– Se lo dire yo. Usted estaba de paso por George, y entonces se acordo de que la familia de su alumna era de Geor
– No, no del todo. Pero tampoco es del todo cierto. Yo no le dije la verdad. No estaba de paso por George. Vine a George por una unica razon: vine expresamente a hablar con usted. Llevaba ya algun tiempo pensando en hacerlo.
– Si, usted vino a hablar conmigo, pero ?por que conmigo? Yo soy una persona con la que es facil hablar: es demasiado facil. Eso lo saben todos los ninos que van a clase en mi colegio. Con Isaacs es muy facil que uno se salga con la suya, eso es lo que suelen decir. -Ha vuelto a sonreir, y la suya es la misma sonrisa torcida de antes-. ?Con quien ha venido a hablar en realidad?
Ahora si esta seguro: no le cae bien ese hombre, no le gustan nada sus trucos.
Se pone en pie, avanza a tientas por la sala de estar, que esta desierta, y por el pasillo. Desde detras de una puerta entrecerrada le llegan voces que hablan bajo. Abre la puerta. En la cama estan sentadas Desiree y su madre, hacen algo con un ovillo de lana. Pasmadas al verlo, quedan en silencio.
Con todo el esmero que requiere una ceremonia, se arrodilla y toca el suelo con la frente.
?Sera suficiente?, piensa. ?Bastara con eso? Si no, ?que mas hara falta?
Se yergue. Las dos siguen sentadas en la cama, inmoviles. Mira a la madre a los ojos, luego mira a, la hija, y vuelve a saltar la corriente imparable, la corriente del deseo.
Se pone en pie, aunque con mas esfuerzos de lo que hubiera deseado.
– Buenas noches -dice-. Gracias por su hospitalidad. Gracias por la cena.
A las once en punto de la noche recibe una llamada en la habitacion de su hotel. Es Isaacs.
– Le llamo para desearle fuerza de cara al futuro. -Pausa-. Hay una pregunta que no tuve ocasion de hacerle, senor Lurie. ?No estara usted esperando que intercedamos en su nombre ante la universidad?
– ?Interceder?
– Si. Para que le devuelvan su puesto, por ejemplo.
– Es una idea que no se me habia pasado por la cabeza. Con la universidad he terminado.
– Se lo decia porque el camino por el que va usted es el camino que Dios quiere que recorra. No esta en nuestra mano interceder.
– Entendido.
20
Vuelve a entrar en Ciudad del Cabo por la N2. Ha estado fuera algo menos de tres meses, aunque en ese lapso los asentamientos de los chabolistas han tenido tiempo suficiente para saltar al otro lado de la autopista y extenderse hacia el este del aeropuerto. El flujo de los vehiculos debe ralentizarse mientras un nino con un palo pastorea a una vaca extraviada para alejarla de la calzada. Es inexorable, piensa: el campo va llegando a las puertas de la ciudad. Pronto habra ganado paciendo otra vez por el parque de Rondebosch; pronto la historia habra trazado un circulo completo.
Y asi esta de vuelta en casa. Pero no se parece nada a una vuelta a casa. No logra imaginar que de nuevo reside en la casa de Torrance Road, a la sombra de la universidad, merodeando por ahi como un delincuente que trata de pasar desapercibido, esquivando a los colegas de antano. Tendra que vender la casa, irse a un piso mas barato, a otro barrio.
Sus finanzas estan sumidas en el caos. No ha pagado una sola factura desde el dia que se fue. Vive de sus tarjetas de credito; cualquier dia se le secara la fuente.
El fin de sus correrias. ?Que es lo que viene despues del fin de sus correrias? De pronto se ve canoso, encorvado, arrastrando los pies camino de la tienda de la esquina para comprar su medio litro de leche y su media barra de pan; se ve de pronto sentado sin mover un dedo ante su mesa, en una habitacion repleta de papeles amarillentos, a la espera de que la tarde se apague para poder prepararse la cena e irse a la cama. La vida de un erudito pasado de rosca, sin esperanza alguna, sin perspectivas: ?es eso para lo que esta preparado?
