duda-. Tienes un talento natural. Podrias ser un genio si quisieras.

– No, no podria serlo.

– Es que no lo intentas -dijo mi madre, y no estaba airada ni triste. Lo dijo como si anunciara un hecho irrefutable-. Llevatelo.

Pero al principio no me lo lleve. Ya era suficiente con que me lo hubiera ofrecido. Desde entonces, cada vez que veia el piano en la sala de estar de mis padres, ante las ventanas saledizas, me sentia orgullosa, como si fuese un brillante trofeo que hubiera recuperado.

La semana pasada envie a un afinador a casa de mis padres para que pusiera el piano en condiciones, por motivos puramente sentimentales. Mi madre murio unos meses atras, y me dedique a ordenar las cosas para mi padre, poco a poco, en cada una de mis visitas. Guarde las joyas en bolsas de seda especiales. Los sueteres que ella habia tejido, amarillo, rosa, naranja brillante, todos los colores que yo detestaba, los coloque en cajas a prueba de polillas. Encontre unos viejos vestidos de seda chinos, de esos que tienen unas pequenas ranuras a los lados. Restregue la seda antigua contra mi piel y luego los envolvi en papel fino y decidi llevarmelos a casa.

Cuando el piano estuvo afinado, abri la tapa y pulse las teclas. Su sonido era incluso mas modulado de lo que recordaba. Desde luego, era un instrumento muy bueno. En el compartimiento del banco estaban los mismos ejercicios con las escalas escritas a mano, los mismos libros de musica de segunda mano, las tapas sujetas con cinta amarilla.

Abri el libro de Schumann por la pequena pieza triste que toque en el recital. Estaba a la izquierda de la pagina: «Nino que suplica». Parecia mas dificil de lo que recordaba. Toque unos cuantos compases y me sorprendi de la facilidad con que las notas acudian a mis manos.

Y por primera vez, o asi me lo parecio, repare en la pieza de la derecha. Se titulaba «Felicidad perfecta». Intente tocarla tambien. La melodia era mas ligera, pero tenia el mismo ritmo fluido y resulto ser muy facil. «Nino que suplica» era mas corta pero mas lenta. «Felicidad perfecta» era mas larga pero mas rapida. Y despues de tocar ambas piezas unas cuantas veces, me di cuenta de que eran dos mitades de la misma cancion.

VERSION AMERICANA

– ?Ah! -grito la madre al ver el guardarropa con lunas en el dormitorio principal del nuevo piso de su hija-. No puedes poner espejos a los pies de la cama. Toda la felicidad de tu matrimonio rebotara e ira en la direccion contraria.

– Es el unico sitio donde tiene cabida este armario, asi que va a quedarse aqui -replico la hija, irritada porque su madre veia malos augurios por todas partes. Siempre habia oido esa clase de advertencias.

La madre fruncio el ceno y busco algo en el bolso comprado en Macy's que solo habia usado un par de veces.

– Entonces, afortunadamente, te lo puedo solucionar.

Saco el espejito de bordes dorados que habia adquirido la semana anterior en el Price Club. Era su regalo por la inauguracion de la vivienda. Lo apoyo contra el cabezal de la cama, sobre las dos almohadas.

– Cuelgalo ahi -dijo la madre, senalando la pared-. Este espejo ve al otro y, ?hala!, multiplica la suerte para el florecimiento del melocoton.

– ?La suerte para el florecimiento del melocoton? ? Que es eso?

La madre sonrio, con un brillo de malicia en los ojos.

– Esta ahi dentro -dijo senalando el espejo-. Miralo bien y dime si no tengo razon. En este espejo esta mi futuro nieto, sentado ya en mi regazo la proxima primavera.

La hija miro y, ?hala!, alli estaba: su propio reflejo la miraba.

LENA ST. CLAIR

Marido y arroz

Siempre he creido que mi madre tiene la misteriosa capacidad de ver ciertas cosas antes de que sucedan. Ella explica lo que sabe con un proverbio chino. Chunwang chihan: si los labios desaparecen, los dientes tendran frio, cuyo significado, supongo, es que una cosa siempre es resultado de otra.

Pero mi madre no predice cuando se producira un terremoto o cual sera el comportamiento del mercado de valores. Solo ve cosas malas que afectan a nuestra familia, y sabe cuales son sus causas. Ahora se lamenta de no haber hecho nunca nada para impedidas.

Cierta vez, cuando yo era todavia pequena y viviamos en San Francisco, observo que la cuesta donde se alzaba nuestra casa era demasiado empinada y dijo que el bebe que aun llevaba en su seno caeria por alli y moriria. Y asi ocurrio.

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