realmente la novia de Ted, pero ella prosiguio-: Me parece magnifico que tu y Ted os divirtais tanto juntos y por eso mismo espero que no interpretes mallo que he de decirte.
Entonces me hablo pausadamente del futuro de Ted, de su necesidad de concentrarse en los estudios de medicina y de que pasarian varios anos antes de que pudiera pensar en casarse. Me aseguro que no tenia nada en contra de las minorias raciales. Ella y su marido, propietarios de una cadena de tiendas que suministraban material de oficina, conocian personalmente a muchas personas excelentes que eran orientales, hispanos e incluso negros, pero Ted iba a dedicarse a una profesion en la que seria juzgado con distinto criterio por los pacientes, y otros medicos, quiza no tan comprensivos como los J ardan. Me dijo que era una desgracia que el resto del mundo fuese como era y que la guerra de Vietnam era muy impopular.
– No soy vietnamita, senora Jordan -le dije en voz baja, aunque estaba a punto de gritar- y no tengo la menor intencion de casarme con su hijo.
Aquel dia, cuando Ted me llevaba a casa en su coche, le dije que no podia seguir viendole. El quiso saber por que, y me encogi de hombros. Insistio y le repeti literalmente lo que me habia dicho su madre, sin hacer ningun comentario.
– ?Y tu no vas a mover un solo dedo! -exclamo-. ?Dejaras que mi madre decida lo que es correcto?
Parecia como si yo fuese una conspiradora que se habia convertido en traidora. Me conmovio que Ted se enojara tanto.
– ?Que deberiamos hacer? -le pregunte, pensando que la sensacion apenada que experimentaba era el inicio del amor.
Durante aquellos primeros meses nos aferramos uno a otro con una desesperacion mas bien absurda, porque, a pesar de todo lo que pudieran decir mi madre o la senora Jordan, no habia nada que realmente nos impidiera vemos. Con una tragedia imaginaria cerniendose sobre nosotros, nos hicimos inseparables, dos mitades que creaban el todo: yin y yang. Yo era una victima para su talante heroico, siempre estaba en peligro y el me rescataba continuamente, yo caia y el me levantaba. Era algo estimulante y agotador a la vez. El efecto emocional de salvar y ser salvado se estaba convirtiendo en una adiccion para los dos. Nuestra relacion amorosa, incluso en la cama, se alimentaria de esa necesidad mia de proteccion.
– ?Que deberiamos hacer? -segui preguntandole, y menos de un ano despues de nuestro primer encuentro viviamos juntos.
Un mes antes de que Ted iniciara la carrera de medicina en la Universidad de California, San Francisco, nos casamos en la iglesia episcopal, y la senora Jordan se sento en la primera fila, llorando como se esperaba de la madre del novio. Cuando Ted finalizo su etapa de medico residente especializado en dermatologia, compramos una vieja casa victoriana de tres plantas y con un amplio jardin en Ashbury Heights. Ted me ayudo a instalar un estudio en la planta baja, para que pudiera dedicarme a trabajar por mi cuenta como ayudante de produccion de artistas graficos.
A partir de entonces, Ted lo decidia todo: donde iriamos de vacaciones, el mobiliario que deberiamos comprar, cuanto tiempo esperariamos para trasladamos a un barrio mejor antes de tener hijos. Discutiamos algunas de estas cosas, pero ambos sabiamos que al final le diria: «Decidelo tu, Ted», y no habria mas que hablar. Pronto ceso toda discusion, y Ted se limitaba a decidir, mientras que a mi ni se me ocurria ponerle objeciones. Preferia ignorar el mundo que me rodeaba y solo me fijaba en lo que tenia ante los ojos, la escuadra, el
Pero el ultimo ano, cambiaron los sentimientos de Ted acerca de lo que el llamaba «decision y responsabilidad». Una paciente le planteo un problema de venas varicosas en la mejilla. El le dijo que podia eliminarle aquella especie de telarana rojiza y devolverle la belleza, y ella le creyo, pero durante la operacion le succiono un nervio por accidente y le dejo torcido el lado izquierdo de la cara. La mujer lo demando.
