piensas tenerlos. Debes decir que no. Debes parecer sincera y decir que no estas casada, que eres religiosa y sabes que, en tu caso, no seria correcto tener un hijo.
Debi de mostrarme perpleja, porque ella amplio su explicacion:
– Escucha, ?como puede saber un bebe no nacido lo que no debe hacer? Y, una vez que nazca, sera ciudadano norteamericano y podra hacer lo que quiera, como pedirle a su madre que se quede en el pais. ?No es cierto?
Pero no fue esta la razon de mi perplejidad. Me intrigo lo que habia dicho sobre la sinceridad. ?Como no iba a parecer sincera cuando dijera la verdad?
Mira que sincero parece todavia mi semblante. ?Por que no te transmiti este rasgo? ?Por que siempre dices a tus amigos que llegue a Estados Unidos en un barco que navego lentamente desde China? Eso no es cierto. Yo no era tan pobre. Vine en avion. Habia ahorrado el dinero que me dieron los familiares de mi primer marido cuando se deshicieron de mi, asi como el dinero que recibi por mi trabajo de telefonista durante doce anos. Pero es cierto que no tome el avion mas rapido. Me pase tres semanas volando, haciendo escala en todas partes: Hong Kong, Vietnam, las Filipinas, Hawaii. Y asi, cuando llegue, no parecia sinceramente contenta de estar aqui.
?Por que dices siempre a la gente que conoci a tu padre en la Casa de Catay, que parti una galleta de la suerte y supe asi que me casaria con un hombre guapo y moreno, y que cuando alce la vista, alli estaba, el camarero, tu padre? ?A que viene esa broma? Eso no es sincero. ?Eso no es cierto! Tu padre no era camarero, jamas comi en ese restaurante. La Casa de Catay tenia un letrero que decia «Comidas Chinas», por lo que solo la frecuentaban norteamericanos antes de que la derribaran. Ahora es un restaurante McDonald's con un gran letrero chino que dice
Cuando llegue, nadie me hizo preguntas. Las autoridades miraron mis documentos, pusieron un sello y me dejaron pasar. Decidi ir primero a una direccion de San Francisco que me habia dado aquella muchacha de Pekin. El autobus me dejo en una calle ancha, por la que circulaban tranvias. Era la calle California. Subi por aquella cuesta empinada y vi un edificio alto. Era el templo Old St. Mary. Bajo el letrero indicador de la iglesia, en caracteres chinos escritos a mano, alguien habia anadido: «Ceremonia china para salvar a los fantasmas de la inquietud espiritual, de 7 a 20:30 horas». Me aprendi de memoria esta informacion, por si las autoridades me preguntaban donde practicaba mi religion. Entonces vi otro letrero en la acera de enfrente. Estaba pintado en el exterior de un edificio bajo: «Ahorre hoy para manana en el Banco de America». Y pense que alli era donde los norteamericanos practicaban su religion. [7] ?Ya ves que ni siquiera entonces era tan tonta! Hoy esa iglesia tiene el mismo tamano, pero donde estaba aquel pequeno banco hay ahora un alto edificio de cincuenta pisos, donde tu y tu futuro marido trabajais y mirais a los de abajo por encima del hombro.
Mi hija se rio cuando le dije esto. Su madre es capaz de hacer un buen chiste.
Asi pues, segui subiendo la cuesta. Vi dos pagadas, una a cada lado de la calle, como si fuesen la entrada a un gran templo budista. Pero cuando mire detalladamente, vi que la pagoda no era mas que una construccion con varios tejados, sin muros ni nada debajo. Me sorprendio que intentaran dar a todo el aspecto de una antigua ciudad imperial o de la tumba de un emperador, pero si mirabas a cada lado de aquellas falsas pagadas, veias que las calles eran estrechas, oscuras y sucias, llenas de gente. Me pregunte por que habian elegido lo peor de las ciudades chinas para el interior. ?Por que no habian construido jardines con estanques en vez de aquel hacinamiento? Cierto que aqui y alla habia algo parecido a una celebre caverna antigua o una opera china, pero el in terior era siempre pobre y de mal gusto.
