Audrey le dijo que no la esperara, iba a aprovechar que estaba en su casa para cambiarse y coger algo para picar. Para compensar el tiempo perdido, trabajaria durante toda la noche.

– ?De verdad has perdido el tiempo? -pregunto Mathias.

– No, pero tu eres verdaderamente imbecil -respondio ella, y lo beso.

Mathias ya estaba en el rellano. Audrey lo observo durante un buen rato.

– ?Por que me miras asi? -pregunto el, al tiempo que llamaba al ascensor.

– ?No hay nadie mas en tu vida?

– Si, mi hija.

– ?Vete entonces!

Y la puerta del estudio se cerro tras el beso que le acababa de enviar.

– ?A que hora es tu tren? -pregunto Yvonne.

– Ya que no quieres que vayamos a tu casa, y que Kent te queda demasiado lejos, ?que te pareceria dormir en un palacio?

– ?Tu y yo en un hotel? John, ?no eres consciente de nuestra edad?

– A mis ojos no tienes edad, y cuando estoy contigo, yo tampoco la tengo. Nunca te vere de forma diferente que con el rostro de aquella joven que entro un dia en mi libreria.

– ?Eres unico! ?Te acuerdas de nuestra primera noche?

– Recuerdo que lloraste como una magdalena.

– Me eche a llorar porque no me habias tocado.

– No lo hice porque tenias miedo.

– Justamente llore porque tu te habias dado cuenta de eso, imbecil.

– He reservado una suite.

– Vamos a cenar a tu palacio, despues ya veremos.

– ?Podre intentar embriagarte?.

– Creo que llevas haciendolo desde que te conoci -dijo Yvonne, tomando su mano en la suya.

Las cinco y media. El Austin Healey iba por carreteras comarcales. Sussex era una region magnifica. Antoine sonrio; a lo lejos, un Eurostar estaba parado en medio del campo. Los pasajeros que iban a bordo no podrian llegar a tiempo a su destino, mientras que el estaria en Londres en unas dos horas.

Las cinco y treinta y dos. El controlador habia anunciado que llegarian con una hora de retraso sobre el horario previsto. A Mathias le habria gustado poder llamar a Daniele para avisarla. No habia razon alguna para que Antoine llegara antes que el, pero era preferible preparar una buena coartada. El campo era magnifico, pero por desgracia para el, su movil no tenia cobertura.

– Odio las vacas -dijo el mientras miraba por la ventana.

La jornada llegaba a su fin. Sophie guardo los petalos en el cajon previsto para ello. Siempre tiraba unos cuantos en sus ramos. Bajo la persiana metalica de la tienda, se quito la blusa y salio por la trastienda. Habia refrescado, pero habia una luz demasiado bonita como para volver de inmediato a su casa. Enya la invito a elegir una mesa entre las que estaban libres, y habia muchas. En la sala del restaurante, un hombre con aspecto de explorador perdido estaba cenando solo. Ella respondio a su sonrisa, dudo un momento, pero despues le hizo una senal a Enya para decirle que iba a cenar junto al muchacho. Siempre habia sonado con visitar Australia, tenia mil preguntas que hacerle.

Las ocho. El tren llegaba por fin a la estacion de Waterloo. Mathias se precipito por el anden y corrio por la cinta transportadora, esquivando a todos aquellos que le estorbaban el paso. Llego el primero a la parada de taxis, y le prometio al chofer una propina sustancial si lo dejaba en South Kensington en media hora.

El reloj dio las ocho y diez; Antoine dudo y giro por Bute Street. Evidentemente, la tienda de flores estaba cerrada, ya que aquel fin de semana Sophie estaba de viaje. Con el brazo apoyado en el sillon vacio del pasajero, dio marcha atras y retomo el camino de Clareville Grove. Habia un sitio justo delante de la casa. Aparco y cogio del maletero las dos miniaturas que el jefe del taller le habia hecho: un pajaro de madera para Emily, y el avion para Louis. Mathias no podria reprocharle haberse olvidado de llevar algun regalo para los ninos.

Cuando entro en el salon, Louis le salto a los brazos. Emily, que estaba a punto de acabar un dibujo con la tia Daniele, apenas levanto la cabeza.

