cayera al agua trazando una espiral.

Ambas nos dirigimos al extremo del arrecife. Ahora la camara habia llegado al otro lado de la cala, y una gran ola la arrojo contra la pared. La camara hinchada salto hacia arriba y luego fue absorbida bajo la pared, en una caverna. Poco despues se asomo, y a partir de entonces una y otra vez desaparecia, emergia, negra y reluciente, informando fielmente que habia visto a Bing e iba a intentar sacado de la cueva. Una y otra vez se sumergio y volvio a salir, vacia pero todavia esperanzada, hasta que, por fin, al cabo de unas doce veces, fue absorbida por la negra cavidad y, cuando salio, estaba desgarrada y desinflada.

Solo entonces mi madre se dio por vencida. Jamas olvidare la expresion de su rostro, una expresion de desesperacion y horror absolutos, por haber perdido a Bing, por ser tan necia de creer que la fe le serviria para cambiar el destino. Y me senti furiosa, ciegamente furiosa, porque todo nos habia fallado.

***

Ahora se que en ningun momento espere encontrar a Bing, como se ahora que jamas encontrare la manera de salvar mi matrimonio. Pero mi madre me dice que debo seguir intentandolo.

– ?Para que? -replico-. No hay ninguna esperanza. No hay ningun motivo para que siga intentandolo.

– Porque debes hacerla -dice ella-. Ni la esperanza ni la razon tienen nada que ver con esto. Se trata de tu destino. Es tu vida, lo que debes hacer.

– ?Que debo hacer entonces?

– Eso tienes que averiguado tu misma -responde mi madre-. Si alguien te lo dice, no lo estas intentando.

Y sale de la cocina, dejandome ahi sola para que reflexione en eso.

Pienso en Bing, en como supe que corria peligro y como deje que ocurriera su accidente. Pienso en mi matrimonio, en los signos que percibi. Si, vi los signos, pero me limite a dejar que las cosas sucedieran. Y pienso en que el destino esta formado a medias por las expectativas y a medias por la falta de atencion. Pero, de algun modo, cuando pierdes algo que amas, interviene la fe. Tienes que prestar atencion a lo que has perdido. Tienes que deshacer la expectativa.

Mi madre sigue prestando atencion a lo que perdio. Se que ve esa Biblia bajo la pata de la mesa. Recuerdo que la vi escribir algo en ella antes de que la hiciera servir como una cuna.

Levanto la mesa y saco la Biblia. La pongo sobre la mesa y paso rapidamente las paginas, porque se que ahi esta lo que busco. En la pagina anterior al inicio del Nuevo Testamento hay una seccion con el rotulo «Fallecimientos», y ahi es donde escribio «Bing Hsu», a lapiz y con trazo ligero, facilmente borrable.

JING-MEI WOO

Dos clases

Mi madre creia que en los Estados Unidos puedes ser cualquier cosa que te propongas, puedes abrir un restaurante, trabajar para el gobierno y obtener una buena pension al jubilarte, comprar una casa sin apenas entregar dinero a cuenta, hacerte rico, ser famoso de la noche a la manana.

– Por supuesto, tambien puedes ser un prodigio -me dijo cuando tenia nueve anos-. Puedes ser la mejoren lo que quieras. ?Que sabe tia Lindo? Su hija solo es la mejor tramposa.

Mi madre cifraba en los Estados Unidos todas sus esperanzas. Llego a este pais en 1949, tras perderlo todo en China, sus padres, su hogar, su primer marido y dos hijas, dos bebes gemelos. Pero jamas miro atras con pesar. Las cosas mejorarian en muchos aspectos.

***

No encontramos en seguida la clase de prodigio mas adecuada. Al principio mi madre penso que yo podria ser una Shirley Temple china. Mirabamos viejas peliculas de Shirley por television, como si fuesen material de adiestramiento. Mi madre me tocaba el brazo y decia:

– Ni kan (Fijate).

