Le dedica a la nina una sonrisa que a el le parece una caricia.

Fue. Ya lo ha sacado a relucir.

Frunce el ceno.

– Lo que aun no consigo entender es…

Se hace un silencio embarazoso, que el ni siquiera intenta paliar. Muy al contrario, se eriza como un lobo que guardase a su cachorro. Cuidadito, piensa: ?corres grave peligro si pronuncias una sola palabra contra el! Yo soy su padre y su madre, yo lo soy todo para el, y mas aun. Hay algo contra lo que desea enfrentarse, dar la cara, gritar si es preciso. ?Que es? ?Quien es el enemigo al que desafia de ese modo?

Del fondo de su garganta, de alli donde no alcanza a sofocarlo, emana un sonido, un gemido. Se cubre la cara con las manos; las lagrimas le corren entre los dedos.

Oye que la mujer se levanta de la mesa. Espera a que la nina tambien se retire, pero no lo hace.

Al cabo de un rato, se seca los ojos y se suena la nariz.

– Lo siento -le susurra a la nina, que sigue sentada ahi, con la cabeza inclinada sobre el plato vacio.

Cierra la puerta del cuarto de Pavel despues de entrar. ?Lo siente? No, la verdad es que no lo siente. Lejos de sentirlo, le puede la rabia contra todo el que esta vivo, rabia de que su hijo este muerto. Siente rabia sobre todo contra esa nina, a la que por su misma mansedumbre desearia descuartizar miembro a miembro.

Se tumba en la cama, con los brazos cruzados en tension sobre el pecho, intentando expulsar el demonio que se esta apoderando de el. Sabe que ahora mismo a nada se parece tanto como a un cadaver tendido, y que lo que el llama demonio bien puede ser poco mas que su alma apesadumbrada, que bate las alas. Pero estar vivo es en estos momentos una especie de nausea. Desea estar muerto. Mas aun: extinguido, aniquilado.

En cuanto a la vida que haya al otro lado de la muerte, no tiene ninguna fe. Cuenta con pasar la eternidad a la orilla de un rio, con ejercitos de otras almas muertas, esperando una barcaza que nunca ha de llegar. El aire sera frio y humedo, las negras aguas del rio lameran la orilla, la ropa que lleve se le pudrira sobre los hombros y le caera en andrajos a los pies, nunca volvera a ver a su hijo.

Con los dedos frios y cruzados sobre el pecho, vuelve a contar los dias. Es asi como se siente al cabo de diez dias.

La poesia podria devolverle a su hijo. Tiene cierta idea del poema que le haria falta, una idea de su musica, pero el no es poeta: es mas bien un perro que ha perdido el hueso, que escarba aqui y alla.

Espera a que el brillo de la luz que se cuela por debajo de la puerta se haya apagado, y luego sale sin hacer ruido del cuarto para volver a su alojamiento.

Durante la noche tiene un sueno. Primero va nadando, luego bucea. La luz es azul y mortecina. Toma impulso y se desliza con facilidad, con elegancia; parece que ya no lleva sombrero, pero su traje negro le hace sentirse como una tortuga, como una tortuga grande y vieja en su elemento natural. Encima de el hay ondas en movimiento, pero en el fondo, donde el se encuentra, el agua esta quieta. Atraviesa campos de algas; los flacidos dedos de las algas le rozan las aletas, si es que de aletas se trata.

Sabe bien que es lo que busca. Mientras nada, a veces abre la boca y emite lo que cree que debe ser un grito, una llamada. A cada grito o a cada llamada, el agua le llena la boca; cada silaba es sustituida por una silaba de agua. Se vuelve mas lento y mas pesado, hasta sentir que con el esternon roza el legamo del rio.

Pavel esta boca arriba. Tiene los ojos cerrados. Su cabello, mecido por la corriente, es suave como el de un nino.

De su garganta de tortuga sale un ultimo grito, que a el mas le parece un ladrido, y se precipita hacia el muchacho. Quiere besarle la cara, pero cuando lo toca con sus labios duros, no esta del todo seguro: quiza le este mordiendo.

Es entonces cuando despierta.

Segun una vieja costumbre, pasa la manana sentado ante el escueto escritorio de su cuarto. Cuando la doncella viene a limpiar, la despacha con un simple gesto. Pero no escribe ni una palabra. No es que este paralizado; su corazon bombea la sangre a buen ritmo, tiene la cabeza despejada. En cualquier momento podria empunar la pluma y formar las letras sobre el papel. Pero se teme que la escritura fuese la de un demente: pagina tras pagina de vilezas, obscenidades indomenables. Piensa en la demencia como si fluyera por la arteria de su brazo derecho hasta llegarle a la yema de los dedos, a la pluma y al papel. Fluye como un arroyo, no tendria siquiera que mojar la pluma una sola vez. Lo que fluye y se posa sobre el papel no es ni sangre ni tinta, sino un acido negro que se pone de un repugnante color verdoso si le da la luz de refilon. Sobre el papel no se seca: si alguien pasara el dedo por encima, notaria una sensacion liquida y electrica a la vez. Una escritura que hasta los ciegos podrian leer.

