Sentados a una mesa, Antoine y Louis atacaban su segundo plato de
– ?Todavia esta con el telefono? -pregunto Antoine.
Y, como era su costumbre, Emily respondio que si con la cabeza.
– Ya sabes, esta contrariado, no te preocupes. Son cosas que nos pasan a los mayores, es algo normal -dijo Antoine con voz tranquilizadora.
– ?Te crees que nosotros no estamos preocupados nunca? -repuso Emily mientras pinchaba un
Mathias salio de los lavabos silbando. Emily ya no estaba en su sitio. Frente a el, en la mesa, su telefono movil habia acabado en medio de su plato de pure. Sin salir de su asombro, se volvio y se cruzo con la mirada acusadora de Yvonne, que le senalaba el restaurante tailandes que habia enfrente.
De camino al conservatorio de musica, Emily caminaba a grandes pasos, sin dirigirle una palabra a su padre, quien, no obstante, hacia lo que podia para disculparse. Reconocia que no habia estado muy atento durante la comida y prometia que no volveria a pasar. Y ademas, tambien a el le habia pasado lo de hablar a su hija y que esta no le respondiera, por ejemplo, cuando dibujaba. La tierra entera podia derrumbarse sin que ella levantara la cabeza de la hoja. Frente a la mirada incendiaria que Emily le lanzo, Mathias admitio que su comparacion no habia sido acertada. Para hacerse perdonar, aquella noche se quedaria en su habitacion hasta que se durmiera. Antes de entrar a su clase de guitarra, Emily se puso de puntillas y beso a su padre. Le pregunto si su madre iria a verla pronto y cerro la puerta.
De vuelta a la libreria, tras haberse ocupado de dos clientes, Mathias se instalo tras su ordenador y se metio en el sitio de internet del Eurostar.
A la manana siguiente, cuando Antoine llego a su despacho, McKenzie le presento el proyecto de renovacion del restaurante en el que habia estado trabajando durante toda la noche. Antoine desplego el juego de planos y los coloco frente a el. Examino los dibujos del proyecto y se sorprendio agradablemente por el trabajo de su colaborador. El restaurante modernizado quedaria muy elegante, sin perder su identidad. No obstante, cuando consulto el cuaderno de las cargas tecnicas y el presupuesto, escondido en el fondo del bolsillo, Antoine estuvo a punto de atragantarse. Llamo enseguida a su jefe de agencia. McKenzie, apenado, reconocio que tal vez se le habia ido la mano.
– ?Cree usted de verdad que si transformamos su restaurante en un palacio, Yvonne creera que hemos utilizado materiales sobrantes? -grito Antoine.
Segun McKenzie, nada era suficientemente bueno para Yvonne.
– ?Y recuerda usted que su obra maestra debe hacerse en dos dias?
– Lo tengo todo previsto -respondio McKenzie con entusiasmo.
Los elementos se fabricarian en el taller, y un equipo de doce obreros, pintores y electricistas estaria a pie de obra el sabado para que todo estuviera acabado el domingo.
– Y la agencia tambien estara acabada el domingo -concluyo abatido Antoine.
El coste de semejante empresa era enorme. Los dos hombres no se dirigieron la palabra el resto del dia. Antoine habia clavado los planos del restaurante en la pared de su despacho. Lapiz en mano, iba de un lado a otro, yendo de la ventana a sus croquis, y de los croquis al ordenador. Cuando no dibujaba, intentaba rebajar el presupuesto de las obras. McKenzie, por su parte, estaba sentado en su sitio y lanzaba miradas rencorosas a Antoine, como si este hubiera insultado a la propia reina de Inglaterra.
Al final de la tarde, Antoine llamo a Mathias. Iba a volver muy tarde, asi que Mathias tendria que ir a buscar a los ninos a la escuela y ocuparse de ellos esa noche.
– ?Cenaras, o quieres que te prepare algo cuando vuelvas?
– La misma cena fria que la ultima vez seria fantastica.