Sophie se habia comido el primer plato en Sydney, habia cortado el filete en Perth, y saboreado una crema de caramelo mientras visitaba Brisbane. Estaba decidido, algun dia viajaria a Australia. Por desgracia, Bob Walley no podria hacerle de guia en mucho tiempo. Su vuelta al mundo lo llevaria al dia siguiente a Mexico. Un complejo vacacional a la orilla del mar le habia prometido un empleo de monitor de vela durante seis meses. ?Despues? No sabia nada, la vida guiaba sus pasos. Sonaba con Argentina, despues, dependiendo de sus medios, iria a Brasil y a Panama. La costa Oeste de los Estados Unidos seria la primera etapa del periplo que haria al ano siguiente. Tenia una cita en primavera con los amigos para perseguir la gran ola.

– ?Donde exactamente de la costa Oeste? -pregunto Sophie.

– En algun lugar entre San Diego y Los Angeles.

– Vaya, eso es precision -dijo Sophie, riendo con ganas-. ?Como consigues encontrarte con tus amigos?

– Por el boca a boca, al final siempre acabamos sabiendo donde encontrarnos. El mundo de los surferos es una pequena familia.

– ?Y despues?

– San Francisco, pues no podemos dejar de pasar por debajo del Goleen Gate con la vela. Despues buscare un barco que me acepte a bordo y me ire a las islas de Hawai.

Bob Walley contaba con quedarse al menos dos anos en el Pacifico, pues habia muchos atolones por descubrir. En el momento de pedir la cuenta, Enya le recordo al joven surfero que no se olvidara la tabla que le habia confiado. Lo esperaba apoyada en la pared, en la entrada de la oficina.

– ?No han querido guardarsela en el hotel? -pregunto Sophie.

– Habia mencionado que la habitacion habia de tener un precio asequible… -respondio Bob.

Para continuar con su viaje, tenia que vigilar su presupuesto. No podia gastar en una noche lo que le permitiria vivir casi durante un mes en America del Sur. Pero Sophie no debia inquietarse.

El tiempo era bueno; los parques de Londres, magnificos; y le gustaba dormir bajo las estrellas. Solia hacerlo.

Sophie pidio dos cafes. Un explorador australiano que se iba a Mexico y no volveria hasta el siglo siguiente… ?Que no se inquietara porque pasara la noche fuera? Eso era que no la conocia. Ella se sentia de repente culpable por haberle aconsejado mal por la manana; si aquel guapo surfero no habia podido encontrar una habitacion a precio asequible, era un poco culpa suya… Que mono era el hoyuelo de su menton… Solo para dejar de sentirse culpable, solo para eso… Era una monada como se le marcaba al sonreir… Que manos tan bonitas tenia… Ojala sonriera una sola vez mas, solo una misera vez mas… Solo habia que encontrar el valor… Despues de todo no debia de ser tan dificil decirlo…

– No conoce usted la region, pero en Londres puede llover a cualquier hora, sobre todo por la noche, y cuando llueve, llueve de verdad.

Sophie cogio discretamente la cuenta, la arrugo y la tiro discretamente bajo la mesa. Le indico a Enya que iria a pagar al dia siguiente.

Un poco mas tarde, Bob Walley le cedia el paso a Sophie para entrar en su apartamento, John hacia lo mismo con Yvonne en el umbral de la suite que habia reservado en el Carlton, y cuando Mathias introdujo su llave en la cerradura de la puerta, fue Antoine quien le abrio la puerta. Acababa de acompanar a Daniele a un taxi…

Las imagenes desfilaban a toda velocidad. Audrey apreto una tecla de la mesa de montaje para parar la cinta. En la pantalla, reconocio la antigua planta electrica, con sus cuatro chimeneas gigantescas. En la plaza, micro en mano, sonreia; su rostro estaba completamente desenfocado, pero recordaba perfectamente que sonreia. Abandono su mesa y decidio que era el momento de bajar a buscarse un cafe bien caliente a la cafeteria. La noche iba a ser muy larga.

De pie, frente al fregadero, Mathias secaba la vajilla. Junto a el, Antoine, con el delantal atado a la cintura y guantes de goma, limpiaba energicamente un cucharon a esponjazos.

– Vas a rayar la madera con el lado del estropajo.

Antoine lo ignoro. Durante toda la noche, no habia pronunciado palabra. Despues de cenar, Emily y Louis, que

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