Por la tarde regresa a la calle Svechnoi, al cuarto de Pavel. Cierra la puerta interior que da a la vivienda y apoya una silla contra el pestillo. Luego extiende el traje blanco sobre la cama. A la luz del dia ve que los punos estan bastante sucios. Olisquea los sobacos y el olor le llega con claridad: no es el de un nino, sino el de otro hombre adulto. Aspira ese olor una y otra vez. ?Cuantas veces se podra oler antes de que se desvanezca? Si el traje estuviera guardado en una urna de cristal, ?se preservaria tambien ese olor?

Se desviste y se pone el traje blanco. Aunque la chaqueta le queda holgada y los pantalones son demasiado largos, no se siente como un payaso.

Se tiende en la cama y cruza los brazos. Es una postura teatral, pero esta dispuesto a ir alli adonde le lleven sus impulsos. Al mismo tiempo, no tiene ninguna fe en el impulso.

Imagina una vision de Petersburgo, la ciudad extendida en toda su vastedad, achatada, bajo las estrellas inmisericordes. Una palabra en caracteres hebreos aparece escrita en un pergamino que ocupa el cielo entero. No sabe leer esa palabra, pero si sabe que se trata de una condena, de una maldicion.

Se ha cerrado una verja detras de su hijo, una verja ahora asegurada con siete llaves y candados de hierro. La tarea que tiene encomendada es abrir esa puerta.

Pensamientos, sensaciones, visiones. ?Confia en todo eso? Vienen de lo mas profundo de su corazon, pero no tiene mayor razon para confiar en el corazon que en la razon misma.

Voy de retirada de un lugar a otro, piensa; cuando haya concluido la retirada, ?que quedara de mi?

Se imagina que volviera a la matriz, o que volviera al menos a algo que fue suave, fresco, gris. Tal vez no sea solo una matriz: tal vez se trate del alma, tal vez asi sea como se presenta el alma.

Oye un susurro bajo la cama. ?Un raton ocupado en sus quehaceres? Le da igual. Se da la vuelta, se lleva la chaqueta blanca a la cara, aspira.

Desde que tuvo noticia de la muerte de su hijo, en el ha ido menguando algo que considera firmeza. Soy yo el que esta muerto, piensa; mejor dicho, yo he muerto, pero mi muerte no termino de llegar. La idea que tiene de su propio cuerpo es que resulta fuerte, robusto, y que no cedera de por si. Su pecho es como un barril de recias duelas. Su corazon seguira latiendo largo tiempo. Sin embargo, algo lo ha sacado del tiempo de los hombres. La corriente que lo lleva no deja de fluir, aun sigue su curso, puede que obedezca incluso a una intencion determinada, pero esa intencion ha dejado de responder a la vida. Esa corriente que lo lleva es agua muerta, es una corriente inerte.

Se queda dormido. Cuando despierta, ha anochecido y el mundo entero esta en silencio. Enciende un fosforo, intenta despejarse, sacudirse el embotamiento. ?Pasa ya de la medianoche? ?Donde ha estado?

Se mete debajo de la ropa de cama, duerme de manera intermitente. Por la manana, de camino al lavabo, desalinado y maloliente, tropieza con Anna Sergeyevna. Con el pelo recogido bajo una panoleta, con las botas grandes, parece cualquier tendera del mercado. Lo mira con asombro.

– Me quede dormido, estaba muy cansado -le explica. Pero no se trata de eso. Es el traje blanco, que el aun lleva puesto. Si no le importa- prosigue-, me alojare en el cuarto de Pavel hasta que me marche. No seran mas que unos cuantos dias.

– Ahora no puedo hablar con usted, voy con prisa -le contesta. Esta claro que no le agrada esa idea. Tampoco le ha dado su consentimiento. Pero el ya ha pagado, ella no puede hacer nada al respecto.

Se pasa la manana entera sentado ante la mesa, en el cuarto de su hijo, con la cabeza entre las manos. Ni siquiera puede fingir que esta escribiendo. Mentalmente vuelve cada dos por tres al momento en que murio Pavel. Lo que no soporta es pensar que, en la ultima fraccion del ultimo instante antes de su caida, Pavel supo que ya nada iba a salvarlo, que estaba muerto. Quiere creer que Pavel estuvo protegido contra esa certidumbre mas

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