pensar. En nuestras escuelas se ensenara la manera de pensar propia del pueblo, la que ha estado reprimida durante todo este tiempo. Todo el mundo ira de nuevo a la escuela, incluidos los profesores. Los campesinos seran los maestros, y los maestros pasaran a ser alumnos. En nuestras escuelas haremos hombres y mujeres nuevos del todo. Todos renaceran con un nuevo corazon.
– ?Y Dios? ?Que pensara Dios de todo eso?
El joven se rie de puro jubilo.
– ?Dios? Dios estara verde de envidia.
– Asi que usted cree en Dios.
– ?Por supuesto! ?Que sentido tendria no creer? Lo mismo daria prenderle fuego a todo, convertir el mundo en ceniza. No; iremos ante Dios, nos presentaremos de pie ante su trono, lo llamaremos. ?Y vendra! No le quedara mas remedio que escucharnos. ?Y entonces por fin estaremos todos juntos en un mismo pie de igualdad!
– ?Y los angeles?
– Los angeles formaran circulos a nuestro alrededor entonando el
– ?Y las almas de los muertos?
– ?Que cantidad de preguntas hace usted! Tambien las almas de los muertos, Fiodor Mijailovich, tambien, si asi le parece. Las almas de los muertos volveran a caminar por la tierra, por supuesto. Si asi le parece, tambien Pavel Isaev. Lo que podemos hacer no tiene limite.
?Que charlatan! Sin embargo, el ya no sabe quien domina la situacion: no sabe si esta jugando con Nechaev o si es Nechaev el que juega con el. Es como si todas las barreras se hicieran anicos al tiempo: la barrera que contiene las lagrimas, la barrera que contiene la risa. Si Anna Sergeyevna estuviera aqui, y es una idea que le acude a la memoria sin que el quiera, estaria en condiciones de decirle las palabras que han faltado en todo este tiempo.
Da un paso adelante y, con lo que le parece la fuerza de un gigante, abraza a Nechaev y lo estrecha. En su abrazo, atrapa los brazos del muchacho contra sus costados, y nota el hedor agrio de su carne forunculada; sollozando, riendo, lo besa en ambas mejillas. Cintura contra cintura, pecho contra pecho, permanece entrelazado con el.
Se oyen pasos por las escaleras. Nechaev se libra como puede de su abrazo.
– ?Por fin vienen! -exclama. Los ojos le brillan triunfales.
Se vuelve. En la entrada hay una mujer vestida de negro con un incongruente sombrerito blanco. En la penumbra, con los ojos borrosos por las lagrimas, no sabe que edad tendra.
Nechaev parece decepcionado.
– ?Ah! -dice-. ?Perdone! Pase, pase.
Pero la mujer permanece donde esta. Lleva bajo el brazo algo envuelto en una tela blanca. Los ninos tienen un olfato mas agudo que el suyo. Todos juntos, sin mediar palabra, se dejan caer del catre y pasan por entre los dos hombres. La nina tira de la tela y el olor del pan recien hecho inunda el sotano. Sin mediar palabra parte dos trozos y se los da a sus hermanos. Apretados contra las faldas de su madre, con las miradas ausentes e inexpresivas, se ponen a comer. Como los animales, piensa: saben de donde viene, y no les importa.
16 La Imprenta
Hace una inclinacion de cabeza ante la mujer. Bajo el ridiculo sombrerito que lleva asoma una cara un tanto timida, juvenil, pecosa. Siente un rapido aleteo de interes sexual por ella, pero se apaga enseguida. Deberia llevar una corbata negra, o un brazalete negro, a la italiana, y asi su posicion en el mundo estaria mucho mas clara, inclusive para el. Y no seria un hombre en plenitud de facultades, sino solamente medio hombre. Si no, deberia llevar en la solapa una medalla con la efigie de Pavel. Su mejor mitad, la que ha perdido, la mitad que aun estaba por ser.
– Debo irme dice.
Nechaev lo mira con desden.
