se pareciera en cada rasgo a su hijo. A Sophie le costaba mantener su seriedad. Lo beso en la frente y se alejo calle abajo.

La noche caia sobre Westbourne Grove. Una joven que llevaba un abrigo demasiado grande para ella se sento en el banco que habia delante de la parada del autobus.

– ?Tiene usted frio? -pregunto ella.

– No, estoy bien -respondio Mathias.

– Pues nadie lo diria.

– Hay domingos asi.

– Si, yo he tenido muchos -dijo la joven, levantandose.

– Buenas noches -dijo Mathias.

– Buenas noches -dijo la joven.

El la saludo con un gesto de cabeza; ella hizo lo mismo y subio al autobus que acababa de llegar. Mathias la vio irse y se pregunto donde habia podido conocerla.

Despues de la cena, los ninos se habian dormido en el sofa, agotados tras la tarde en el parque. Antoine los llevo a su cama. De vuelta al salon, disfrutaba de un momento de calma. Se fijo en la cartera de Mathias, que se habia dejado olvidada en la cesta que les servia para dejar las llaves y lo que uno lleva en el bolsillo. La abrio y tiro lentamente de la esquina de una foto que sobresalia. En esa foto arrugada por su antiguedad, Valentine sonreia con las manos colocadas sobre su barriga redondeada; era el testimonio de otros tiempos. Antoine volvio a poner la foto en su sitio.

Yvonne entro en la ducha y abrio el grifo. El agua cayo sobre su cuerpo. Antoine le habia salvado el servicio; algunas veces se preguntaba que haria ella si el no estuviera ahi.Volvio a pensar en sus salmones cocidos al vapor del lavavajillas y se echo ella sola a reir. Un ataque de tos calmo rapidamente el ardor de su risa loca. Agotada pero de buen humor, cerro el agua, se puso una toalla y fue a acomodarse en su cama. La puerta del final del pasillo acababa de cerrarse. La chica a la que habia prestado la habitacion junto al rellano debia de haber vuelto. Yvonne no sabia gran cosa sobre ella, pero tenia la costumbre de fiarse de su instinto. Aquella pequena necesitaba solo que le echaran una mano para solucionar sus problemas. Y despues de todo, ella tambien obtenia su provecho. Su presencia le iba bien; desde que John no estaba en la libreria, el peso de la soledad se hacia notar cada vez mas a menudo.

Enya se quito la chaqueta y se echo sobre su cama. Cogio los billetes del bolsillo de sus tejanos y los conto. El dia habia sido bueno, las propinas de los clientes del restaurante de West-Bourne Grove donde habia hecho una sustitucion eran suficientes como para vivir toda la semana. El patron estaba contento con ella y le habia propuesto trabajar tambien el siguiente fin de semana.

Un destino ironico el de Enya: hacia diez anos, su familia habia muerto de hambre tras no resistir un verano sin cosecha. Una joven medica la habia recogido en un campamento de refugiados.

Una noche, con la ayuda de la doctora francesa, se habia escondido en un camion que se iba. En ese momento, habia empezado el largo exodo que, durante meses, la llevaria hacia el norte, huyendo del sur. Con sus companeros de viaje no compartia la desgracia, sino la esperanza de descubrir un dia lo que era la abundancia.

En Tanger cruzo el mar. Otro pais, otros valles, los Pirineos. Un pastor le habia revelado que, en otros tiempos, pagaban a su abuelo para hacer el camino contrario; la historia podia cambiar, pero no la suerte de los hombres.

Un amigo le habia dicho que, al otro lado del canal de la Mancha, encontraria lo que siempre habia buscado: el derecho de ser libre y de ser quien era. En las tierras de Albion, los hombres de todas las etnias, de todas las religiones vivian en paz respetandose unos a otros, asi que embarco, esa vez, rumbo a Calais, bajo los bojes de un tren. Y cuando, agotada, se dejo caer sobre los railes ingleses, supo que el exodo habia llegado a su fin.

Aquella noche, feliz, miraba a su alrededor: una cama estrecha pero con sabanas limpias, una pequena mesa con un bonito ramo de violetas que alegraba la habitacion, un ventanuco a traves del cual, si uno se inclinaba un poco, se podian ver los techos del barrio. La habitacion era bastante bonita; su patrona, discreta, y el tiempo que vivia desde hacia unos dias tenia aires primaverales.