– ?Has visto que la vida en pareja a veces tiene cosas buenas? -concluyo Mathias antes de colgar.
En mitad de la noche, Antoine acababa los bocetos de un proyecto mas realista. Solo le quedaba convencer al gerente de la carpinteria con la que trabajaba para que aceptara todas las modificaciones, y esperar que quisiera respaldarlo en esa aventura. La reforma debia empezar en dos semanas, tres como mucho; aquel sabado, cogeria su coche a primera hora e iria a hacerle una visita con los planos. El taller estaba a tres horas de Londres, asi que estaria de vuelta a medianoche. Mathias cuidaria de Louis y Emily. Feliz por haber encontrado una solucion, Antoine dejo la oficina y volvio a su casa.
Demasiado cansado como para comer nada, entro en su habitacion y se hundio en la cama. El sueno se apodero de el antes de que pudiera desvestirse.
Aquella manana hacia un frio glacial, y los arboles se doblaban bajo el impetu del viento. Habian vuelto a sacar los abrigos que habian guardado ante los aires primaverales, y Mathias, a la vez que calculaba la recaudacion de la semana, pensaba en la temperatura que haria en Escocia. Las vacaciones se acercaban, y la impaciencia de los ninos se hacia cada dia mas patente. Una cliente entro, hojeo tres obras que habia cogido de los estantes y volvio a salir dejandolas en una mesa. «?Por que me fui de Paris para venir a instalarme a este barrio frances?», se dijo Mathias mientras volvia a poner los libros en su sitio.
Antoine necesitaba un buen cafe, algo que le permitiera mantener los ojos abiertos. La noche habia sido muy corta, y el trabajo que le esperaba en la agencia apenas le dejaba tiempo para descansar.
Cuando volvia a subir por Bute Street a pie, entro rapidamente en la libreria de Mathias y le informo de que deberia hacer una visita fuera de la ciudad y que tendria que ocuparse de Louis. «?Imposible!», habia respondido Mathias, no podia cerrar su tienda.
– Pues te toca, los ninos no tienen dia de cierre -respondio agotado Antoine mientras se iba.
Se encontro con Sophie en la Coffee Shop.
– ?Como va la vida entre vosotros dos? -pregunto Sophie.
– Tiene altos y bajos, como pasa en todas las parejas.
– Te recuerdo que no sois una pareja.
– Vivimos bajo el mismo techo, cada uno acaba por encontrar su sitio.
– Creo que por frases como esa prefiero ser soltera -replico Sophie.
– Si, pero no lo eres.
– Tienes mal aspecto, Antoine.
– He estado toda la noche trabajando en el proyecto de Yvonne.
– ?Y avanza?
– Empezare las obras el fin de semana siguiente a regresar de Escocia.
– Los ninos solo me hablan de vuestras vacaciones. Esto se va a quedar muy vacio cuando os vayais.
– Tienes al hombre de las cartas. El tiempo pasara mas rapido.
Sophie esbozo una sonrisa.
– Se diria que te molesta que me vaya -dijo ella mientras soplaba sobre su te, que hervia.
– No, ?por que piensas una cosa asi? Si tu estas feliz, yo estoy feliz.
El movil de Sophie vibraba sobre la mesa; ella cogio el aparato y reconocio el numero de la libreria que aparecia en la pantalla.
– ?Te molesto? -pregunto la voz de Mathias.
– Nunca…
– Tengo que pedirte un favor enorme, pero debes prometerme que no le diras nada a Antoine.
– Pues claro.
– Te noto rara.
– Desde luego, estoy encantada.
– ?De que estas encantada?
– Cogere el tren de las nueve y llegare para almorzar.
– ?Lo tienes delante? -pregunto Mathias.
– ?Exactamente!
– Ah, mierda…
– No hace falta que lo digas, yo tambien.
Intrigado, Antoine miraba a Sophie.
– ?Puedes cuidar de los ninos este sabado? -continuo Mathias-. Antoine tiene que salir de la ciudad, y yo