– En todo caso, parece que han hecho una bonita panda de amigos -repuso Audrey, mirando a Sophie-. ?Lleva mucho tiempo viviendo aqui?

– A mi edad, ya no se cuenta. Antoine abrio su agencia aqui un ano despues del nacimiento de su hijo, y Sophie se instalo un poco despues, si mi memoria no me falla.

– ?Ocho anos! -repuso Sophie mientras sorbia por la pajita de su vaso-. Y Mathias ha sido el ultimo en llegar.

Parecia que Yvonne casi lo habia olvidado.

– Es verdad que el lleva aqui poco tiempo -dijo Sophie.

Audrey enrojecio.

– Pone usted una cara rara. ?He dicho algo inoportuno? -pregunto Yvonne.

– No, nada en particular. De hecho, tambien tuve la ocasion de entrevistarlo, y parecia que habia vivido en Inglaterra desde siempre.

– Exactamente, desembarco el 2 de febrero -afirmo Yvonne.

Nunca podria olvidar esa fecha, pues aquel dia, John se habia jubilado.

– El tiempo es relativo -anadio ella-. Mathias debe de tener la impresion de que se mudo hace mas tiempo. Ha sufrido varios inconvenientes desde que se instalo aqui.

– ?Cuales? -pregunto discretamente Audrey.

– Me mataria si hablara de ello. Ah, y de todas maneras, el es el unico que ignora lo que todo el mundo sabe.

– Creo que tienes razon, Yvonne, ?Mathias te mataria! -lo interrumpio Sophie.

– Tal vez, pero todos estos secretos me reconcomen, y ademas, hoy tengo ganas de hablar -repuso la duena mientras se servia un nuevo vaso de vino-. Mathias nunca ha llegado a reponerse de su separacion de Valentine, la madre de su hija. Y aunque este dispuesto a jurar lo contrario, en buena parte, ha venido aqui para reconquistarla. Pero no ha tenido suerte, porque ella se mudo a Paris en cuanto el llego a la ciudad. Y todavia se enfadaria mas conmigo por decir esto, pero creo que la vida le ha hecho un gran favor. Valentine no volvera.

– Ahora, creo que definitivamente se va a enfadar contigo -repitio Sophie para cortar a Yvonne-. Todas estas historias no deben de interesar en absoluto a la senorita.

Yvonne miro a las dos mujeres sentadas en su bar y se encogio de hombros.

– Es probable que tengas razon, y ademas, tengo cosas que hacer.

Cogio su vaso y volvio a la oficina.

– Al zumo de tomate invita la casa -dijo al irse.

– Lo siento -dijo Sophie turbada-. Normalmente Yvonne no es muy chismosa, excepto cuando esta triste. Y, a juzgar por la sala, no se anuncia una buena noche.

Audrey se quedo en silencio. Dejo el vaso en el mostrador.

– ?Le pasa algo? -pregunto Sophie-. Esta usted palida.

– Soy yo la que lo siente. Es por el tren. Me he sentido mal durante todo el viaje -dijo Audrey.

Audrey tuvo que sacar fuerzas de flaqueza para no dar muestras del peso que le oprimia el pecho. No se debia a que Yvonne hubiera revelado el motivo por el que Mathias habia abandonado Paris; pero, al oir el nombre de Valentine, se sentia inmersa en una intimidad que no le pertenecia, y la herida habia sido dolorosa.

– Debo de tener una pinta horrorosa -comento Audrey.

– No, ya ha recuperado el buen color -replico Sophie-. Venga conmigo, vamos a caminar un poco.

Ella la invito a refrescarse en su trastienda.

– Muy bien, ahora esta mucho mejor -dijo Sophie-. Debe de haber un virus en el aire, yo tambien he sentido nauseas esta manana.

Audrey no sabia como darle las gracias. En ese momento, Mathias entro en la tienda.

– ?Estas aqui? Te he buscado por todas partes.

– Deberias haber empezado por aqui, donde siempre estoy -respondio Sophie.

Pero Mathias estaba mirando a Audrey.

