– Habra algun taxi en Oid Brompton -dijo Mathias-. Te va bien, ?no?

Audrey callaba y escuchaba sus pasos resonar en la calle desierta.

– Emily te adora.

Audrey asintio con un ligero movimiento de la cabeza.

– Lo que quiero decir -anadio Mathias- es que si tu y yo…

– He comprendido lo que quieres decir -lo interrumpio Audrey.

Se paro para mirarlo a la cara.

– He tenido una llamada de mi redaccion esta tarde. Me han hecho de plantilla.

– ?Y es una buena noticia? -pregunto Mathias.

– ?Mucho! Al fin voy a tener mi emision semanal… en Paris -anadio, bajando los ojos.

Mathias la miro enternecido.

– E imagino que luchas por eso hace mucho tiempo.

– Desde los cinco anos -respondio Audrey, con una fragil sonrisa.

– La vida es complicada, ?eh? -prosiguio Mathias.

– Elegir es lo complicado -respondio Audrey-. ?Volverias a vivir en Francia?

– ?Va en serio?

– Hace cinco minutos, alla abajo en la acera, ibas a decirme que me querias. ?Iba en serio?

– Puedes estar segura de que hablo en serio, pero esta Emily…

– No deseo otra cosa que querer a Emily…, pero en Paris.

Audrey levanto la mano, y un taxi aparco al lado.

– Y luego esta la libreria… -murmuro Mathias.

Ella puso la mano en su mejilla y retrocedio hacia la calzada.

– Lo que habeis construido Antoine y tu es maravilloso; tienes mucha suerte, has encontrado tu equilibrio.

Subio al coche y volvio a cerrar la puerta enseguida. Inclinada sobre la ventanilla, miraba a Mathias; tenia un aspecto tan perdido en aquella acera.

– No llames, ya es bastante dificil asi -dijo ella con voz triste-. Tengo tu voz en mi contestador, todavia la escuchare algunos dias y despues, lo prometo, la borrare.

Mathias avanzo hacia ella, tomo su mano y la beso.

– Entonces, ?ya no tendre derecho a verte?

– Si -respondio Audrey-, me veras en television.

Hizo una senal al conductor, y Mathias vio como el taxi desaparecia en la noche.

Volvio sobre sus pasos en la calle desierta. Le parecia ver todavia las huellas de las pisadas de Audrey en la acera mojada. Se apoyo en un arbol, cogio su cabeza entre sus manos y se dejo deslizar a lo largo del tronco del arbol.

El salon estaba iluminado por una sola y pequena lampara puesta sobre el velador. Antoine esperaba, sentado en la butaca de cuero. Mathias acababa de entrar.

– Reconozco que antes estaba en contra, pero esto… -exclamo Antoine.

– Ah, si, esto -respondio Mathias, dejandose caer en la butaca de enfrente.

– Ah, no, porque esto, realmente… ?Ella es formidable!

– Bueno, si estas convencido de ello, ?mejor! -respondio Mathias, apretando las mandibulas.

Se levanto y se dirigio hacia la escalera.

– Me pregunto si no le ha dado un poco de miedo -planteo Antoine.

– ?No te lo preguntes!

– ?No ha saltado la chispa, sin embargo?

– Que va, ?por que? -pregunto Mathias, alzando el tono.

Se acerco a Antoine y le cogio la mano.

– ?De ningun modo! Y luego, sobre todo, tu no has hecho nada por… ?Esto es saltar la chispa? -dijo, asestandole un golpe en la palma-. Dime, esto no es saltar la chispa -repitio golpeando de nuevo-. ?Es tan formidable que acaba de dejarme!

– Espera, no me cargues con toda la culpa, los ninos tambien han puesto toda la carne en el asador.

– ?Callate, Antoine! -dijo Mathias, alejandose hacia la entrada.

Antonio lo alcanzo y lo retuvo por el brazo.