– Vayase -dice-, nadie se lo impide. Se cree -dice a la mujer- que no se adonde piensa ir.
El comentario le resulta gratuito.
– ?Adonde cree que voy a ir?
– ?Quiere que se lo diga con todas las letras? ?No es esta su ocasion de vengarse?
Cada vez se aclaran mas las cosas: Nechaev no quedara satisfecho hasta caer en manos de la policia, hasta haber probado tambien eso. De ahi que insista tanto en poner a prueba su valor y su resolucion. Y saldra indemne; no cabe la menor duda. No se vendra abajo. Poco importa que lo apaleen, que lo tengan a pan y agua, que el no cedera, que si quisiera caera enfermo. Puede que pierda toda la dentadura, pero mantendra intacta su sonrisa. Arrastrara sus extremidades tronzadas, rugiendo con la fuerza de un leon.
– ?Quiere acaso que me vengue? ?Quiere que salga y lo traicione? ?Es eso lo que se pretende conseguir con toda esta charada de los laberintos y los ojos vendados?
Nechaev se rie con excitacion, sabedor de que se entienden perfectamente.
– ?Por que iba yo a querer tal cosa? -contesta con voz meliflua y maliciosa, mirando a la nina de reojo, como si quisiera incluirla en su broma-. No soy un joven descarriado, como lo era su hijastro. Si va usted a la policia, sea honesto. No me haga objeto de su sentimentalismo, no finja que no es usted mi enemigo. Conozco bien su tendencia al sentimentalismo. Es lo que hace con las mujeres, estoy seguro. Con las mujeres y con las ninas pequenas -se vuelve hacia la nina-. Tu lo sabes bien, ?verdad que si? Sabes como lloran los hombres de ese tipo cuando te estan haciendo dano, solo para lubricar su conciencia y excitarse un poco mas.
Para la edad que tiene, es extraordinario cuanto ha aprendido. Mas incluso que una mujer de la calle, porque no en vano es de por si espabilado. Tiene mundo. A Pavel le hubiese ido bien tener un poco mas de mundo. En el repulsivo y bamboleante oso viejo de su cuento -?como se llamaba? ?Karamzin?- habia mas vida, mas realidad que en el relamido heroe que con tanto dolor construyo. Era demasiado pronto para su muerte. Un lamentable error.
– No tengo la menor intencion de traicionarle -dice con hastio-. Vayase a casa, vayase con su padre. En alguna parte tendra a su padre; en Ivanovo, si mal no recuerdo. Vaya a verlo, arrodillese ante el, pidale que le esconda. Lo hara. No tiene limites lo que un padre puede hacer.
A Nechaev se le escapa un bufido, una risotada. Ya no puede quedarse quieto: echa a andar por el sotano, apartando a los ninos de en medio.
– ?Mi padre! ?Que sabra usted de mi padre! Yo no soy un tontaina, como lo era su hijastro. Yo no me cuelgo de las personas que me oprimen. Me fui de la casa de mi padre cuando cumpli dieciseis anos; nunca he vuelto, nunca pienso volver. ?Sabe usted por que? Porque me pegaba. Le dije que me golpease una sola vez mas, y que nunca volveria a verme. Me pego y no me ha vuelto a ver el pelo. Desde ese dia dejo de ser mi padre. Ahora, yo soy mi padre. Me he hecho a mi mismo empezando desde cero. No me hace falta que me esconda ningun padre. Si he de esconderme, el pueblo me escondera.
»Dice usted que no tiene limites lo que un padre puede hacer. ?Sabe usted que mi padre muestra mis cartas a la policia? Escribo a mis hermanas, pero el les roba las cartas, las copia, se las ensena a la policia, y la policia le paga, como no. Ya ve cuales son sus limites. Y asi se demuestra que desesperada esta la policia, que llega a pagar por tal cosa: se agarran a un clavo ardiendo, a lo que sea, porque yo no he hecho nada, ?nada!, que pruebe