Audrey intento encajar las cintas de video entre dos jerseis y tres camisetas que habia enrollado. Tenia dificultades para encontrarles sitio en la maleta a las compras efectuadas aqui y alla durante el mes que habia pasado en Londres.

Tras volver a ponerse de pie, miro a su alrededor para verificar por ultima vez que no se olvidaba de nada. No tenia ganas de cenar, le bastaria con un te y, aunque sentia que pasaria la noche en vela, tenia que intentar dormir un poco. Por la manana, cuando llegara a la estacion del Norte, el dia solo acabaria de empezar. Tendria que ir a entregar las grabaciones a la regidora de la cadena, participar en la reunion de redaccion de la tarde, y tal vez incluso, si su tema era programado en breve, deberia visionar las cintas en la sala de montaje. Cuando entro en la cocina, se quedo mirando el cigarrillo aplastado en el cenicero. Su mirada se deslizo por la mesa y los dos vasos manchados de rojo por el vino tinto resecado; tambien habia una taza en el fregadero. La cogio entre sus manos y miro el borde, preguntandose donde habria puesto Mathias los labios. Se la llevo con ella y volvio a la habitacion para meterla eh el fondo de la maleta.

El salon estaba a oscuras. Mathias cerro la puerta de entrada lo mas lentamente que pudo y se dirigio con sigilo hacia la escalera, se encendio una luz. Se volvio y descubrio a Antoine, sentado en el sofa. Fue junto a el, cogio la botella de agua que habia sobre la mesa de centro y la vacio de un trago.

– ?Si uno de nosotros dos se enamora, sere yo! -dijo Antoine.

– Como quieras, amigo mio- respondio Mathias mientras volvia a dejar la botella.

Antoine se levanto furioso.

– No, como quiera no, y empiezo a cabrearme. ?Si me enamorara, seria una traicion, igual que en tu caso!

– ?Calmate! Despues de haber tirado abajo esa pared, ahora que al fin formo parte de mi vida cotidiana, que soy feliz con los dos ninos, a los que, por otra parte, nunca habia visto tan felices, ?crees de verdad que correria el riesgo de mandarlo todo al diablo?

– ?Absolutamente! -respondio Antoine con convencimiento.

Antoine empezo a caminar de un lado a otro de la habitacion.

– Mira, todo lo que hay a tu alrededor es exactamente lo que tu querias. Querias ninos que se rieran, y se rien; querias ruido en tu casa, y apenas nos oimos los unos a los otros; incluso has conseguido ver la tele durante la cena, asi que ahora escuchame bien: por una vez en tu vida, por una sola vez, vas a renunciar a tu egoismo y vas a asumir tus elecciones. Por tanto, si estas a punto de enamorarte de una mujer, ?detente ahora mismo!

– ?Te parezco egoista? -pregunto Mathias con voz triste.

– Lo eres mas de lo que lo soy yo -respondio Antoine.

Mathias lo miro durante un buen rato y, sin anadir nada mas, se alejo hacia la escalera.

– Desde luego -repuso Antoine a su espalda-, no hace falta decir que no me refiero a que no… Vamos, ?que no me opongo a que te la tires!

Mathias, en el primer piso, se paro en seco y se dio la vuelta.

– De acuerdo, pero yo me opongo a que hables de ella en esos terminos.

A los pies de la escalera, Antoine lo senalo con un dedo acusador.

– ?Te he pillado! Estas enamorado, tengo la prueba, ?ahora dejala!.

La puerta de la habitacion de Mathias se cerro con un portazo tras el; las de las habitaciones de Emily y Louis se cerraron mucho mas discretamente.

El tren llevaba parado en la estacion de Ashford treinta minutos, y el controlador se habia tomado como un deber personal el despertar a voces a los pasajeros que no se habian dado cuenta e informarles de que el tren estaba parado en la estacion de Ashford.

El mensaje adquirio relevancia cuando el mismo maquinista anuncio que era incapaz de decir cuando volveria a arrancar el tren, pues habia un problema de circulacion en el tunel.

– He ensenado fisica durante treinta anos, y me gustaria que alguien me explicara como puede haber un problema de circulacion en unas vias paralelas y de sentido unico; a menos que el maquinista del tren que vaya delante se haya parado en medio del tunel para hacer pis -gruno la anciana dama que estaba sentada frente a Audrey.

Audrey, que habia cursado estudios literarios, pudo evitar responder cuando su movil se puso a sonar. Era su

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