ocurrir no tenia sentido. Me pregunte si deberia correr al agua e intentar sacarle. ?Deberia gritar a mi padre? ?Podria incorporarme con suficiente rapidez? ?Podia hacer que todo retrocediera y prohibirle a Bing que fuera a reunirse con mi padre en el arrecife?
Entonces regresaron mis hermanas y una de ellas pregunto donde estaba Bing. Se hizo el silencio durante unos segundos y luego hubo gritos y revuelo de arena cuando todos pasaron por mi lado hacia el borde del agua. Me quede alli, incapaz de moverme, mientras mis hermanos apartaban freneticamente maderas de deriva para ver que habia detras. Mis padres intentaban separar las olas con las manos.
Estuvimos alli muchas horas. Recuerdo las embarcaciones de busqueda, la puesta de sol y la oscuridad. Jamas habia visto una puesta de sol como aquella: una brillante llama anaranjada que rozaba el borde del agua y luego se abria en abanico, calentando el mar. Cuando oscurecio, se encendieron los fanales amarillos de las barcas y mi madre se arrojo al agua. No habia nadado en toda su vida, pero la fe en su
Cuando los hombres de la partida de rescate la sacaron finalmente del agua, seguia con su
Habia supuesto que mis padres y hermanos me matarian a azotes. Sabia que era culpable, porque no habia vigilado al pequeno como era debido, y, no obstante, le habia visto. Pero nos sentamos en la sala a oscuras y les oi, uno tras otro, susurrando sus pesares.
– He sido un egoista al empenarme en pescar -dijo mi padre.
– No deberiamos haber ido a pasear -observo Janice, mientras Ruth se sonaba una vez mas.
– ?Por que me echaste arena a los ojos? -gimio Luke-. ?Por que me obligaste a pelear?
Y mi madre, dirigiendose a mi, admitio en voz baja:
– Te pedi que los separases, que dejaras de vigilar al pequeno.
Si hubiera tenido tiempo para experimentar una sensacion de alivio, se habria evaporado en seguida, porque mi madre tambien me dijo:
– Manana a primera hora debemos volver ahi y encontrarle, tu y yo.
Todos tenian la vista baja, pero entendi que aquel era mi castigo: salir con mi madre, regresar a la playa y ayudarla a encontrar el cuerpo de Bing.
No estaba en absoluto preparada para lo que mi madre hizo al dia siguiente. Cuando me desperte aun no habia amanecido, pero ella ya estaba vestida. Sobre la mesa de la cocina habia un termo, una taza de te, la Biblia encuadernada en similicuero blanco y las llaves del coche.
– ?Ya esta listo papa? -le pregunte.
– Papa no viene -replico.
– Entonces, ?como vamos a llegar alli? ?Quien nos llevara?
Ella cogio las llaves del coche y la segui afuera. Subimos al vehiculo y, mientras nos dirigiamos a la playa, no deje de preguntarme como habia aprendido a conducir de la noche a la manana. No utilizo la guia de carreteras. Condujo con suavidad, giro mas abajo de Geary y entro en la gran autopista, sin olvidar en ningun momento la senalizacion correcta, cogio la carretera costera y tomo con pericia las curvas cerradas que con frecuencia dejaban a los conductores inexpertos en la cuneta o los hacian saltar por los precipicios.
Cuando llegamos a la playa, sin perdida de tiempo mi madre recorrio el sendero de tierra y avanzo hasta el extremo del arrecife, donde yo habia visto desaparecer a Bing. Llevaba en la mano la Biblia blanca. Alli, ante el agua, llamo a Dios y las gaviotas transportaron su vocecilla al cielo. Empezo diciendo «Dios mio querido» y termino con «amen», y entre la primera expresion y la ultima hablo en chino.
– Siempre he creido en tus bendiciones -le dijo a Dios, en el mismo tono de alabanza que usaba para los exagerados cumplidos chinos-. Sabiamos que llegarian, no las poniamos en duda. Tus decisiones eran las nuestras. Tu nos recompensabas por nuestra fe.
»A cambio siempre hemos procurado mostrarte nuestro respeto mas profundo. Ibamos a tu casa, te dabamos dinero, cantabamos tus himnos. Nos diste mas bendiciones, y ahora hemos extraviado una de ellas. Es cierto que hemos sido descuidados. Teniamos tantas cosas buenas que no podiamos pensar constantemente en todas ellas.