– Habia venido a admirar las flores mientras te esperaba -repuso esta ultima.

– ?Vamos? -pregunto Mathias-. Ya he cerrado la libreria.

Sophie se callo. Su mirada pasaba de Audrey a Mathias y de Mathias a Audrey. Y cuando los dos se fueron, no pudo evitar pensar que Yvonne habia dado en el clavo.

Si un dia Mathias se llegaba a enterar de su conversacion, tendria ganas de matarla.

El taxi subia por Oid Brompton Road. En el cruce de Clareville Grove, Mathias senalo su casa con un dedo.

– Parece grande -dijo Audrey.

– Tiene encanto.

– ?Me llevaras un dia de visita?

– Si, algun dia -respondio Mathias.

Ella apoyo la cabeza en el cristal. Mathias le acariciaba la mano; Audrey permanecia silenciosa.

– ?Estas segura de que no quieres ir a cenar? -pregunto el-. Estas rara.

– Me encuentro mal, ya se me pasara.

Mathias propuso dar un paseo, el aire de la noche le iria bien. El taxi los dejo junto al Tamesis. Se sentaron en un banco, junto al malecon. Frente a ellos, las luces de la torre Oxo se reflejaban | en el rio.

– ?Por que has querido venir aqui? -pregunto Audrey.

– Porque desde nuestro fin de semana, he vuelto varias veces. Es un poco nuestro sitio.

– No era lo que te preguntaba, pero no importa.

– ?Que pasa?

– Nada, te lo aseguro, idioteces que me han fastidiado el animo; pero intento olvidarlas.

– Entonces, ?te ha vuelto el apetito?

Audrey sonrio.

– ?Crees que algun dia podras subir alla arriba? -pregunto! ella, levantando la cabeza.

En el ultimo piso, las ventanas del restaurante estaban iluminadas.

– Algun dia, tal vez -respondio Mathias con aire sonador.

Condujo a Audrey al paseo que bordeaba el rio.

– ?Que era lo que me querias preguntar?

– Me preguntaba por que habias venido a vivir a Londres.

– Me imagino que es para conocerte -respondio Mathias.

Al entrar en el apartamento de Brick Lane, Audrey llevo a Mathias hacia su habitacion. Se pasaron el resto de la noche abrazados en la cama; conforme pasaba el tiempo, el recuerdo del mal momento que habia pasado en el bar de Yvonne se esfumaba. A medianoche, Audrey tenia hambre, pero el frigorifico estaba vacio. Se vistieron a toda velocidad y bajaron corriendo a Spitafields. Entraron en uno de esos restaurantes que permanece abierto toda la noche. La clientela era heterogenea. Como estaban sentados junto a una mesa de musicos, se mezclaron en su conversacion. Y, mientras Audrey se exaltaba al sostener, contra la opinion de los demas, que Chet Baker habia sido mejor trompetista que Miles Davis, Mathias la devoraba con los ojos.

Las callejuelas de Londres resultaban bonitas cuando ella caminaba agarrada de su brazo. Escuchaban el ruido de sus pasos, jugaban con su sombra que se alargaba bajo la luz de una farola. Mathias volvio a acompanar a Audrey hasta la casa de ladrillos rojos, se dejo de nuevo arrastrar al interior y volvio a irse cuando ella lo echo avanzada la noche. Ella cogia el tren en unas horas, y la esperaba una larga jornada de trabajo. No sabia cuando volveria de Ashford; pero lo llamaria manana, eso se lo prometia.

De regreso a casa, Mathias se encontro a Antoine trabajando en su mesa.

– ?Que haces todavia levantado?

– Emily ha tenido una pesadilla, me he levantado para calmarla y no he podido volver a dormir, asi que intento aprovechar el tiempo.

– ?Ella esta bien? -pregunto Mathias, inquieto.

– No te he dicho que estuviera enferma, sino que habia tenido una pesadilla, y es por culpa vuestra, por todas esas historias de fantasmas.

– ?Es que has olvidado por que nos fuimos a Escocia?

– El fin de semana que viene empiezo las obras en el local de Yvonne.

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