– No, no -dice Isaacs-. Sientese. Estoy comprobando las faltas de asistencia. ?Le importa que termine esto antes de…?
– Por favor.
Sobre la mesa hay una fotografia enmarcada. No puede verla desde donde esta sentado, pero sabe que sera: Melanie y Desiree, las ninas de los ojos de su padre, junto a la madre que las trajo al mundo.
– Y bien -dice Isaacs cerrando el ultimo registro-. ?A que debo el placer?
Habia esperado estar tenso, pero lo cierto es que se encuentra muy calmado.
– Despues de que Melanie diese curso formal a su denuncia -dice-, la universidad emprendio una investigacion oficial. De resultas de ello tuve que renunciar a mi puesto y dimitir. Asi fueron las cosas; seguramente estara usted al corriente.
Isaacs lo contempla perplejo, sin que nada lo traicione.
– Desde entonces no tengo nada que hacer. Iba de paso por George y pense que podria hacer un alto para conversar con usted. Recuerdo que nuestro ultimo encuentro fue… acalorado. Sin embargo, pense que valia la pena hacerle una visita y decirle lo que siento de todo corazon.
Todo eso es cierto. Desea hablar de todo corazon. El asunto es… ?que guarda en su corazon?
Isaacs tiene un boligrafo Bic de los baratos en la mano. Pasa los dedos por el tallo, lo invierte, pasa los dedos por el tallo, vuelve a invertirlo una y otra vez, con un movimiento que es mas mecanico que impaciente.
– Usted conoce la version de la historia segun Melanie -prosigue-. Me gustaria que conociera la mia, si es que esta dispuesto a oirla.
»Por mi parte, todo empezo sin premeditacion. Comenzo como una simple aventura, una de esas aventurillas repentinas que tienen los hombres de cierta condicion, o que al menos yo tenia antes, y que me servian cuando menos para sentirme vivo. Disculpeme por hablar de este modo. Trato de ser sincero.
»En el caso de Melanie, sin embargo, sucedio algo inesperado. Pienso en una hoguera: ella prendio el fuego dentro de mi.
Hace una pausa. El boligrafo prosigue su baile.
– Una hoguera: ?hay algo digno de mencion en eso? Si una hoguera se apaga, uno enciende una cerilla y prende una nueva. Antes pensaba asi. Sin embargo, en los viejos tiempos todo el mundo adoraba el fuego. Se lo pensaban dos veces antes de permitir que una llama se extinguiera, una llama que era la divinidad. Esa fue la clase de llama que prendio en mi su hija. Una llama que no fue suficiente para abrasarme, quemarme del todo, pero que era real: un fuego real.
Abrasado… Quemado… Requemado.
El boligrafo ha dejado de moverse.
– Senor Lurie -dice el padre de la muchacha, y a su rostro asoma una sonrisa torcida, dolorida-, estoy preguntandome que demonios es lo que pretende al venir a visitarme a mi colegio y contarme lo que esta contandome…
– Lo lamento, creame; es ofensivo, lo se. He terminado. Eso es todo lo que deseaba decirle en defensa propia. ?Que tal esta Melanie?
– Ya que lo pregunta, le dire que Melanie esta bien. Llama por telefono todas las semanas. Ha reanudado sus estudios, le han otorgado una dispensa especial, estoy seguro de que lo entendera usted habida cuenta de las circunstancias. Ha seguido adelante con su trabajo en el teatro aprovechando su tiempo libre, y le va muy bien. Asi pues, Melanie esta bien. ?Y usted? ?Que planes tiene, ahora que ha dejado la profesion?
– Yo tambien tengo una hija, estoy seguro de que le interesara saberlo. Es propietaria de una hacienda; supongo que pasare algun tiempo con ella, ayudandola en los asuntos de la granja. Tambien tengo un libro por terminar, una especie de libro. De un modo u otro me quedan cosas por hacer.
Hace una pausa. Isaacs lo contempla con lo que a el se le antoja una atencion tal que lo traspasa.
– Hay que ver -dice Isaacs suavemente, y las palabras salen de sus labios como si fueran un suspiro-, ?hay que ver como caen los poderosos!
?Caen? Si, se ha producido una caida, de eso no cabe duda. Pero…
– Tal vez nos haga mucho bien -dice- sufrir una caida de vez en cuando. Al menos mientras no nos hagamos pedazos.
– Bien. Bien. Bien -dice Isaacs, que sigue mirandolo fijamente, con toda intensidad.
Por vez primera detecta en el una huella de Melanie: la forma de la boca, el grosor de los labios. Impulsivamente extiende la mano sobre la mesa con la intencion de estrecharsela al otro, pero termina por acariciar el dorso. Tiene la piel fria, sin vello.
– Senor Lurie -dice Isaacs-, ?hay algo mas que desee contarme, aparte de la historia de lo que paso entre Melanie y usted? Antes comento que sentia algo de todo corazon.
– ?De todo corazon? No. No, solamente he venido para interesarme por Melanie, para saber como se encontraba. -Se pone en pie-. Le agradezco que haya sido tan amable de recibirme. -Le tiende la mano, esta vez directamente-. Adios.
– Adios.
Se encuentra en la puerta (se encuentra en realidad en la antesala del despacho, que a esas horas esta desierta) cuando Isaacs lo llama.
– ?Senor Lurie! ?Un minuto!
Vuelve sobre sus pasos.
– ?Que planes tiene para esta noche?
– ?Para esta noche? He reservado una habitacion en un hotel. No tengo plan ninguno.
– Venga a cenar con nosotros.
– No creo que a su esposa le parezca buena idea. -Puede que si. Puede que no. De todos modos, venga.
Comparta el pan con nosotros. Cenamos a las siete. Permitame que le anote la direccion.
– No es necesario que se moleste. Ya he estado en su domicilio, he conocido a su hija. Fue ella la que me indico como llegar aqui.
Isaacs no mueve un parpado.
– Bien -dice.
Le abre la puerta el propio Isaacs.
– Adelante, adelante. -Y le hace pasar a la sala de estar. De la esposa no hay ni rastro, y tampoco esta presente la segunda hija.
– He traido esto -dice, al tiempo que le tiende una botella de vino.
Isaacs le da las gracias, pero parece no saber que hacer con el vino.
– ?Puedo ofrecerle una copa? Enseguida la abro. -Sale de la habitacion; se oyen susurros en la cocina. Regresa-. Parece que hemos perdido el sacacorchos, pero Dezzy ira a pedir prestado el de los vecinos.
Esta claro que son abstemios. Deberia haberlo tenido en cuenta. Un hogar de lazos estrechos, pequeno burgues, frugal, prudente. El coche bien lavado, el cesped bien cortado, los ahorros a buen recaudo en el banco. Todos los recursos concentrados en lanzar a las dos hijas, las dos joyas de la casa, hacia el mejor de los futuros: Melanie la lista, con sus ambiciones teatrales; Desiree, la belleza.
Se acuerda de Melanie en aquella primera velada de su historia intima; la recuerda sentada a su lado en el sofa, tomandose el cafe con un chorro de whisky que estaba destinado -la palabra acude a su memoria a reganadientes
Desiree, la belleza, entra con la botella y un sacacorchos. Al atravesar la sala hacia ellos vacila un instante, consciente de que es precisa una presentacion.
– ?Papa? -murmura con un deje de confusion, sosteniendo la botella.
Asi pues: ha descubierto quien es el. Han hablado de el, tal vez incluso hayan tenido una rina a cuenta de el, del visitante indeseado, del hombre cuyo nombre son tinieblas.
Su padre ha atrapado con la suya la mano de la hija.