– ?Puedo terminar mi frase?
Antoine asintio con un gesto de la cabeza. Sophie continuo:
– Si le decia que no podia hablar con el, porque ya estaba hablando contigo, volvia a llamar cada diez minutos para saber si habiamos colgado.
– Pero eso es absurdo, ?estas segura de lo que dices?
– ?No me crees? Si apoyo la cabeza en tu hombro, te aseguro que nos alcanzara en menos de dos segundos.
– Pero si es ridiculo -susurro Antoine-, ?por que iba a estar celoso de nuestra amistad?
– Porque los amigos tambien pueden ser exclusivos, y tienes toda la razon, es completamente ridiculo.
Antoine rasco el suelo con la punta del zapato.
– ?Crees que ve a alguien en Londres? -pregunto el.
– ?Te refieres a un psicologo?
– No, ?a una mujer!
– ?No te ha dicho nada, o es que no me quieres confesar que te ha dicho algo?
– De todas maneras, si ha conocido a alguien, seria una buena noticia, ?no?
– ?Desde luego! Estaria loco de alegria por el -concluyo Antoine.
Sophie lo miro consternada. Se pararon frente a un pequeno puesto ambulante. Louis y Emily eligieron unos helados; Antoine, una crepe, y Sophie pidio un gofre. Antoine busco a Mathias, que se habia quedado atras, con los ojos fijos en la pantalla del telefono.
– Apoya la cabeza en mi hombro para verlo -le dijo a Sophie volviendose.
Ella sonrio e hizo lo que Antoine le habia pedido.
Mathias se planto frente a ellos.
– Bueno, ya que veo que a todo el mundo le da completamente igual que yo este aqui o no, mejor os voy a dejar a los dos solos. Si los ninos os molestan, no dudeis en tirarlos al lago. Me voy a trabajar, al menos asi tendre la impresion de que existo.
– ?Te vas a trabajar un sabado por la tarde? Tu libreria esta cerrada -repuso Antoine.
– Hay una subasta de libros antiguos. Lo he leido en el periodico esta manana.
– ?Ahora vendes libros antiguos?
– Bueno, escuchame, Antoine, si un dia Christie's pone en venta escuadras antiguas o compases, ?te hare un dibujo! Y si por casualidad os dierais cuenta de que esta noche no estoy en la mesa, sera que me he quedado a dormir.
Mathias beso a su hija, le hizo una senal a Louis y se esfumo sin ni siquiera saludar a Sophie.
– ?Nos habiamos apostado algo? -pregunto ella con aire triunfal.
Mathias cruzo el parque corriendo. Salio por Hyde Park Corner, llamo a un taxi y con muchos esfuerzos pronuncio en ingles la direccion a la que se dirigia. El relevo de la guardia habia tenido lugar en el patio de Buckingham Palace. Como cada fin de semana, numerosos paseantes, que iban a observar el desfile de soldados de la reina, entorpecian la circulacion en los alrededores del palacio.
Una fila de caballeros subia al trote por Birdcage Walk. Impaciente, Mathias, sacando el brazo por la ventana, golpeo la puerta con la mano.
– Esto es un taxi, senor, no un caballo -dijo el chofer a la vez que lanzaba una mirada de enfado por el retrovisor.
A lo lejos, la silueta del Parlamento se recortaba en el cielo. Teniendo en cuenta la longitud de la fila de coches que se extendia hasta el puente de Westminster, jamas llegaria a tiempo.
Cuando Audrey habia respondido a su mensaje invitandolo a verse con ella al pie del Big Ben, habia precisado que lo esperaria una media hora, no mas.
– ?Es el unico camino? -suplico Mathias.
– Es de lejos el mas bonito -respondio el conductor, senalando con el dedo las avenidas llenas de flores de Saint James Park.
Ya que estaban hablando de flores, Mathias le confio que tenia una cita amorosa, que cada segundo contaba y que si llegaba tarde, todo se habria perdido para el.