»Asi, tal vez nos lo has ocultado para darnos una leccion, para que tuvieramos mas cuidado con tus dones en el futuro. Lo he aprendido, esta grabado en mi memoria. Y ahora he venido para recuperar a Bing.
Escuche en silencio a mi madre, horrorizada, y me eche a llorar cuando le oi anadir:
– Perdonanos por sus malos modales. Mi hija, aqui presente, no dejara de darle mejores lecciones de obediencia antes de que el muchacho te visite de nuevo.
Despues de la plegaria, su fe era tan grande que le vio, tres veces, saludandola con la mano desde mas alla de la primera ola.
Mi madre no agacho la cabeza. Regreso a la playa y dejo la Biblia. Cogio el termo y la taza y se acerco a la orilla. Entonces me dijo que la noche anterior habia recordado su pasado, cuando era una muchacha en China, y he aqui lo que habia hallado:
– Recuerdo que un chico perdio una mano a causa de los fuegos artificiales. Vi los jirones de su brazo y sus lagrimas, y entonces oi a su madre afirmar que le creceria otra mano, mejor que la perdida. Aquella madre dijo que pagaria multiplicada por diez una deuda ancestral, que usaria un tratamiento de agua para aplacar la ira de Chu Jung, el dios del fuego, con sus tres ojos. Y, en efecto, a la semana siguiente aquel nino montaba en bicicleta, ?y cuando paso ante mis ojos asombrados vi que sujetaba el manillar con las dos manos!
Entonces mi madre bajo el tono de voz, y cuando hablo de nuevo lo hizo de un modo precavido y respetuoso.
– Cierta vez uno de nuestros antepasados robo aguo de un pozo sagrado. Ahora el agua trata de robar a su vez. Hemos de atemperar el malhumor del dragon serpenteante que vive en el mar. Tiene sujeto a Bing, y hemos de hacer que afloje su presa dandole otro tesoro que pueda esconder.
Mi madre vertio te endulzado con azucar en la taza y la arrojo al mar. Entonces abrio el puno. Tenia en la palma un anillo con un zafiro azul palido, regalo de su madre, que habia muerto muchos anos antes. Me dijo que la belleza de aquella piedra hacia que las madres la mirasen codiciosas, desatendiendo a los ninos a los que vigilaban tan celosamente. Aquello haria que el dragon serpenteante se olvidara de Bing. Arrojo el anillo al agua.
Pero ni siquiera asi Bing aparecio de inmediato. Durante cosa de una hora no vimos mas que algas a la deriva. Entonces mi madre se llevo las manos al pecho y exclamo:
– ?Ya se! Es porque estamos mirando en la direccion equivocada.
Tambien yo vi a Bing caminando pesadamente en el extremo de la playa, los zapatos colgando de la mano, la morena cabeza gacha, extenuado. Pude sentir lo mismo que sentia mi madre. Experimentamos un instante de alegria inconmensurable. Y entonces, antes de que pudieramos levantarnos, las dos le vimos encender un cigarrillo, crecer y convertirse en un desconocido.
– Vamonos, mama -le dije lo mas suavemente posible.
– Esta aqui -dijo ella con firmeza, y senalo la pared irregular al otro lado del agua-. Le veo. Esta en una cueva, sentado en un escalon por encima del agua. Tiene hambre y un poco de frio, pero ya ha aprendido a no quejarse demasiado.
Entonces se levanto y echo a andar por la arena como si fuese un camino pavimentado. Intente seguida, caminando con dificultad y tropezando con los blandos monticulos. Mi madre subio por el empinado sendero hasta el lugar donde estaba aparcado el coche, y ni siquiera jadeaba cuando saco del maletero una gran camara de neumatico. Ato a este salvavidas el sedal de la cana de pescar de mi padre. Regreso a la orilla y lanzo la camara al mar, sujetando el sedal.
– Esto ira al lugar donde esta Bing -dijo con vehemencia-. Le hara volver.
Jamas habia notado tanto
La camara de neumatico parecio corroborar su idea. Fue a la deriva hacia el otro lado de la cala, donde la zarandeo un oleaje mas fuerte. El sedal se puso tenso y ella lo aferro, pero no pudo evitar que se rompiera y