Ella responde con un ademan de impaciencia.
– No te cargues tu la culpa, David. Nadie podia contar con que tu me salvaras. Si hubiesen llegado una semana antes, habria estado sola en la casa. De todos modos, tienes razon: no significaba nada para ellos, nada de nada. Lo senti con toda claridad.
Hay una pausa.
– Creo que ya lo habian hecho antes -sigue diciendo ella con voz mas firme-. Al menos los dos adultos. Creo que en primer lugar, antes que otra cosa, son violadores. Sus robos son accidentales. Una actividad secundaria. Creo que se dedican a violar.
– ?Crees que volveran?
– Creo que estoy en su territorio. Me han marcado. Vendran por mi.
– Entonces es imposible que te quedes.
– ?Por que no iba a quedarme?
– Porque eso seria como invitarles a que vuelvan.
Ella medita un largo rato antes de contestar.
– Ya, pero ?no crees que hay otra forma de ver las cosas, David? ?Y si…? ?Y si ese fuera el precio que hay que pagar por quedarse? Tal vez ellos lo vean de este modo; tal vez tambien yo deba ver las cosas de este modo. Ellos me ven como si yo les debiera algo. Ellos se consideran recaudadores de impuestos, cobradores de morosos. ?Por que se me iba a permitir vivir aqui sin pagar? Tal vez eso es lo que se dicen ellos.
– Seguro que se dicen muchas cosas. A ellos les interesa mas que nada inventarse historias que les sirvan de justificacion, pero tu confia en tus sentimientos. Antes dijiste que ellos solo te transmitieron odio.
– Odio… Cuando se trata de los hombres y el sexo, David, ya no hay nada que me sorprenda. No lo se; puede que, para los hombres, odiar a la mujer de una mayor excitacion al sexo en si mismo. Tu eres hombre, tu deberias saberlo. Cuando tienes tratos carnales con una desconocida, cuando la atrapas, la sujetas con tu peso, cuando la tienes debajo de ti… ?no es algo parecido en parte a matarla? Es como si le clavaras un cuchillo; despues, sales, dejas el cuerpo cubierto de sangre… ?No es algo parecido a un asesinato, al hecho de matarla y largarte sin que nadie te detenga por ello?
– Puede ser -dice-. Algunas veces. Para algunos hombres, puede que si. -Y anade rapidamente, sin pensarlo-: ?Fue igual con los dos? ?Fue como luchar contra la muerte?
– Los dos se azuzan mutuamente. Probablemente por eso lo hacen juntos. Son como los perros de una jauria.
– ?Y el tercero, el chico?
– Vino a aprender.
Ya han rebasado el rotulo de las cycas. Casi se ha agotado el tiempo.
– Si hubieran sido blancos no hablarias de ellos como estas hablando -dice el-. Por ejemplo, si hubieran sido malhechores blancos de la ciudad de Despatch.
– ?Ah, no?
– No, no hablarias asi. No quiero echarte la culpa de nada, no se trata de eso. Pero tu estas hablando de algo completamente nuevo. De la esclavitud. Ellos pretenden que tu seis su esclava.
– No, no es cuestion de esclavitud. Es cuestion de sumision, de sometimiento, de estar sojuzgada. El niega con la cabeza.
– Esto es demasiado, Lucy. Vende la propiedad. Vendele la granja a Petrus y marchate de aqui. -No.
Ahi termina la conversacion. Sin embargo, el eco de las palabras de Lucy sigue retumbandole en la cabeza.
Recuerda que, de nino, tropezo con la palabra
Piensa en Byron. Entre las legiones de condesas y de sirvientas en las que entro Byron a empellones hubo sin duda algunas que llamaron violacion a ese acto, aunque sin duda ninguna tuvo motivos para temer que la sesion terminase cuando el hombre le rebanara el pescuezo. Desde el lugar en que se encuentra, desde el lugar que ocupa Lucy, Byron parece desde luego muy anticuado.
Lucy estaba aterrada, tan aterrada que poco le falto para morir de miedo. No le salia la voz, no podia respirar, se le paralizaron los miembros.
En la soledad de su habitacion escribe una carta a su hija:
Queridisima Lucy:
Con todo el carino del mundo debo decirte lo siguiente. Estas a un paso de cometer un peligroso error. Deseas humillarte ante la historia, pero el camino que has tomado es un camino erroneo. Te despojara de todo tu honor; no seras capaz de vivir contigo misma. Te ruego que me escuches.
Media hora mas tarde se cuela un sobre por el resquicio de su puerta.
Querido David:
No me has prestado atencion. No soy la persona que tu conoces. Soy una persona que ha muerto, y todavia no se que podra devolverme a la vida. Lo unico que se es que no puedo marcharme.
Esto es algo que no alcanzas a entender, y no se que mas podria hacer para conseguir que lo entendieras. Es como si hubieras elegido adrede estar en un rincon al que no llega la luz del sol. Se me ocurre que eres como uno de los tres chimpances: el que se tapa los ojos con las manos.
Si, el camino que sigo puede ser erroneo, pero si ahora abandono la granja me habran derrotado, y se me quedara el regusto de la derrota el resto de mis dias.
No puedo ser siempre una nina. Tu no puedes ser padre siempre. Se que obras con buenas intenciones, pero no eres el guia que yo necesito. Al menos, no en este momento.
Con carino,
Ese es el intercambio de pareceres; esa es la ultima palabra de Lucy.