y descubriera los ultimos granos de arroz que no acabaste.

Recuerdo una tarde en el lago Tai, poco despues de que me casara con aquel hombre. Fue entonces cuando llegue a amarle. El me habia vuelto el rostro hacia el sol poniente. Sostuvo mi barbilla, me acaricio la mejilla y dijo:

– Tienes ojos de tigre, Ying-ying. Por el dia recogen fuego y por la noche tienen un fulgor dorado.

No me rei, aunque ese era un poema que el recitaba muy mal. Llore con sincera alegria. Me sentia como si estuviera en el agua, debatiendome para salir pero, a la vez, deseando quedarme dentro. Asi llegue a quererle, asi sucede cuando una persona une su cuerpo al tuyo y una parte de tu mente se debate para unirse a esa persona contra tu voluntad.

Me converti en una extrana para mi misma. Realzaba mi belleza para el. Si me calzaba zapatillas, elegia un par que a el sin duda alguna le gustaria. Cada noche me cepillaba el pelo noventa y nueve veces, a fin de atraer la suerte a nuestro lecho nupcial, con la esperanza de concebir un hijo.

La noche que el engendro un hijo en mi, una vez mas lo supe antes de que ocurriera. Supe que era un varon, vi su cuerpecillo en mi matriz. Tenia los ojos de mi marido, grandes y muy separados, tenia los dedos largos, gruesos lobulos en las orejas y un pelo liso y brillante que se iniciaba muy arriba para revelar la frente ancha.

Precisamente porque mi alegria fue tan grande, llegue a experimentar tanto odio. Pero cuando estaba en el apogeo de mi felicidad, tuve una preocupacion que comenzo exactamente encima de mi frente, en el lugar donde conoces las cosas. Mas adelante esa preocupacion fue deslizandose hacia mi corazon, donde sientes las cosas y se vuelven reales.

Mi marido empezo a realizar muchos viajes de negocios al norte. Estos viajes se iniciaron poco despues de que nos casaramos, pero se hicieron mas largos despues de que yo quedara embarazada. Recorde que el viento del norte habia soplado suerte y marido hacia mi, por lo que de noche, cuando el estaba ausente, abria de par en par las ventanas de mi dormitorio, incluso cuando hacia frio, para que el viento me trajera de nuevo su espiritu y su corazon.

Lo que no sabia era que el viento del norte es el mas frio. Penetra en el corazon y arrebata el calor. El viento adquirio tal fuerza que se llevo a mi marido de mi dormitorio haciendole salir por la puerta trasera. Mi tia mas joven me comunico que mi marido me habia dejado para vivir con una cantante de opera.

Mas tarde todavia, cuando supere mi afliccion y llegue a no albergar en mi pecho mas que desesperacion y odio, mi tia mas joven me hablo de otras mujeres, bailarinas y senoras norteamericanas, prostitutas, una prima incluso mas joven que yo y que se marcho misteriosamente a Hong Kong, poco despues de que mi marido desapareciera.

Asi pues, le hablare a Lena de mi verguenza. Le dire que fui rica y bella, demasiado buena para un hombre cualquiera, y que me converti en una mercancia abandonada. Le dire que, a los dieciocho anos, la belleza desaparecio de mis mejillas y que pense en arrojarme al lago como otras mujeres deshonradas. Y le dire que mate al bebe por el odio que llegue a sentir hacia aquel hombre.

Saque al bebe de mi matriz antes de que pudiera nacer. En aquel tiempo, en China, matar a un bebe antes de que naciera no era nada malo. Pero incluso entonces pense que si lo era, porque un terrible deseo de venganza fluyo de mi cuerpo con los jugos del hijo primogenito de aquel hombre.

Cuando las enfermeras me preguntaron que debian hacer con el bebe sin vida, les arroje un periodico y les dije que lo envolvieran como a un pescado y lo arrojaran al lago. Mi hija cree que no se lo que significa no desear un bebe.

Cuando mi hija me mira, ve a una vieja menuda, porque solo me ve con los ojos externos. No tiene chuming, conocimiento interior de las cosas. Si tuviera chuming veria a una mujer que es como un tigre, y sentiria prevencion y temor.

Naci en el ano del Tigre. Fue un ano muy malo para nacer, pero un ano muy bueno para ser un Tigre. Aquel ano entro en el mundo un espiritu maligno. Los habitantes del campo morian como pollos en un dia torrido de verano, mientras que los de la ciudad se convirtieron en sombras, entraron en sus hogares y desaparecieron. Los recien nacidos no engordaban. La carne se desprendia de sus huesos al cabo de unos dias y morian.

