Audrey lo miro sonriendo.

– ?Cuanto hace que estas perdido?

Capitulo 10

Tras curarle la rodilla a Emily y hacerles olvidar el disgusto con la promesa de un desayuno en el que se permitirian todos los dulces, Antoine subio a ducharse y a vestirse. Al otro lado de la escalera, el apartamento estaba en silencio. Entro en el cuarto de bano y se sento en el borde de la banera, mirando su reflejo en el espejo. La puerta chirrio; la cabecita de Louis acababa de aparecer por la abertura.

– ?A que viene esa carita? -pregunto Antoine.

– Yo iba a hacerte la misma pregunta -respondio Louis.

– No me digas que has venido espontaneamente a darte una ducha.

– He venido a decirte que si estas triste, puedes hablar conmigo. Mathias no es tu mejor amigo, sino yo.

– No estoy triste, querido, solo un poco cansado.

– Mama tambien dice que esta cansada cuando se va de viaje.

Antoine miro a su hijo, que lo miraba desde la puerta.

– Entra, ven -murmuro Antoine.

Louis se acerco, y su padre lo abrazo.

– ?Quieres hacerle un verdadero favor a tu padre?

Y como Louis acababa de decirle que si con la cabeza, Antoine le susurro al oido:

– No crezcas muy rapido.

Para completar el reportaje de Audrey, habia que atravesar la ciudad y llegar a Portobello. Como Mathias no habia encontrado su cartera en el bolsillo de su chaqueta, habian decidido coger el bus. Al ser domingo, el mercado estaba cerrado, y solo los anticuarios de la parte de arriba de la calle habian subido la persiana.

Audrey no dejaba su camara; Mathias la seguia, sin perder ninguna ocasion de hacerle una fotografia con el pequeno aparato que habia tomado prestado de su bolsa del video. Al principio de la tarde, se instalaron en la terraza del restaurante Mediterraneo.

Antoine subio por Bute Street a pie. Entro en la tienda de Sophie y le pregunto si queria pasar la tarde con ellos. La joven florista declino la invitacion, la calle estaba muy animada y todavia le quedaban algunos ramos por preparar.

Yvonne corria de la cocina a las mesas de la terraza, la mayoria de las cuales ya estaban ocupadas; algunos clientes se impacientaban esperando a hacer sus pedidos.

– ?Va todo bien? -pregunto Antoine.

– No, en absoluto -respondio Yvonne-. ?Has visto la gente que hay fuera? En media hora, esto estara a reventar. Me he levantado a las seis de la manana para comprar salmon fresco, que queria servir como plato del dia, y no puedo cocinarlo porque el horno me ha dejado tirada.

– ?Tu lavavajillas funciona? -pregunto Antoine.

Yvonne lo miro con cara burlona.

– Confia en mi -repuso Antoine-, en diez minutos podras servir tus platos del dia.

Y cuando le pregunto si tenia bolsas de congelar, Yvonne no pregunto nada mas, abrio el cajon y le dio lo que pedia.

Antoine se reunio con los ninos que lo esperaban delante de la barra. Se arrodillo para preguntarles. Emily acepto enseguida su propuesta; Louis le pidio una compensacion en dinero de bolsillo. Antoine le hizo notar que era un poco joven para hacer chantaje, y su hijo le respondio que se trataba de negocios. La promesa de una azotaina sello el pacto entre los dos. Los dos ninos se instalaron en una mesa del comedor. Antoine entro en la cocina, se puso un delantal y volvio a salir enseguida con una libreta en la mano para tomar nota de los pedidos de la terraza. Cuando Yvonne le pregunto que estaba haciendo exactamente, el le sugirio en un tono que no daba lugar a replicas que se fuera a la cocina mientras el se ocupaba del resto. Anadio que habia cubierto su cupo de negociaciones del dia y que los salmones estarian listos en diez minutos.

Dejo la camara de fotos en la mesa y apreto el boton de disparo automatico. Despues insto a Audrey a acercarse a el para que los dos entraran en la foto. Un camarero, que encontro divertida la escena, se ofrecio a sacarles la foto. Mathias acepto de buen grado.

– Verdaderamente, parecemos dos turistas -dijo Audrey despues de darle las gracias al camarero.

– Estamos visitando la ciudad, ?no?

– Es una manera de verlo -dijo ella mientras volvia a servirse vino.

Mathias le quito la botella de las manos y le sirvio.

– Un hombre galante, ?que cosa mas rara! No me has hablado ni una sola vez de tu hija -dijo Audrey.

– No, es verdad -respondio Mathias, bajando la voz.

Audrey se dio cuenta de que habia cambiado la expresion de su rostro.

– ?Tienes la custodia?

– Vive conmigo.

– Emily es un bonito nombre. ?Donde esta ella ahora mismo?

– Con Antoine, mi mejor amigo, te cruzaste con el en la libreria, pero no debes de acordarte. De hecho, te conoci en aquel patio de recreo un poco gracias a el.

El camarero trajo el postre que Audrey habia pedido, y un simple cafe para Mathias. Ella extendio la crema de castanas sobre su gofre.

– Tampoco te he dicho nunca que, al principio, creia que eras la maestra de Louis -repuso Mathias.

– ?Como?

– ?La maestra de Antoine!

– Que idea tan curiosa. ?Y por que lo creias?

– Es un poco complicado de explicar -respondio Mathias a la vez que mojaba el dedo en la crema.

– ?Y su maestra es mas guapa que yo? -pregunto Audrey en broma.

– ?Oh, no!

– ?Tu hija y Louis se llevan bien?

– Como hermano y hermana.

– ?Cuando vuelves a verla? -pregunto Audrey.

– Esta tarde -respondio Mathias.

– Ya me va bien -comento ella mientras buscaba un cigarrillo en su bolso-. Esta tarde, tengo que poner en orden unos asuntos.

– Has dicho eso como si tuvieras intencion de tirarte debajo de un tren manana por la manana.

Ella se volvio para pedir un cafe al camarero.

– ?Te vas? -dijo Mathias con voz insegura.

– No me voy, vuelvo. En fin, imagino que es lo mismo.

– ?Y cuando pensabas decirmelo?

– Ahora.

Ella empezo a remover el cafe con la cucharilla mecanicamente, y Mathias la interrumpio.

– No le has puesto azucar -dijo el quitandole la cucharilla de los dedos.

– Paris solo esta a dos horas y cuarenta minutos. Y ademas, puedes venir a verme, ?no? En fin, si te apetece.

– Desde luego que me apetece, y todavia me apetece mas; que no te vayas, que podamos vernos entre semana. No te habria propuesto que cenaras conmigo el lunes, habria sido demasiado pronto y no queria asustarte ni agobiarte, pero te lo habria dicho el martes; tu me habrias respondido que este martes, por desgracia, estabas ocupada; entonces, habriamos acordado vernos el miercoles. El miercoles nos habria ido bien a los dos. Desde luego, la primera mitad de la semana nos habria parecido interminable; la segunda, un poco menos, porque nos habriamos visto el fin de semana. Por otra parte, el domingo que viene habriamos almorzado

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