lo que pretenden demostrar.
Desesperado, si. Desesperado porque le traicionen; desesperado incluso por encontrar a un padre que le traicione.
– Tal vez no puedan demostrar nada, pero la policia sabe, como lo sabe usted y como lo se yo mismo, que usted no es lo que se dice inocente. No se ha conformado con redactar esas listas, ?verdad que no? Tiene las manos manchadas de sangre, ?no es cierto? No le voy a pedir que confiese. No obstante, y en el mas hipotetico de los sentidos, ?por que lo hace?
– ?Hipoteticamente? Facil: porque si uno no mata, nadie le toma en serio. Es la unica prueba de seriedad, lo unico que cuenta.
– Pero ?por que necesita que lo tomen en serio? ?Por que no ser joven y no tener preocupaciones al menos mientras pueda? Tiempo de sobra tendra despues para ser todo lo serio que usted quiera. Y tenga a bien pensar aunque solo sea un instante en esos seres mas debiles, en los que cometen el error de tomarle a usted muy en serio. Piense en su amiga la finesa, piense en lo que esta pasando en estos momentos, a consecuencia de haberle tomado a usted en serio.
– ?Deje ya de insistir tanto con mi presunta amiga la finesa! ?Ya nos hemos ocupado de ella, ya no tiene que sufrir mas! Y no me diga que espere a ser viejo para que me tomen en serio. Ya he visto que ocurre cuando uno envejece. Cuando sea viejo, habre dejado de ser el que soy.
Es una acertada idea que facilmente habria imputado a Pavel, pero nunca a Nechaev. ?Que desperdicio!
– Ojala -dice-, ojala hubiera podido oirles hablar juntos a Pavel y a usted.
En cambio, no dice esto otro: igual que dos sables, dos sables desenvainados.
Sin embargo, ?que inteligente por parte de Nechaev haberle prevenido para que no cayera en la compasion! Y es que eso mismo es lo que esta a punto de sentir: compasion por un nino perdido en alta mar, que lucha y que se ahoga. Asi pues, se equivoca al detectar algo tal vez demasiado estudiado en el sombrio aspecto de Nechaev (y es que, por sorprendente que sea, acaba de callarse), en su mirada meditabunda: algo no solo estudiado, sino tambien, puede ser, astuto. ?Cuando fue la ultima vez en que pudo confiar que las palabras viajasen directas de un corazon a otro? Epoca de falsificaciones, esta en que vive: epoca de disfraces y disimulos. Pavel era demasiado nino, estaba demasiado chapado a la antigua para medrar. El heroe y la heroina de Pavel conversaban en aquel divertido, farfullante y anticuado lenguaje del corazon. «Ojala… ojala…» «Puedes… puedes…» Sin embargo, Pavel cuando menos intento proyectarse en un pecho ajeno. Es imposible imaginarse a Sergei Nechaev como escritor. Es un egoista, o incluso algo peor. Tambien es un mal amante, de seguro. Sin sentimiento, sin piedad. De sentimientos a lo sumo inmaduros, esquivos, estancados, como un enano. Un hombre del futuro, puede que del siglo venidero, un hombre de monstruoso cerebro y monstruosos apetitos, pero nada mas. Solitario, apartado de todo. Su lugar adecuado, un trono en una estancia vacia. El trono de las ideas. Un pope de las ideas, de ideas mortecinas. ?Dios salve entonces a los fieles, Dios salve a los que se sometan a su gobierno!
Sus pensamientos son interrumpidos por un ruido de pasos en las escaleras. Nechaev corre a la puerta, escucha, sale. Se oye un furioso cuchicheo, una llave que entra en un cerrojo, el silencio.
Todavia con su sombrerito blanco, la mujer se ha sentado al borde del lecho para dar de mamar al nino mas pequeno. Al mirarle a los ojos, se sonroja y alza el menton con un gesto desafiante.
– El senor Ishutin dice que a lo mejor usted puede ayudarnos.
– ?El senor Ishutin?
– El senor Ishutin, su amigo de usted.
– ?Y por que iba a decir tal cosa? Bien sabe el en que situacion me encuentro.
– Nos han desahuciado por impago del alquiler. He pagado el de este mes, pero no puedo pagar los atrasos; es demasiado.