El espiritu maligno permanecio cuatro anos en el mundo. Pero yo procedia de un espiritu mas fuerte todavia y vivi. Eso es lo que me dijo mi madre cuando tuve edad suficiente para saber por que siempre ponia tanto empeno en salirme con la mia.

Entonces me conto por que el tigre es dorado y negro. Este animal tiene dos aspectos. El lado dorado salta con su corazon feroz, mientras que el lago negro permanece inmovil, lleno de astucia, ocultando su oro entre los arboles, viendo sin ser visto, esperando con paciencia a que lleguen las presas. Yo no aprendi a usar mi lado negro hasta que aquel mal hombre me abandono.

Me volvi como las mujeres del lago. Cubri con panos los espejos de mi dormitorio para no ver mi afliccion. Perdi las fuerzas, hasta tal punto que ni siquiera podia levantar las manos para ponerme alfileres en el pelo. Y entonces flote como una hoja muerta sobre el agua, hasta que sali de la casa de mi suegra y regrese al hogar de mi familia.

Me fui al campo, en las afueras de Shanghai, para vivir con la familia de un primo segundo. Me quede en aquella casa diez anos, y si me preguntas que hice durante esos largos anos, solo puedo decir que espere entre los arboles. Dormia con un ojo cerrado y el otro abierto y vigilante.

No hacia ningun trabajo. La familia de mi primo me trataba bien porque yo era la hija de la familia que los mantenia. La casa era de aspecto pobre y en ella se hacinaban tres familias. No era comodo vivir alli, yeso era lo que yo queria. Los bebes gateaban por el suelo entre ratones. Los pollos entraban y salian como los toscos invitados campe,?nos de mis familiares, Comiamos en la cocina, en medio del pringue depositado en todas partes por las frituras. ?Y las moscas! Si dejabas un cuenco con unos granos de arroz, por pocos que fueran, no tardarias en encontrarlo cubierto de avidas moscas, hasta tal punto que pareceria un cuenco viviente de sopa de alubias negras. Asi de pobres eran aquellos campos.

Al cabo de diez anos estaba dispuesta. Ya no era una muchacha, sino una mujer extrana, todavia casada pero sin marido. Fui a la ciudad con los dos ojos bien abiertos. Era como si el cuenco de moscas negras se hubiera vertido en las calles. Por todas partes habia gente moviendose, hombres desconocidos que se abrian paso empujando a mujeres desconocidas sin que a nadie le importara.

Con el dinero de mi familia me compre ropa nueva, trajes rectos y modernos. Me corte el largo pelo al estilo que entonces estaba de moda, como un muchacho. Estaba tan cansada de no hacer nada durante tantos anos que decidi trabajar, y lo hice como dependienta en una tienda.

No tuve necesidad de aprender a halagar a las mujeres. Conocia las palabras que ellas deseaban oir. Un tigre sabe producir un suave y profundo ronroneo dentro de su pecho y hacer que hasta los conejos se sientan seguros y satisfechos.

Aunque ya era una mujer madura, volvi a ser bonita. Esto era un don. Llevaba ropas mucho mejores y mas caras que las que se vendian en la tienda. Y esto incitaba a las mujeres a comprar las prendas baratas, porque creian que podrian parecer tan bonitas como yo.

Fue en aquella tienda, trabajando como una campesina, donde conoci a Clifford St. Clair. Era un norteamericano corpulento y palido que compraba las prendas baratas de la tienda y las enviaba a ultramar. Fue su apellido lo que me hizo saber que me casaria con el.

– Mister Saint Clair -me dijo en ingles, y anadio en su chino indistinto, desentonado-: Como el angel de la luz.

Ni me gustaba ni me dejaba de gustar, no le encontraba atractivo ni desagradable. Pero supe una cosa: supe que el era una senal de que mi lado negro no tardaria en marcharse.

Saint me cortejo durante cuatro anos a su extrana manera. Aunque yo no era la propietaria de la tienda, el siempre me saludaba, me estrechaba la mano y la retenia durante largo rato. Sus palmas siempre estaban humedas, incluso despues de casarnos. Era limpio y simpatico, pero olia como un extranjero, tenia un olor a cordero que no desaparecia por mucho que se lavara.

Era amable, pero kechi, demasiado cortes. Me hacia regalos baratos: una figurita de cristal, un broche de vidrio tallado, un encendedor coloreado de plata. Saint actuaba como si esos regalos no tuvieran ninguna importancia, como si el fuese un hombre rico que ofrecia a una pobre muchacha campesina

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