largo y a lo ancho de todo el pais. ?Que ha sido de usted? ?Es que no le queda nada de chispa? ?Es que no ve lo que tiene delante de los ojos?

Se da la vuelta y contempla el humedo sotano. ?Que es lo que ve? Tres ninos ateridos, famelicos, que esperan al angel de la muerte.

– Lo veo igual de bien que usted replica-. O mejor.

– ?No! Cree que lo ve, pero no ve nada. La vision no es solo cosa de los ojos; es cuestion de comprender correctamente las cosas. Lo unico que ve usted son las miserables circunstancias que prevalecen en este sotano, en el que ni siquiera se deberia condenar a vivir a una rata, a una cucaracha. Ve el patetismo de tres ninos que se mueren de hambre; si espera un poco, tambien vera a su madre, una mujer que para traer a casa un mendrugo de pan tiene que venderse por las calles. Ve como han de vivir los pobres de solemnidad en Petersburgo. Pero eso no es ver, eso no es mas que puro detalle. No consigue usted reconocer que fuerzas son las que determinan la vida a la que estan condenados estos seres. Las fuerzas: ante eso si que esta usted ciego.

Con un dedo, traza una linea en el suelo (se agacha a tocar el suelo; las yemas de los dedos se le humedecen) que llega hasta el ventanuco para perderse en el cielo.

– Aqui terminan las lineas, aunque ?donde cree usted que empiezan? Empiezan en los ministerios y en el tesoro, en la bolsa de valores y en los bancos. Empiezan en las cancillerias de toda Europa. Las lineas de fuerza comienzan ahi, e irradian en todas direcciones, hasta terminar en sotanos como este, en donde viven bajo tierra estos pobres desgraciados. Si usted lo escribiera, verdaderamente podria despertar al mundo. Claro esta -rie con amargura- que si lo escribiese nadie se lo permitiria publicar. Le dejan a usted escribir lo que quiera sobre el mudo sufrimiento de los pobres, hasta hartarse y aplacar su corazon, e incluso le aplauden, como no, pero jamas le permitirian publicar la autentica verdad. Por eso le ofrezco la imprenta. ?Haga algo! Digales a todos que fue de su hijastro, por que fue sacrificado.

Sacrificado. Tal vez se haya distraido, tal vez es que esta cansado, pero no logra entender como fue sacrificado Pavel, ni menos aun por quien. Tampoco le conmueve este derroche de vehemencia sobre las lineas. Y no esta de humor para aguantar arengas de ese estilo.

– Veo lo que veo -dice friamente-. Y no veo ninguna linea.

– ?En tal caso, lo mismo daria que siguiera usted con la bufanda sobre los ojos! ?Es que debo darle una leccion? Le atormenta a usted la cara repugnante del hambre, de la enfermedad y la pobreza, pero el hambre, la enfermedad y la pobreza no son el enemigo. No son sino medios por los cuales se manifiestan las autenticas fuerzas de este mundo. El hambre no es una fuerza; es un medio, igual que el agua es un medio. Los pobres viven en el hambre como viven los peces en el agua. Las autenticas fuerzas tienen su origen en los centros de poder, en la colusion de intereses que alli tiene lugar. Me dijo antes que le daba miedo que su nombre pudiera estar en las listas. Se lo aseguro de nuevo, se lo juro: no esta. En nuestras listas solo se nombra a las sanguijuelas y aranas que se apoltronan en los centros de cada telarana. Una vez sean destruidas estas aranas y sus telas, los ninos como estos tendran libertad. Por toda Rusia, los ninos seran capaces de salir por fin de sus sotanos. Habra alimentos y ropa, casas para todos, casas como es debido. ?Y habra trabajo que hacer, muchisimo trabajo que hacer! En primer lugar, arrasar los bancos, destruir las bolsas de valores, los ministerios del gobierno; arrasarlos tan por completo que nunca puedan ser reconstruidos.

Los ninos, que en un principio parecian atender, han perdido todo interes. El mas pequeno ha caido de lado y duerme sobre el regazo de su hermana. Es una nina mas pequena que Matryona, aunque tambien, y le llama la atencion, mas apagada, mas aquiescente. ?Habra empezado ya a decir si a los hombres?

Hay algo extrano en su forma de mirar en silencio. Nechaev no les ha dicho nada desde que llegaron, ni tampoco ha dado muestra alguna de saber siquiera como se llaman. Especimenes de la pobreza urbana: ?son para el algo mas que eso? ?Es que debo darle una leccion? Recuerda el malicioso comentario de la princesa Obolenskaya: que el joven Nechaev habia querido ser maestro de escuela, pero que no aprobo los examenes de ingreso, y que habia recurrido a la revolucion para vengarse de quienes lo examinaron. ?Es Nechaev otro pedagogo, como su mentor Jean Jacques?