– Pero ?que te creias? ?Que para ella esto no seria dificil? ?Cuando vas a dejar de ver la vida nada mas que a traves de tus pequenas pupilas?

Y mientras le hablaba de sus ojos, los vio llenarse de lagrimas. Su colera desaparecio instantaneamente. Antoine cogio a Mathias por el hombro y le dejo desahogar su pena.

– Lo siento, tio, va, calmate -dijo, estrechandolo contra el-. Quiza no este perdido.

– Si, esta acabado -dijo Mathias, volviendo a salir de la casa.

Antoine lo dejo alejarse en la calle. Mathias tenia necesidad de estar solo.

Se detuvo en el cruce de Oid Brompton. Alli era donde habia cogido un taxi la ultima vez con Audrey. Un poco mas lejos, paso ante el taller de un fabricante de pianos. Audrey le habia confiado que tocaba de vez en cuando y que fantaseaba con retomar los cursos. Pero, en el reflejo de la vitrina, era su propia imagen lo que detestaba.

Sus pasos lo guiaron hasta Bute Street. Vio el rayo de luz que pasaba bajo la persiana del restaurante de Yvonne, entro en el callejon y golpeo la puerta de servicio.

Yvonne dejo sus cartas y se levanto.

– Excusadme un minuto -dijo a sus tres amigas.

Daniele, Colette y Martine gruneron concertadamente. Si Yvonne abandonaba la mesa, perdia su turno.

– ?Tienes gente? -dijo Mathias a la vez que entraba en la cocina.

– Puedes jugar con nosotras si quieres. Ya conoces a Daniele, es tacana pero farolea todo el rato. Colette esta un poco achispada, y Martine es facil de ganar.

Mathias abrio el refrigerador.

– ?Tienes algo para picar?

– Los restos del asado de esta noche -respondio Yvonne mientras observaba a Mathias.

– Pensaba mas bien en un dulce. Me sentaria bien. Pero, va, no te preocupes por mi, voy a encontrar mi felicidad alla dentro.

– ?Viendote la cara, dudo que la encuentres en mi frigorifico!

Yvonne volvio a la sala a reunirse con sus amigas.

– Has perdido la vez -dijo Daniele, amontonando las cartas.

– Ha hecho trampas -anuncio Colette, sirviendose otro vaso de vino blanco.

– ?Y yo? -dijo Martine, acercando su vaso-. ?Quien te ha dicho que no tengo sed?

Colette miro tranquilizada la botella: todavia habia para servir a Martine.

Yvonne cogio las cartas de las manos de Daniele. Mientras las barajaba, sus tres companeras volvieron la cabeza hacia la cocina. Y como la senora de la casa no chistaba, se encogieron de hombros y volvieron a su partida.

Colette tosio suavemente. Mathias acababa de entrar, se sento a su mesa y las saludo. Daniele le sirvio una baza sin preguntarle.

– ?A cuanto la apuesta? -pregunto Mathias, inquieto al ver la suma amontonada en la mesa.

– ?Cien y a callar! -respondio Daniele con viveza.

– Paso -anuncio enseguida Mathias, arrojando sus cartas.

Las tres colegas, que no habian tenido tiempo ni siquiera de mirar las suyas, le lanzaron una mirada incendiaria antes de tirarlas a su vez. Daniele reagrupo las cartas del mazo, hizo cortar a Martine y repartio de nuevo. Una vez mas, Mathias desplego su baza y anuncio a continuacion que pasaba.

– ?Quieres hablar quiza? -sugirio Yvonne.

– ?Ah, no! -respondio al punto Daniele-. Por una vez que no cotorreas entre partida y partida, ?a callar!

– No se dirigia a Martine, ?sino a el! -replico Colette, senalando a Mathias con el dedo.

– ?Pues bien, tampoco el habla! -respondio Martine-. Tan pronto como digo una palabra, se me echa la bronca. ?Hace tres turnos seguidos que pasa, en tal caso que hable con su apuesta y que se calle!

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