?Conseguira esa Teresa envejecida atrapar su corazon, tal como esta su corazon ahora?
El paso del tiempo no ha sido amable con Teresa. Con la pesadez de su busto, con su tronco fornido y sus piernas abreviadas, tiene un aire mas de campesina, de
En las cartas que le escribio, Byron la llama
Todos esos libelos a ella le duelen tanto que la dejan en carne viva. Los anos pasados con Byron son la cuspide de su vida. El amor de Byron es lo que la distingue del resto. Sin el, ella no es nada: una mujer que dejo de estar en la flor de la edad, una mujer sin expectativas, que agota sus dias en una tediosa ciudad de provincias, que intercambia visitas con sus amigas, que da masajes a su padre en las piernas cada vez que las tiene doloridas, y que duerme sola.
?Hallara en su corazon el animo suficiente para amar a esa mujer sencilla, normal y corriente? ?La amara lo suficiente para escribir musica para ella? Si no pudiera, ?que le quedaria?
Vuelve a lo que ahora ha de ser la escena inicial. El final de otro dia sofocante. Teresa se encuentra en una ventana de la segunda planta, en la casa de su padre, contemplando los marjales y las pinedas de la Romagna de cara al sol que se pone y destella sobre el Adriatico. El final del preludio; un silencio; ella respira hondo.
?Donde estara, donde esta su Byron? Byron se ha perdido, he ahi la respuesta. Byron vaga entre las sombras. Y ella tambien esta perdida, la Teresa que el amo, la muchacha de diecinueve anos y rubios tirabuzones que se entrego tan alborozada al ingles imperioso, y que despues le acaricio la frente mientras el yacia sobre sus pechos desnudos, respirando hondo, adormecido tras su gran pasion.
Tan tenue, tan vacilante es la voz de Byron que Teresa ha de entonar sus propias palabras y devolverselas, ayudarle a respirar una y otra vez, recobrarlo para la vida: su nino, su muchacho.
Asi es como ha de ser en lo sucesivo: Teresa presta voz a su amante, y el, el hombre que habita en la casa desvalijada, ha de dar voz a Teresa. A falta de algo mejor, que los cojos guien a los tullidos.
Trabajando con toda la agilidad que consigue, sin perder de vista a Teresa, trata de esbozar las paginas iniciales de un libreto. Limitate a poner las palabras sobre el papel, se dice. Cuando lo hayas hecho, lo demas vendra por anadidura. Ya habra tiempo de buscar luego en los maestros -en Gluck, por ejemplo- las melodias que enaltezcan tal vez y, ?quien sabe?, tambien las ideas que enaltezcan las palabras.
Pero paso a paso, a medida que comienza a vivir sus dias mas plenamente con Teresa y con el difunto Byron, va viendo con claridad que las canciones robadas no seran suficientes, que los dos le exigiran una musica propia. Y es asombroso, porque a retazos sueltos esa musica se va plasmando. A veces se le ocurre el contorno de una frase antes de atisbar siquiera cuales seran las palabras que contenga; otras veces son las palabras las que invocan una cadencia; otras, la sombra de una melodia que ha rondado desde hace dias por los margenes de su oido se despliega y, como una bendicion, se revela en su integridad. Por si fuera poco, a medida que se devana la accion, la propia trama invoca de por si modulaciones y transiciones que siente incluso en las venas, aun cuando carece de los recursos musicales necesarios para llevarlas a la practica.
Ante el piano se pone a trabajar ensamblando y anotando el arranque de una posible partitura. Hay algo en el sonido mismo del piano que le estorba: es demasiado redondo, demasiado fisico, demasiado rico. En el desvan, en una caja repleta de viejos libros y juguetes de Lucy, recupera el pequeno banjo de siete cuerdas que le compro en las calles de KwaMashu cuando Lucy era nina. Con ayuda del banjo comienza a anotar la musica que Teresa, ora dolida y ora colerica, cantara a su amante muerto, y que ese Byron de palida voz le cantara a ella desde la tierra de las sombras.
Cuanto mas a fondo sigue a la contessa en su periplo por el Averno, cuanto mas canta sus lineas melodicas o mas tararea su linea vocal, mas inseparable de ella, con gran sorpresa por su parte, pasa a ser el ridiculo sonsonete del banjo. Las arias lozanas que habia sonado otorgarle las abandona sin que eso le duela; de ahi a poner el instrumento en manos de la contessa tan solo media un paso minimo. En vez de aduenarse del escenario, Teresa ahora permanece sentada, contemplando el marjal que la separa de las puertas del infierno y acunando la mandolina con la que se acompana en sus arrebatos de lirismo; en un lateral, un trio discreto de musicos ataviados con calzones (cello, flauta, fagot), se encarga de los entreactos o de algun comentario escueto entre estrofa y estrofa. '
Sentado a su mesa, mientras contempla el jardin invadido por la maleza, se maravilla de lo que esta ensenandole el banjo de juguete. Seis meses antes habia pensado que su propio lugar espectral en
?Asi que esto es el arte!, piensa. ?Asi es como funciona! ?Que extrano! ?Que fascinante!
Se pasa dias enteros entregado a Byron y a Teresa, viviendo de cafe solo y cereales del desayuno. La nevera esta vacia, la cama sin hacer; las hojas de los arboles revolotean por el suelo tras colarse por la ventana rota. Da lo mismo, piensa: que los muertos entierren a sus muertos.
Ella, Teresa, desea ser amada, ser amada de manera inmortal; desea verse enaltecida hasta estar en compania de las Lauras y las Floras de antano. ?Y Byron? Byron sera fiel hasta la muerte, pero no promete nada mas.