causa unos efectos secundarios mas serios -respondio la anciana dama, retomando inmediatamente el curso de su lectura.

Antoine le dio al intermitente y salio de la MI. La carretera que bordeaba la costa era la parte del viaje que preferia. A ese paso, llegaria al taller con media hora de adelanto. Cogio el termo de cafe que habia dejado en el asiento del pasajero, se lo puso entre las piernas y desenrosco el tapon con una mano, mientras agarraba el volante con la otra. Se lo llevo hasta los labios y suspiro.

– ?Que idiota, es zumo de naranja!

Un Eurostar corria en la lejania. En menos de un minuto, desapareceria en un tunel que pasaba por debajo de la Mancha.

Bute Street seguia en calma. Sophie abrio las rejas de su escaparate. A algunos metros de ella, Enya instalaba la terraza del restaurante. Sophie le dirigio una sonrisa. Enya desaparecio en la sala y volvio a salir unos minutos mas tarde con una taza en la mano.

– Ten cuidado, quema -dijo ella, ofreciendole un capuchino a Sophie.

– Gracias, eres muy amable. ?Yvonne no esta aqui?

– Se ha tomado el dia libre -respondio Enya.

– Si, me lo habia dicho, no se donde tengo la cabeza. No le digas que me has visto hoy, no vale la pena.

– No le he puesto azucar, no sabia si tomabas -dijo Enya mientras volvia al trabajo.

En su tienda, Sophie paso la mano por la mesa de trabajo en la que cortaba sus flores. La rodeo y bajo para coger la caja que contenia las cartas. Escogio una del monton y volvio a poner la cajita en su lugar. Sentada en el suelo, oculta tras el mostrador, leia en voz baja, y sus ojos se humedecieron. Que idiota era, tenia que gustarle hacerse dano. Decir que solo estabamos el sabado. El domingo era habitualmente su peor dia. La soledad que la embargaba pesaba tanto que, paradojicamente, no tenia fuerzas ni coraje para ir a buscar el consuelo de los suyos. Desde luego, podria haber aceptado la invitacion de su hermano, no renunciar esa vez de nuevo. El habria ido a buscarla a la estacion, como estaba previsto.

Su cunada y su sobrina le habrian hecho mil preguntas durante el trayecto. Y al llegar a casa de sus padres, cuando su padre o su madre le hubieran preguntado como le iba la vida, probablemente se hubiera puesto a llorar. ?Como iba a explicarles que no habia dormido en brazos de un hombre desde hacia tres anos? ?Como decirles que, por la manana al desayunar, sentia que se ahogaba mirando la taza de cafe? ?Como podia describirles el peso de sus pasos cuando volvia por la noche a su casa? El unico momento de felicidad eran las vacaciones, cuando veia a sus amigos; pero las vacaciones siempre se acababan y la soledad recuperaba sus dominios. Asi que, como iba a llorar de todos modos, al menos de esa forma nadie la veia.

Y aunque aquella vocecilla le decia que todavia estaba a tiempo de coger el tren, no le veia el sentido. Al dia siguiente por la tarde, seria todavia peor. Por eso habia preferido deshacer su maleta, y era mejor asi.

La fila de pasajeros que esperaban en el anden de la Gare du Nord no tenia fin. Tres cuartos de hora despues de bajar del Eurostar, Mathias subia por fin a bordo de un taxi. Desde que los alrededores de la estacion estaban en obras, le explico el chofer, sus colegas no querian ir. Acceder a ella, igual que salir, era un periplo surrealista. Estuvieron de acuerdo en que el autor del plan de circulacion de la ciudad no debia de vivir en Paris, o que, si no, tenia que ser un personaje salido de una novela de Orwell. El conductor se mostro interesado por la evolucion del transito en el centro de Londres desde que habian instalado un peaje, pero a Mathias solo le importaba la hora que veia en el salpicadero. A juzgar por el embotellamiento del bulevar Magenta, no llegaria pronto a la explanada de la torre de Montparnasse.

La enfermera detuvo la silla frente a la marca del suelo. Yvonne ponia buena cara.

– Ya esta, ?puedo levantarme ahora?

John pensaba que el personal del hospital no la echaria de menos, pero se equivocaba, la joven beso a Yvonne en las dos mejillas y confeso que no se habia reido tanto en anos. El momento en que Yvonne habia abroncado al jefe de servicio Gisbert permaneceria grabado en su memoria y en la de sus colegas para siempre. Incluso cuando estuviera jubilada, se reiria al pensar en la cara de su jefe cuando Yvonne le habia preguntado si era doctor en medicina o en tonteria.