De manera que cuando encontre la direccion que me habia dado la muchacha de Pekin, sabia que no podia esperar gran cosa. Era un enorme edificio verde, muy ruidoso, con ninos que subian y bajaban corriendo las escaleras exteriores y pululaban en los pasillos. En el numero 402 encontre a una anciana, la cual me dijo sin preambulos que habia perdido el tiempo esperandome durante toda la semana. Anoto rapidamente varias direcciones y me las dio, manteniendo la mano extendida con la palma hacia arriba despues de que yo cogiera el papel, por lo que le di un dolar. Ella lo miro y me dijo:
Le di un dolar mas y ella cerro la mano y la boca.
Gracias a las direcciones facilitadas por la anciana, encontre un piso barato en Washington Street. Era una casa como todas las demas que habia visto, encima de una pequena tienda. Y gracias a la lista que me habia costado tres dolares, encontre un empleo horrible, pagado a setenta y cinco centavos la hora. Intente conseguir trabajo como dependienta, pero para eso tenias que saber ingles. Probe otro empleo como camarera china, pero tambien querian que sobara a hombres desconocidos, y supe en seguida que era un trabajo tan malo como el de las prostitutas de cuarta categoria en China, Tache esa direccion con tinta negra. Otros trabajos requerian que tuvieras una relacion especial. Habia empleos ofrecidos por familias de Canton, Toishan y los Cuatro Distritos, gentes del sur que habian llegado muchos anos atras para hacer fortuna y seguian aferrados a su pequeno negocio ayudados por sus
Mi madre acerto en la prediccion de mis penurias. El trabajo en una fabrica de galletas fue el peor de todos. Grandes maquinas negras funcionaban dia y noche, vertiendo pequenas tortas en unas planchas redondas moviles. Las otras mujeres y yo nos sentabamos en altos taburetes y, cuando las tortitas pasaban, teniamos que cogerlas de la plancha caliente, precisamente cuando se doraban. Poniamos una tira de papel en el centro, doblabamos la galleta por la mitad y torciamos los extremos hacia atras, en el momento en que se endurecia. Si cogias la torta demasiado pronto, te quemabas los dedos con la pasta caliente y humeda, pero si la cogias demasiado tarde, la galleta se endurecia antes de que pudieras completar el primer pliegue. Tenias que echar tus errores a un cubo, y te los descontaban, porque el propietario solo podia venderlos como restos.
Al terminar la primera jornada, tenia los diez dedos de las manos enrojecidos. Aquel no era trabajo para una persona estupida. Tenias que aprender con rapidez o los dedos se te convertirian en salchichas fritas. Por eso al dia siguiente solo me ardieron los ojos, porque no los aparte ni un momento de las tortas, y al otro me dolieron los brazos por haberlos mantenido extendidos y dispuestos a coger las tortas en el momento preciso. Pero al finalizar la primera semana se convirtio en un trabajo automatico y pude relajarme lo suficiente para fijarme en quien trabajaba a cada lado. Una de ellas era una mujer mayor que nunca sonreia y hablaba consigo misma en cantones cuando estaba enfadada. Hablaba como una loca. A mi otro lado habia una mujer mas o menos de mi edad, cuyo cubo contenia muy pocos desperdicios, pero yo sospechaba que se comia sus errores, pues estaba muy rolliza.
– ?Eh,
No comprendi a que se referia, y ella cogio una de las tiras de papel y leyo, primero en ingles: «No te querelles ni laves tus trapos sucios en publico, porque la suciedad ira a parar al vencedor». Entonces me tradujo al chino: «No debes pelearte y hacer la colada al mismo tiempo, Si ganas, se te ensuciara la ropa».
Yo seguia sin saber lo que queria decir. Entonces cogio otra tira de papel y leyo en ingles: «El dinero es la raiz de todos los males. Mira a tu alrededor y ahonda mas». Y me explico en chino: «El dinero es una mala influencia. Te vuelves descontento y robas tumbas».
– ?Que son estas tonterias? -le pregunte, guardandome las tiras de papel en el bolsillo, con la intencion de estudiar los proverbios norteamericanos clasicos.
– Son tiras de la suerte. Los norteamericanos creen que los chinos escriben estas cosas.
– ?Pero jamas decimos unas cosas tan absurdas! Estos no son horoscopos ni buenaventuras, sino malas instrucciones.
– No, senorita -dijo ella, riendo-. Son tiras de la suerte. Tenemos la mala suerte de estar aqui, metiendo las tiras en las galletas, y otros tienen la mala suerte de comprarlas.
Asi es como conoci a An-mei Hsu. Si, si, la tia An-mei, ahora tan anticuada. Todavia nos reimos recordando