Abre la cancela. El jardin esta cubierto por la maleza, el buzon esta repleto de propaganda. Aunque bien fortificada de acuerdo con los canones, la casa ha estado deshabitada desde hace meses: seria excesivo pedir que no hubiera sido victima de alguna visita. Y asi es: en cuanto pone el pie en su casa, nada mas abrir la puerta y olfatear el interior, sabe que algo no marcha como debiera. El corazon le late desbocado de enfermiza excitacion.
No se oye nada. Quien estuviera dentro se ha ido. Pero ?como habran entrado? Yendo de puntillas de una habitacion a otra, pronto lo averigua. Los barrotes de una de las ventanas de la parte de atras han sido arrancados de la pared y doblados, los cristales estan hechos anicos, y asi queda un hueco suficiente para que un nino e incluso un hombre no muy corpulento se cuelen en el interior. Una alfombrilla de hojas secas y arena, arrastradas por el viento, se ha quedado reseca en el suelo.
Recorre la casa haciendo un recuento de sus perdidas. Su dormitorio ha sido saqueado, los cajones penden abiertos como bocas que bostezan. Se han llevado su equipo de musica, sus cintas y sus discos, su ordenador. En su estudio descubre que han descerrajado tanto los cajones del escritorio como el archivador; hay papeles por todas partes. Han desvalijado a fondo la cocina: la vajilla, la cuberteria, los pequenos electrodomesticos. Su mueble bar ha desaparecido. Incluso el armario donde guardaba las conservas esta vacio.
No es un robo normal y corriente. Mas bien fruto de un grupo organizado que entra, limpia la casa, se retira cargado de bolsas, cajas, maletas. Botin, guerra, reparaciones; un incidente mas en la gran campana de la redistribucion. ?Quien llevara puestos en este momento sus zapatos? ?Habran encontrado Beethoven y Janacek otro hogar, o habran terminado desperdiciados en el cubo de la basura?
Del cuarto de bano llega una vaharada de olor fetido. Una paloma, atrapada en el interior de la casa, ha muerto en la banera. Con escrupulo, recoge el amasijo de plumas y huesos y lo mete en una bolsa de plastico que cierra lo mejor que puede.
No hay luz, no hay linea telefonica. A menos que haga algo al respecto tendra que pasar la noche a oscuras. Pero esta demasiado deprimido para pasar a la accion. Al infierno, que se vaya todo al infierno, piensa, y se desploma en una silla y cierra los ojos.
Cuando cae la noche se pone en pie y se va de la casa. Han salido las primeras estrellas. Por las calles desiertas, por los jardines donde pende muy denso el aroma de la verbena y el junquillo, prosigue su camino hasta el campus universitario.
Todavia tiene las llaves del edificio de la Facultad de Comunicacion. Es buena hora para ir de ronda: no hay nadie en los pasillos. Toma el ascensor para subir a su despacho en la quinta planta. La placa' de la puerta ha sido sustituida. La nueva dice DR. S. OTTO. Por debajo de la puerta asoma una ranura de luz tenue.
Llama con los nudillos. No se oye nada. Abre con su llave y entra.
El despacho ha sido objeto de una transformacion. Han desaparecido sus libros y sus posters; en las paredes tan solo hay una ampliacion a tamano descomunal de una vineta de comic: un Superman que aguanta cabizbajo las amonestaciones de Lois Lane.
Detras del ordenador, a media luz, esta sentado un joven al que no ha visto nunca. El joven frunce el ceno. - ?Quien es usted? -pregunta. -Soy David Lurie.
– Bien, ?y que?
– He venido a recoger mi correspondencia. Este era mi despacho -dice, y a punto esta de anadir
– Ah, ya. David Lurie, claro. Lo siento, no prestaba atencion. Lo he puesto todo en una caja, con otras cosas suyas que encontre. -Hace una sena-. Esta ahi.
– ?Y mis libros?
– En el sotano, en el almacen.
Coge la caja que le indica.
– Gracias -dice.