J. M. Coetzee
El maestro de Petersburgo
Titulo original:
Traduccion de Miguel Martinez-Lage
1 Petersburgo
Octubre, 1869. Un
El pasajero mira el edificio con ojos dubitativos.
– ?Esta seguro de que es aqui? -pregunta.
Calle Svechnoi, 63. Es lo que usted me ha dicho.
El pasajero baja del coche. Es un hombre de mediana edad, aunque ya ronde cerca de la vejez: lleva barba y va cargado de espaldas, tiene la frente despejada y unas cejas muy pobladas, que le dan un aire sobrio, absorto y ensimismado. Viste un traje oscuro, de un corte algo pasado de moda.
– Espereme ahi mismo -indica al cochero.
Bajo las fachadas desconchadas y agrietadas, las casas del barrio del mercado todavia conservan algo de su elegancia original, aunque a estas alturas la mayor parte se han convertido en pensiones para funcionarios, estudiantes y obreros. En los intersticios que separan un edificio de otro, aprovechando a veces las medianeras, se han erigido temblequeantes estructuras de tablones, de dos y a veces hasta tres plantas, que son madrigueras de cuartos y alcobas, hogar de los mas pobres.
El numero 63, uno de los edificios mas viejos, esta flanqueado a ambos lados por estructuras de esa clase. En efecto, una telarana de vigas y puntales atraviesa la fachada a media altura, y le da un aspecto de confinamiento. Los pajaros han anidado en los recovecos de los refuerzos y sus excrementos ensucian la fachada.
Unos ninos que han estado trepando por los puntales para lanzar desde alli pedradas a los charcos, y que luego saltaban para recuperar los proyectiles, hacen un alto en sus juegos para examinar al recien llegado. Los tres mas pequenos son chicos. La cuarta, que parece ser la cabecilla, es una nina de cabellos rubios y ojos llamativamente oscuros.
– Buenas tardes -saluda-. ?Sabeis alguno donde vive Anna Sergeyevna Kolenkina?
Los ninos no contestan, lo miran con obstinacion. La nina, al cabo de un momento, suelta sus piedras y se le acerca.
– Venga por aqui -dice.
La tercera planta del numero 63 es una madriguera de cuartos conectados entre si, a la que se accede desde un rellano en lo alto de la escalera. Sigue a la nina por un pasillo oscuro y en forma de hoz, en donde huele a berza y a ternera hervida; pasan por delante de un lavadero y llegan a una puerta pintada de gris que ella empuja y abre.
Se encuentran en una estancia alargada, de techo bajo, iluminada por un solo ventano que hay al fondo, a la altura de la cabeza. El lugubre ambiente lo intensifica un recargado brocado que adorna la pared mas larga. Una mujer vestida de negro se pone en pie para recibirlo. Tendra unos treinta y tantos anos y los mismos ojos oscuros, las mismas cejas bien esculpidas que tiene la nina, solo que sus cabellos son negros.
– Disculpeme por venir sin anunciarme dice el. Me llamo… -titubea- Tengo entendido que mi hijo ha sido huesped suyo.
De la valija saca un objeto envuelto en una servilleta blanca. Es el retrato de un chico joven, un daguerrotipo con un marco de plata.
– Tal vez lo reconozca -dice. Pero no le pone el retrato en las manos.
– Es Pavel Alexandrovich, mama -susurra la nina.
– Si, estuvo viviendo con nosotras -dice la mujer-. Lo siento muchisimo -a sus palabras sigue un silencio embarazoso-. Tenia un cuarto alquilado desde el mes de abril -prosigue-. Su cuarto esta tal cual lo dejo; ahi estan todas sus pertenencias, quitando algunas cosas que se llevo la policia. ?Quiere usted verlo?
– Si -dice con ronquera-. Si se debe algo por el alquiler, yo me hago responsable, claro esta.
El cuarto de su hijo, aunque en realidad no sea mas que una realcoba separada del resto de la vivienda, tiene su entrada individual, asi como una ventana que da a la calle. La cama esta hecha con esmero; por lo demas, no hay mas que una comoda, una mesa con una lampara, una silla. Al pie de la cama hay una maleta con las iniciales P.A.I. repujadas en el cuero. La reconoce: es un regalo que el le hizo a Pavel.
Se acerca a la ventana y mira fuera. En la calle aun espera el
– ?Quieres hacerme un favor? -pregunta a la nina-. ?Le dices al cochero que se puede marchar, y de paso le pagas lo que le debo?
La nina toma el dinero que le da y se marcha.
– Quisiera estar unos momentos a solas, si no le importa -dice a la mujer.
Lo primero que hace cuando ella lo deja solo es retirar la colcha de la cama. Las sabanas estan limpias. Se arrodilla y aprieta la nariz contra la almohada, pero solo consigue percibir el olor del jabon y del hilo secado al sol. Abre los cajones. Han sido vaciados.
Deposita la maleta sobre la cama y la abre. Encima de todo encuentra un traje de algodon blanco bien doblado. Aprieta la frente contra el tejido y muy debilmente le llega el olor de su hijo. Respira hondo una y otra vez, pensando: es su espiritu, que entra en mi.
Arrastra la silla junto a la ventana y se sienta a mirar a la calle. Cae la tarde y se ahonda la oscuridad. La calle esta desierta. Pasa el tiempo; sus pensamientos se estancan.
La mujer, Anna Sergeyevna, y su hija estan cenando, sentadas frente a frente a la mesa, con una lampara entre las dos. Se quedan calladas cuando entra el.
– ?Sabe usted quien soy? -pregunta.
Ella lo mira con firmeza, a la espera de lo que el pueda decir.
– Quiero decir, ?sabe que no soy Isaev?
– Si, lo sabemos. Sabemos bien la historia de Pavel.
– Por favor, no interrumpan su cena ?Le importa que de momento deje la maleta? Le pagare hasta fin de mes. Mejor aun, le pagare tambien el mes de noviembre. Me gustaria quedarme con el cuarto, si es que no lo tiene comprometido.
Le da el dinero, veinte rublos.
– ?Le importa que venga de vez en cuando por las tardes? ?Hay alguien en la vivienda durante el resto del dia?
Ella vacila un instante. La nina y ella intercambian una mirada. El sospecha que ya se lo esta pensando mejor. Seria preferible que se llevase la maleta ahora mismo y que no volviera nunca, de modo que la historia del inquilino muerto pudiera cerrarse y el cuarto quedara libre. Ella no quiere tener en la vivienda a ese hombre enlutado, un hombre que ira proyectando la oscuridad a su paso. Pero ya es demasiado tarde, el dinero ya lo ha ofrecido el, ella lo ha aceptado ya.
– Matryosha esta en casa por las tardes -dice ella sin inmutarse-. Le dare una llave. ?Podria pedirle que haga uso de mi propia entrada? La puerta entre el cuarto del inquilino y esta sala no cierra con pestillo, pero lo habitual es que no la utilicemos.
– Perdone, no me he dado cuenta.
Matryona