– ?Que te han dicho? -pregunto John en voz baja.

– Que me tendras que soportar aun unos cuantos anos mas.

Yvonne se puso las gafas para estudiar la factura que el agente hospitalario acababa de deslizar le por debajo del cristal de la ventanilla.

– Tranquiliceme en un aspecto: ?esta suma no ira al bolsillo del inutil que se ha ocupado de mi?

El cajero le aseguro que no y rechazo el cheque que ella le ofrecia. Su honestidad le impedia cobrar una segunda vez el coste de sus pruebas. El senor que estaba detras de ella habia pagado ya la suma debida.

– ?Por que has hecho eso? -pregunto Yvonne al salir del edificio.

– No tienes seguro, y estos chequeos son una ruina. Hago lo que puedo, y tu no me lo pones facil, mi querida Yvonne, por ocuparme de ti, asi que por una vez que te he pillado desprevenida, he aprovechado la oportunidad con cobardia.

Ella se puso de puntillas para besar a John tiernamente en la frente.

– Bueno, pues sigue un poco, y llevame a almorzar, tengo un hambre de lobo.

Los primeros clientes de Enya se instalaron en la terraza. La pareja consulto el menu del dia y pregunto si el plato que habian tomado la semana anterior estaba todavia en la carta. Se referian a un delicioso salmon cocido al vapor, servido sobre un lecho de ensalada.

A doscientos kilometros de alli, un Austin Healey pasaba bajo el porche de ladrillos de un gran taller de carpinteria. Antoine aparco en el patio y llego a pie a la recepcion. El patron lo recibio con los brazos abiertos y lo acompano a su despacho.

Decididamente, los dioses no estaban de su parte. Despues de haberse enfrentado a los sinsabores de la circulacion, Mathias estaba perdido en medio de la inmensa explanada de la estacion de Montparnasse. Un vigilante de la torre le indico el camino a tomar. Los estudios de television estaban en el lado opuesto en que se encontraba el. Tenia que subir la calle de l'Arrivee y el bulevar de Vaugirard, girar a la izquierda en el bulevar Pasteur y tomar la avenida de la segunda division blindada que encontraria igualmente a su izquierda. Si corria, llegaria en diez minutos. Mathias hizo una breve parada para comprar un ramo de rosas a un vendedor ambulante y llego al fin a la entrada de los estudios. Un agente de seguridad le pidio que se identificara y busco en su cuaderno el numero de extension del Departamento de Imagen. Tras establecer la comunicacion, informo a un tecnico de que estaban esperando a Audrey en la entrada.

Ella llevaba unos tejanos y una chambra que realzaba con simpatia la curva de sus senos. Sus mejillas enrojecieron en cuanto vio a Mathias.

– ?Que estas haciendo aqui?

– Estaba dando un paseo.

– Es una bonita sorpresa; pero te lo suplico, esconde esas flores. Aqui no, todo el mundo nos esta mirando - susurro ella.

– Solo veo a dos o tres tipos alla, detras del cristal.

– Los dos o tres tipos en cuestion son el director de la redaccion, el jefe del informativo y una periodista que es la mayor portera de la empresa; asi que te lo ruego, se discreto. Si no, me tendre que aguantar los cotilleos durante quince dias.

– ?Tienes un momento libre? -pregunto Mathias a la vez que escondia el ramo detras de su espalda.

– Voy a avisarles de que me voy una horita. Esperame en el cafe, ahora mismo voy.

Mathias la miro cruzar la puerta. Detras de la mampara, se podia ver el plato de television donde se desarrollaba en directo la edicion del telediario de la una. Se acerco un poco, el rostro del presentador le resultaba familiar. Audrey se volvio asombrada y le senalo con el dedo el camino de salida. Resignado, Mathias obedecio y dio media vuelta.

Ella lo alcanzo al final del camino; el la esperaba en un banco; a su espalda, se estaban jugando tres partidas de tenis en un campo municipal. Audrey cogio las rosas y se sento a su lado.

– Son muy bonitas -dijo ella antes de besarlo.

– Estate alerta, tenemos tres agentes del SDEC detras de nosotros que estan disputando un partido con otros tres agentes de la D.G.S.E.

– Siento lo de antes, pero no tienes idea de que hay alli.

– ?Un plato de television, por ejemplo?

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