El nino deja de mamar y se retuerce. Ella lo suelta; se resbala de su regazo y sale del cuarto. Lo oyen aliviarse debajo de las escaleras, gimiendo suavemente mientras lo hace.
– Lleva algunas semanas enfermo -se queja ella.
– Enseneme los pechos.
Ella se suelta otro boton y expone ambos pechos. Los pezones se le yerguen por el frio. Alzandolos entre los dedos, los manipula con suavidad. Aparece una gota de leche.
El lleva encima cinco rublos que pidio prestados a Anna Sergeyevna. Le da dos. Ella toma las monedas sin decir palabra y las envuelve en un panuelo.
Regresa Nechaev.
– Ya veo que Sonya le ha dicho que esta en un grave aprieto -dice-. Pense que su casera podria hacer algo por ellos. Es una mujer generosa, ?verdad que si? Eso es lo que dijo Isaev.
– Ni hablar. ?Como iba a llevar…?
La muchacha -?se llamara Sonya realmente?- aparta la mirada para esconder su verguenza. El vestido, que es de una tela estampada de flores, barata e inapropiada para la crudeza del invierno, se abotona de arriba a abajo por delante. Se ha echado a temblar.
– De eso hablaremos mas tarde-dice Nechaev. Quiero mostrarle la imprenta.
– No me interesa su imprenta.
Nechaev, sin embargo, lo sujeta por el brazo, y a medias lo conduce, a medias lo arrastra a la puerta. El vuelve a sorprenderse de su propia pasividad; es como si se hallara en un trance moral. ?Que pensaria Pavel si lo viera utilizado de este modo por su asesino? ?O es de hecho Pavel quien lo conduce?
Reconoce la imprenta de inmediato; es el mismo modelo anticuado, una Albion fabricada en Birmingham, igual que la que utilizaba su hermano para imprimir pasquines, octavillas, programas de mano. Nada de miles de ejemplares; si acaso, doscientos por hora.
– La fuente del poder que tiene todo escritor -dice Nechaev dando una palmada sobre la maquina-. Su comunicado sera distribuido entre las celulas esta misma noche, y manana estara en la calle. Si lo prefiere, podemos esperar hasta que usted haya cruzado la frontera. E incluso si le acusan, siempre podria decir que es una falsificacion. Para entonces ya no tendra ninguna importancia, porque habra surtido su efecto.
Hay otro hombre en la estancia, mayor que Nechaev: un hombre enjuto, de pelo negro, tez cetrina y ojos negros, sin brillo, encorvado sobre la mesa de composicion, con el menton entre las manos. No les presta ninguna atencion, y Nechaev tampoco lo presenta.
– ?Mi comunicado? -pregunta.
– Si, su comunicado. Cualquier comunicado que quiera hacer. Puede ponerse a escribir aqui mismo, ahora, para ganar tiempo.
– ?Y si decido contar la verdad?
– Le prometo que lo que usted escriba, sea lo que sea, nosotros lo distribuiremos.
– La verdad tal vez sea mas de lo que puede aguantar una imprenta manual.
– Dejalo en paz. -La voz es la del otro, que sigue repasando el texto que tiene delante. Es un escritor, el no trabaja asi.
– Entonces, ?como trabaja?
– Los escritores tienen sus propias reglas. No pueden trabajar si alguien los mira por encima del hombro.
– Deberian aprender nuevas reglas. La privacidad es un lujo sin el cual todos podemos pasar. El pueblo no necesita la privacidad.
Ahora que tiene publico, Nechaev ha retomado su talante de siempre. En cuanto a el, esta harto, asqueado de sus torpes provocaciones.
– He de irme- dice otra vez.
– Si no escribe usted, lo tendremos que hacer nosotros.
– ?Que quiere decir? ?Escribir por mi?
– Si.
– ?Firmando con mi nombre?
– Con su nombre, claro. No tenemos otra alternativa.
– Eso no lo aceptara nadie. No le creera nadie.
– Los estudiantes si lo creeran. Tiene usted una gran acogida entre los estudiantes, ya se lo dije. Sobre todo si no tienen que leer un grueso volumen para recibir el mensaje. Los estudiantes estan dispuestos a creer cualquier cosa.