Y las lineas: sigue sin estar seguro de que quiere decir Nechaev al referirse a las lineas. No le hace ninguna falta que nadie le repita que los banqueros amasan el dinero, que la suya es una codicia que a cualquiera le encogeria el corazon. Pero Nechaev insiste en otra cosa. ?En que? ?En rosarios de numeros que atraviesan el papel encerado del ventanuco y que golpean a esos ninos en los estomagos vacios?

De nuevo la cabeza le da vueltas. Darle una leccion. Respira hondo.

– ?Tiene usted cinco rublos? pregunta.

Nechaev se tienta los bolsillos con gesto distraido.

– ?Esa nina de ahi, veala! -el la senala con un gesto del menton-. Si le diera usted un buen bano y le cortase el pelo, si le pusiera un vestido nuevo, podria proporcionarle la direccion de un establecimiento en el que esta misma noche, sin esperar a mas, ella le daria cien rublos a cambio de una inversion de cinco. Y si le diera de comer como es debido, si la mantuviera bien limpia y no la aprovechase en exceso ni dejara que se pusiera enferma, podria ganar para usted cinco rublos por noche, al menos durante otros cinco anos. Es facil.

– ?Que…?

– Escucheme bien. En los sotanos de Petersburgo hay ninas de sobra, y por las calles de Petersburgo hay caballeros de sobra, con los bolsillos forrados de dinero y con un gusto especial por probar la carne joven, tantos como para traer la prosperidad a todos los pobres de la ciudad. Lo unico que hace falta es mantener la cabeza fria. A espaldas de sus hijos, los que habitan en los sotanos podrian salir a la luz del dia.

– ?Que sentido tiene su depravada parabola?

– Yo no hablo nunca con parabolas. Igual que a usted, me indigna el sufrimiento de los inocentes. A mi no me engana, Sergei Gennadevich. Durante bastante tiempo no estuve dispuesto a creer que mi hijo pudiera haber sido uno de sus seguidores. Ahora empiezo a entender que es lo que veia en usted. Usted ha nacido con el espiritu de la justicia en el cuerpo, y aun no se ha apagado ese espiritu. Estoy seguro de que si a esa nina la arrastrase con arrumacos a un callejon uno de nuestros libertinos de Petersburgo, y si los encontrase usted de repente, por ejemplo, si hubiese decidido no perderla de vista y estar vigilante por lo que le pudiera suceder, no vacilaria usted al hincarle al hombre un punal por la espalda, con tal de salvarla a ella. Y si fuera demasiado tarde para salvarla, con tal de vengarla al menos.

»Esto no es una parabola: es una historia acerca de los ninos, acerca del uso que se les puede dar a los ninos. Con la ayuda de una nina, las calles de Petersburgo podrian quedar libres de una sanguijuela, quiza incluso de un banquero de los que segun dice usted chupan la sangre del pueblo. A su debido tiempo, la esposa y los hijos del difunto tambien podrian ser arrojados a la calle, para introducir asi un mayor nivelamiento.

– ?Es usted un cerdo!

– No, no es ese el lugar que me corresponde en la historia. Yo no soy el cerdo, no soy el hombre que se queda atascado como un cerdo en ese callejon. Se lo vuelvo a decir: no es una parabola, sino una historia, un cuento. Los cuentos pueden tratar sobre otras personas: nadie esta obligado a encontrar el lugar que le corresponde en ellos. Pero si el espiritu de la justicia no le permite hacer caso omiso del sufrimiento de los ninos inocentes, ni siquiera en un cuento, hay muchas otras formas de castigar a las aranas que los acechan y se ceban en ellos. No hace falta ser una nina, por ejemplo, para conducir a un hombre por un callejon oscuro. Basta con afeitarse bien la barba y empolvarse la cara, ponerse un vestido e ir siempre por la sombra.

Ahora sonrie Nechaev, o al menos le muestra los dientes.

– ?Todo eso esta sacado de uno de sus libros! ?Es parte de sus perversas enganifas de cuentista!

– Puede ser, pero aun me queda una pregunta que hacer. Si hoy fuese usted libre de vestirse a su antojo y de ser quien quisiera, de seguir sin reparos los acicates del espiritu de la justicia (un espiritu, sigo convencido, que reside en su corazon), ?en que situacion nos veriamos manana, una vez se hubiese obrado la tempestad de la venganza del pueblo, cuando todo el mundo estuviera nivelado? ?Seguiria usted siendo libre de ser quien quisiera? ?Seriamos todos por fin libres de ser quienes quisieramos ser?

– Eso ya no seria necesario.

– ?No seria necesario vestirse como uno quisiera? ?Ni siquiera los dias de carnaval?

– Esta conversacion es una estupidez. No serian necesarios los dias de carnaval.

– ?No habria dias de carnaval? ?Ni vacaciones?

– Habria dias de recreo. El pueblo podria elegir entre descansar o irse al campo a ayudar en la cosecha.

– Si, ya he oido hablar de los dias de cosecha. A buen seguro cantaremos mientras estemos trabajando. Pero

Вы читаете El maestro de Petersburgo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату