un guino al de mayor edad. Unos minutos mas tarde, un taxi los llevaba a la Tate Modern.
Mathias habia hecho una muy buena eleccion, era la quinta vez que Audrey visitaba el museo que albergaba la mayor coleccion de arte moderno de Gran Bretana, y no se iba a cansar nunca. Conocia casi todos los rincones. En la entrada, el guardia les pidio que dejaran sus equipos de video en el guardarropa. Abandonando durante unos instantes su reportaje, Audrey cogio a Mathias de la mano y lo llevo hacia los pisos superiores. Una escalera mecanica los conducia al espacio en el que se exponia una retrospectiva de la obra del fotografo canadiense Jeff Wall. Audrey se dirigio directamente a la sala numero 7 y se paro frente a una foto de cerca de tres metros por cuatro.
– Mira -le dijo maravillada a Mathias.
En la monumental fotografia, un hombre miraba como giraban a su alrededor hojas de papel arrancadas por el viento de las manos de un caminante. Las paginas de un manuscrito perdido parecian dibujar la figura de una banda de pajaros.
Audrey vio la mirada emocionada de Mathias y se sintio feliz por poder compartir con el ese instante. Sin embargo, no era la fotografia lo que lo emocionaba, sino la forma en la que ella lo miraba.
Se habia prometido no entretenerse, pero, cuando volvieron a salir del museo, el dia casi llegaba a su fin. Siguieron su camino, caminando cogidos de la mano a lo largo del rio en direccion a la torre Oxo.
– ?Te quedas a cenar? -pregunto Antoine en la puerta de su casa.
– Estoy cansada y es tarde -respondio Sophie.
– ?Tu tambien tienes que ir a una subasta de flores secas?
– Si, es mi manera de no tener que aguantar tu mal humor, puedo incluso ir a abrir mi tienda de noche.
Antoine bajo la mirada y entro en el salon.
– ?Que te pasa? No has dejado de apretar los dientes desde que nos hemos ido del parque.
– ?Puedo pedirte un favor? -susurro Antoine-. ?Podrias no dejarme solo con los ninos esta noche?
Sophie se sorprendio por la tristeza que veia en sus ojos.
– Con una condicion -dijo ella-, que no pises la cocina y que me dejes llevaros a un restaurante.
– ?Vamos al de Yvonne?
– ?Desde luego que no! Vas a salir un poco de la rutina; conozco un sitio en Chinatown, con una decoracion infame, pero en el que se hace el mejor pato laqueado del mundo.
– ?Y esta limpio ese sitio del que hablas?
Sophie no respondio, llamo a los ninos y les informo de que el aburrido plan de la noche acababa de cambiar radicalmente ante una iniciativa suya. Antes de que acabara la frase, Louis y Emily ya habian vuelto a ocupar su lugar en la parte trasera del Austin Healey.
Cuando volvia a bajar las escaleras, susurro imitando a Antoine: «?Y esta limpio ese sitio tuyo?».
Cuando el coche iba por Oid Brompton, Antoine freno bruscamente.
– Deberiamos haberle dejado una nota a Mathias para decirle donde ibamos a estar, el no nos ha dicho si iba a hacer algo por la noche.
– Resulta curioso -murmuro Sophie-; cuando hablaste del proyecto de hacerlo venir a Londres, tenias miedo de que se te pegara, y ahora, ?crees que vas a ser capaz de pasar toda una noche sin el?
– Eso es un poco dudoso -respondieron al unisono Louis y Emily.
La explanada que rodeaba el complejo Oxo se extendia hasta el rio. A uno y otro lado de la gran torre de cristal, una retahila de pequenos comercios mostraba en sus vitrinas sus ultimas colecciones de tejidos, ceramica, muebles y accesorios de decoracion. De espaldas a Audrey, Mathias cogio su movil y marco el numero sin pensarlo.
– Mathias, te lo suplico, coge esta camara y filmame, va a anochecer enseguida.
El se guardo el telefono en el bolsillo y se volvio hacia ella mostrando su mejor sonrisa.
– ?Va todo bien? -dijo ella.
– Si, si, todo va bien. Entonces, ?donde estabamos?
– Empiezas grabando la orilla opuesta, y en cuanto empiece a hablar, cierras el encuadre en mi. Asegurate de que, antes de hacerme un primer plano, me haces un plano de cuerpo entero.
Mathias apreto el boton de grabacion. El motor de la camara se puso en marcha. Audrey recitaba su texto, su voz era diferente y sus frases parecian adoptar ese ritmo entrecortado que parecia imponer la television a aquellos que se expresaban a traves de ella. Se interrumpio bruscamente.
– ?Estas seguro de que sabes filmar?
– ?Desde luego que se! -respondio Mathias, apartando su ojo del visor-. ?Por que me preguntas una cosa asi?
– Porque intentas hacer un zum accionando la arandela del parasol.
Mathias miro el objetivo y volvio a echarse la camara al hombro.
– Bueno, quedate conmigo, retomamos la ultima frase.
Pero esa vez, Mathias interrumpio la toma.
– Me molesta tu fular, con el viento te tapa la cara.
El se acerco a Audrey, volvio a atarle el panuelo al cuello, la beso y volvio a su sitio. Audrey levanto la cabeza. La luz de la tarde se habia vuelto anaranjada; mas al oeste, el cielo enrojecia.
– Dejalo estar, es demasiado tarde -dijo ella desolada.
– ?Todavia veo muy bien por el objetivo!
Audrey camino hacia el y le quito los equipos que lo cubrian.
– Tal vez, pero frente al televisor solo verias una gran mancha oscura.
Ella lo llevo a un banco, cerca del camino. Audrey organizo su material, volvio a ponerse en pie y se excuso ante Mathias.
– Has sido un guia perfecto -dijo ella-. ?Va todo bien?
– Si -respondio el a media voz.
Ella poso la cabeza en su hombro, y ambos miraron silenciosos pasar un barco que subia lentamente por el rio.
– A mi tambien me da por pensar, ?sabes? -murmuro Mathias.
– ?Y en que piensas?
Tenian las manos entrelazadas y jugueteaban con sus dedos.
– Yo tambien tengo miedo -repuso Mathias-, pero no es nada grave. Esta noche, dormiremos juntos y sera un fiasco; al menos, ahora sabemos que el otro lo sabe; por otro lado, ahora que se que tu lo sabes…
Audrey lo beso en los labios para hacerle callar.
– Me parece que tengo hambre -dijo ella, levantandose.
Se colgo de su brazo y lo guio hacia la torre. En el ultimo piso, habia un restaurante con amplios ventanales de cristal que ofrecian una vista impagable de la ciudad.
Audrey apreto un boton, y la cabina se elevo. El ascensor de cristal estaba metido en una jaula transparente. Ella le enseno la gran noria a lo lejos; a aquella distancia, uno casi tenia la impresion de estar mas alto. Y cuando Audrey se volvio, descubrio el rostro de Mathias, palido como un lienzo.
– ?Estas bien? -pregunto ella inquieta.
– ?En absoluto! -respondio el con una voz apenas audible.
Petrificado, dejo la camara y se dejo caer a lo largo de la pared. Para evitar que se desmayara, Audrey se apreto a el y le puso la cara en su hombro, evitando que viera el vacio. Finalmente, lo rodeo con sus brazos protectores.
El timbre sono y se abrieron las puertas en el ultimo piso, frente a la recepcion del restaurante. Un elegante mayordomo miro, bastante asombrado, a aquella pareja que estaba besandose de una forma tan apasionada y tierna a la vez y que tenia asegurados muchos bellos despertares. El
La sabana la cubria hasta las caderas. Mathias jugaba con sus cabellos. Ella reposaba la cabeza sobre su torso. -?Tienes cigarrillos? -pregunto Audrey.
– No fumo.
Ella se inclino, lo beso en la nuca y abrio el cajon de la mesita de noche. Tras hundir en el la mano, cogio con