Despues de que perdiera el litigio por negligencia profesional -el primero y, ahora me doy cuenta, una enorme conmocion para el- empezo a presionarme para que yo tomara decisiones. ?Creia que deberiamos comprar un coche del pais o japones? ?Deberiamos cambiar el seguro de vida a plazo fijo? ?Que pensaba de aquel candidato que apoyaba a los contras nicaraguenses? ?Cuantos hijos deberiamos tener?
Yo sopesaba los pros y los contras, pero al final me sentia muy confusa, porque nunca creia que hubiera una sola respuesta correcta y, no obstante, eran muchas las erroneas. Asi pues, cada vez que decia: «Decidelo tu» o «me es indiferente» o «me parece bien de cualquiera de las maneras.' Ted replicaba con impaciencia: «No, decidelo
Percibi que las cosas estaban cambiando entre nosotros. Se habia alzado un velo protector y ahora Ted empezaba a hacerme responsable de todo. Me pedia que decidiera sobre las cosas mas triviales, como para provocarme: comida italiana o tailandesa, un aperitivo o dos, que clase de aperitivo, tarjeta de credito o metalico, Visa o MasterCard.
El ultimo mes, cuando se disponia a marcharse para seguir un cursillo de dermatologia en Los Angeles, que duraria un par de dias, me pregunto si queria acompanarle, pero en seguida, sin darme tiempo a responderle, anadio:
– No importa, prefiero ir solo.
– Asi tendras mas tiempo para estudiar -convine.
– No es por eso. Es que nunca eres capaz de tomar una decision acerca de nada.
– Solo en asuntos que no tienen importancia -proteste.
– Entonces nada es importante para ti -dijo el en tono de disgusto.
– Ted, si quieres que vaya, ire.
Estas palabras parecieron tocarle alguna fibra sensible.
– No se como llegamos a casamos. ?Dijiste que si solo porque el sacerdote te dijo «repite conmigo…»? ?Que habria sido de tu vida si no te hubieras casado conmigo? ?Se te ha ocurrido pensarlo alguna vez?
Habia tan poca logica entre lo que cada uno de nosotros decia, que tuve la sensacion de que eramos como dos seres situados en sendas cimas montanosas, inclinandose temerariamente hacia delante para arrojarse piedras, sin ver el peligroso abismo que las separaba. Ahora comprendo que Ted hablaba asi expresamente desde el principio, con la intencion de mostrarme la brecha, porque esa misma noche me llamo desde Los Angeles y dijo que queria divorciarse.
Desde que Ted se marcho, he estado pensando y llegado a la conclusion de que aunque lo hubiera esperado, aunque hubiera sabido como orientaria mi vida, el golpe habria sido igualmente brutal.
Cuando sufres un choque tan violento, es inevitable que pierdas el equilibrio y caigas. Y una vez que te has levantado, comprendes que no puedes confiar en que nadie te salve, ni tu marido ni tu madre ni Dios. ?Que puedes hacer entonces para evitar inclinarte y caer de nuevo?
Durante muchos anos mi madre creyo en la voluntad divina. Era como si hubiera abierto un grifo celestial que no cesaba de verter la divinidad; Decia que la fe era lo que posibilitaba todas las cosas buenas con que nos encontrabamos en la vida, pero yo entendia «destino», porque ella no sabia pronunciar el sonido «th» de la palabra «fe». [2]
Mas adelante descubri que quiza se trataba de destino desde el principio, que la fe no era mas que la ilusion de que, de algun modo, ejerces el control de tu vida. Observe que lo maximo que yo podia tener era esperanza, con lo cual no negaba ninguna posibilidad, ni buena ni mala. Todo lo que decia era: «Si hay una alternativa, Dios mio o lo que seas, inclina hacia aqui las probabilidades».
Recuerdo que cuando empece a pensar asi fue una gran revelacion para mi. Sucedio el dia en que mi madre perdio la fe en Dios, cuando descubrio que no podria volver a confiar jamas en cosas de certeza incuestionable.
Habiamos ido a la playa, a un lugar recogido al sur de la ciudad, cerca de Devil's Slide. Mi padre habia leido en la revista