El chofer dio enseguida media vuelta. Deslizandose por entre las pequenas callejuelas del barrio de los ministerios, el taxi llego a buen puerto. El Big Ben daba las tres. Mathias solo llegaba cinco minutos tarde. Le dio al chofer una generosa propina en senal de agradecimiento y bajo de cuatro en cuatro los escalones que conducian al muelle. Audrey lo esperaba en un banco, se levanto y el se precipito a sus brazos. Una pareja que paseaba sonrio al ver como se abrazaban.
– ?No ibas a pasar el dia con tus amigos?
– Si, pero no podia mas, queria verte, me he comportado como un quinceanero durante toda la tarde.
– Es una edad que te pega bastante -dijo ella besandolo.
– ?Y tu? ?No tenias que trabajar hoy?
– Si, por desgracia… Solo tenemos una media hora para nosotros.
Aprovechando que estaba en Londres, la cadena de television en la que trabajaba le habia pedido que llevara a cabo un segundo reportaje sobre los principales centros de interes turistico de la ciudad.
– Mi camara se ha ido urgentemente a la futura sede de los Juegos Olimpicos, y debo apanarmelas sola. Tengo que filmar al menos diez planos, ni siquiera se por donde empezar y debemos enviarlo todo a Paris el lunes por la manana.
Mathias le susurro al oido la idea genial que acababa de tener. Cogio la camara que tenia a sus pies y cogio a Audrey de la mano.
– ?Me juras que de verdad sabes hacer encuadres?
– Si vieras las peliculas que hago en vacaciones, te quedarias con la boca abierta.
– ?Y conoces lo suficiente la ciudad?
– ?Ya llevo un tiempo viviendo aqui!
Convencido de que podria en parte contar con la competencia de los
Obligados por la proximidad, habia que empezar por filmar los majestuosos meandros del Tamesis y los paisajes coloristas de los puentes que lo presidian. Resultaba fascinante ver como, a lo largo del rio, los inmensos edificios, fruto de la arquitectura moderna, habian sabido integrarse perfectamente en el paisaje urbano. Mucho mas que otras ciudades europeas mas nuevas, Londres habia reencontrado una indiscutible juventud en menos de dos decenios. Audrey queria hacer algunos planos del palacio de la reina, pero Mathias insistio en que se fiara de su experiencia: el sabado, los alrededores de Buckingham se ponian impracticables. No lejos de ellos, algunos turistas franceses dudaban entre ir a la nueva Tate Gallery o visitar los accesos de la central electrica de Battersea, cuyas cuatro chimeneas aparecian en la portada de un album emblematico de los Pink Floyd.
El mayor de ellos abrio su guia para detallar en voz alta los atractivos que ofrecia el sitio. Mathias aguzo el oido y se acerco discretamente al grupo. Audrey se habia apartado para llamar por telefono con su productor; los turistas se inquietaron ante la presencia de aquel hombre extrano que se pegaba a ellos. El miedo a los carteristas les hizo alejarse en el mismo momento en que Audrey se guardaba el movil en el bolsillo.
– Tengo una pregunta importante que hacerte sobre nuestro futuro -anuncio Mathias-. ?Te gusta Pink Floyd?
– Si -respondio Audrey-. ?Y por que eso es importante para nuestro futuro?
Mathias volvio a coger la camara y le informo de que su proxima etapa se situaba un poco mas arriba del rio.
Cuando llegaron al edificio, repitiendo palabra por palabra lo que habia oido, Mathias le dijo a Audrey que sir Gilbert Scott, el arquitecto que habia concebido aquel edificio, era tambien el disenador de las famosas cabinas telefonicas rojas.
Con la camara al hombro, Mathias le explico que la construccion de la Power Station de Battersea habia empezado en 1929 y que se habia acabado diez anos mas tarde. Audrey estaba impresionada por los conocimientos de Mathias, y el le prometio que le iba a gustar todavia mas la nueva parada que habia escogido.
Cuando cruzaban la explanada, saludo al grupo de turistas franceses que caminaban en su direccion, y le hizo