Y yo veia a Shirley bailando un zapateado o cantando una cancion de marineros o frunciendo los labios hasta formar una O muy redonda mientras decia: «Oh, Dios mio».

– Ni Kan -repetia cuando los ojos de Shirley se inundaban de lagrimas-. Ya sabes como hacerlo. ?Para llorar no se necesita talento!

Poco despues de que a mi madre se le ocurriera la idea de que deberia imitar a Shirley Temple, me llevo a una escuela de peluqueria en el distrito de Mission y me puso en manos de una alumna que apenas podia sostener las tijeras sin que le temblara la mano. En vez de salir de alli con unos rizos grandes y espesos, lo hice con una masa irregular de lanilla negra y crespa. Mi madre me llevo a rastras al bano y trato de alisarme el pelo mojandolo.

– Pareces una china negra -se lamento, como si yo hubiera hecho aquel desaguisado a proposito.

La instructora de la escuela de peluqueria tuvo que podar aquellos humedos mechones para igualarme de nuevo el cabello.

– Ultimamente Peter Pan es muy popular -le aseguro a mi madre.

A hora tenia el pelo corto como el de un chico, con un flequillo ladeado cinco centimetros por encima de las cejas. Ese corte de pelo me gustaba, me estimulaba a esperar ilusionada mi futura fama.

La verdad es que al principio estaba tan excitada como mi madre, tal vez incluso mas. Me representaba esa faceta de nina prodigio con muchas imagenes diferentes, que me probaba como prendas de vestir, para ver cual me sentaba mejor. Unas veces era una refinada bailarina, de pie al lado del telon, en espera de escuchar la musica que me haria avanzar deslizandome sobre las puntas de los pies. Otras veces era el Nino Jesus, alzado del pesebre de paja y llorando con sagrada indignacion, o era Cenicienta, bajando de la calabaza convertida en carroza con una centelleante musica de dibujos animados llenando la atmosfera.

Imaginaba todas esas cosas con la sensacion de que pronto llegaria a ser perfecta. Mis padres me adorarian, mi comportamiento seria irreprochable, jamas me enfurrunaria por nada.

Pero a veces el componente prodigioso de mi personalidad se volvia impaciente. «Si no te das prisa y me sacas de aqui», me advertia, «voy a desaparecer para siempre, y entonces nunca seras nada».

Cada noche, despues de la cena, mi madre y yo nos sentabamos en la cocina, ante la mesa de formica. Ella me sometia a nuevas pruebas, tomando sus ejemplos de relatos sobre ninos sorprendentes que habia leido en el Crealo o no de Ripley, La buena ama de casa, Reader's Digest y una docena mas de revistas que guardaba amontonadas en nuestro dormitorio. Esas revistas se las regalaban las personas cuyas casas iba a limpiar y, como limpiaba muchas casas cada semana, teniamos un gran surtido. Las hojeaba todas, buscando relatos sobre ninos notables.

La primera noche se sirvio de la anecdota de un nino de tres anos que conocia las capitales de todos los estados y hasta de la mayor parte de paises europeos. La revista citaba a un maestro segun el cual el pequeno tambien sabia pronunciar correctamente los nombres de las ciudades extranjeras.

– ?Cual es la capital de Finlandia? -me pregunto mi madre, mirando la revista.

Yo solo conocia la capital de California, porque Sacramento era el nombre de la calle de Chinatown donde viviamos.

– ?Nairobi! -conjeture, diciendo la palabra mas extranjera que se me ocurrio. Ella comprobo si esa era una posible pronunciacion de «Helsinki» antes de mostrarme la respuesta correcta.

Las dificultades de las pruebas fue en aumento: tenia que multiplicar mentalmente, encontrar la reina de corazones en una baraja, tratar de mantenerme vertical sobre la cabeza sin usar las manos, predecir las temperaturas diarias en Los Angeles, Nueva York y Londres.

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