podia acallar la sospecha de que algo horrible estaba sucediendo en la isla Francesca.

Los sentimientos de Kevin no se debian a que hubiera vuelto a ver humo. No lo habia visto, aunque al despuntar el alba, evito deliberadamente mirar por la ventana en direccion a la isla.

Kevin sabia que no podia continuar asi. Decidio que la conducta mas racional era comprobar si sus temores eran fundados. Y la mejor forma de hacerlo era hablar con alguien involucrado en el proyecto, alguien que pudiera arrojar alguna luz sobre el motivo de su preocupacion. Pero Kevin se sentia incomodo con la mayoria de los trabajadores de la Zona. Nunca habia sido una persona sociable, y mucho menos en Cogo, donde era el unico academico. Sin embargo, habia una persona con quien se entendia mejor, sobre todo porque admiraba su trabajo. Era Bertram Edwards, el jefe de los veterinarios.

Movido por un subito impulso, Kevin se quito la bata, la dejo sobre la silla y se dirigio a la salida. Tras cruzar la planta baja, salio al calor humedo del aparcamiento situado detras del hospital. La atmosfera estaba despejada, con cumulos de nubes blancas y abultadas en el cielo. Tambien acechaban algunas nubes de lluvia, pero estaban al otro lado del oceano, al oeste del horizonte. Si llovia, no seria antes de la tarde.

Kevin subio a su todoterreno Toyota y se alejo del aparcamiento. Enfilo por la calle norte de la plaza y paso junto a la vieja iglesia catolica. GenSys habia restaurado el edificio para transformarlo en un centro recreativo. Los viernes y sabados por la noche proyectaban peliculas, los lunes habia partidas de bingo, y el sotano se habia convertido en una cantina donde vendian hamburguesas.

El despacho de Bertram Edwards estaba en el Hospital Veterinario, que formaba parte del Centro de Animales. El complejo era mas grande que toda la ciudad de Cogo. Estaba situado al norte de la ciudad, en medio de un denso bosque tropical, y separado de esta por un trecho de selva virgen.

Kevin condujo hacia el este, hasta el area de servicio, donde giro hacia el norte. El transito, que era considerable para un lugar tan remoto de la civilizacion, reflejaba las dificultades logisticas de una operacion de la magnitud de la Zona.

Era necesario importarlo todo, desde el papel higienico hasta los tubos de ensayo, lo que implicaba un constante movimiento de mercancias. La mayoria de las provisiones llegaban en camion desde Bata, donde habia un primitivo puerto de aguas profundas y un aeropuerto para aviones comerciales. El estuario del Muni, con acceso a Libreville, Gabon, solo era usado por canoas motorizadas.

En el limite de la ciudad, la calle de adoquines de granito dejaba paso a un camino recientemente asfaltado. Kevin suspiro, aliviado. Los adoquines producian una vibracion y un ruido intensos en la columna de la direccion.

Despues de quince minutos de conducir a traves de un tunel de vegetacion verde, Kevin diviso los primeros edificios del moderno Centro de Animales. Estaban construidos en hormigon precomprimido y ladrillo de cenizas estucado y pintado de blanco. El diseno tenia un aire hispano, a tono con la arquitectura colonial de la ciudad.

El gigantesco edificio central se parecia mas a una terminal de aeropuerto que a una granja de primates. La fachada tenia tres plantas de altura y unos ciento cincuenta metros de ancho. Desde la parte posterior de la estructura se proyectaban multiples alas que literalmente se perdian en la vegetacion. Varios edificios pequenos se alzaban frente al principal.

Kevin no sabia para que servian, salvo los dos del centro. En uno de ellos se alojaba el contingente de soldados ecuatoguineanos. Igual que sus camaradas de la ciudad, los soldados se pasaban el tiempo holgazaneando con sus rifles, cigarrillos y cerveza del Camerun. El otro edificio era el cuartel general de un grupo que inquietaba aun mas a Kevin que el de los soldados adolescentes. Eran mercenarios marroquies que formaban parte de la guardia presidencial de Guinea Ecuatorial. El presidente local no se fiaba ni de su propio ejercito.

Estos comandos extranjeros de fuerzas especiales llevaban corbata e inapropiados y desalinados trajes oscuros, con bultos en los hombros que delataban a simple vista sus pistoleras. Todos tenian la piel oscura, ojos penetrantes y gruesos bigotes. A diferencia de los soldados locales, rara vez se dejaban ver, pero su presencia se sentia como una siniestra fuerza maligna.

La magnitud del Centro de animales de GenSys evidenciaba su exito. Conscientes de las dificultades que entranaba la experimentacion biomedica con primates, los directivos de GenSys habian construido sus instalaciones en el Africa Ecuatorial, donde se usaban animales nativos. De este modo se eludian las restricciones para importar y exportar primates, asi como las daninas influencias de los grupos de fanaticos que defendian los derechos de los animales. Como incentivo adicional, el gobierno local necesitaba desesperadamente la entrada de divisas y sus sobornables cabecillas aceptaban de buen grado cualquier oferta rentable de una compania como GenSys. Las leyes conflictivas se transgredian o abolian oportunamente. La magistratura era tan complaciente que incluso habia dictado una ley que convertia en delito cualquier interferencia en las actividades de GenSys.

El proyecto prospero con tanta rapidez que GenSys lo expandio, ofreciendo un conveniente centro de operaciones a otras companias de biotecnologia, en especial a los monopolios farmaceuticos, que realizaban alli sus experimentos con primates. La expansion supero incluso los pronosticos de GenSys. Desde todo punto de vista, la zona era un espectacular exito economico.

Kevin aparco junto a otro todoterreno. Sabia que pertenecia al doctor Edwards por la pegatina en el guardabarros que rezaba: El hombre es un mono. Empujo la puerta de cristal con el rotulo Centro Veterinario. El despacho y la consulta del doctor Edwards estaban al otro lado de la puerta.

Martha Blummer lo saludo.

– El doctor Edwards esta en el ala de los chimpances -dijo.

Martha era la secretaria del veterinario y su esposo era uno de los supervisores del area de servicio.

Kevin se dirigio al ala de los chimpances, una de las pocas zonas del edificio que conocia. Cruzo otra puerta y enfilo por el pasillo central del hospital. El lugar parecia un hospital normal, incluso por sus empleados, que vestian uniformes de cirugia y llevaban estetoscopios alrededor del cuello.

Algunos inclinaron la cabeza a su paso, otros sonrieron o lo saludaron. Kevin no conocia a ninguno de ellos por su nombre.

Una ultima puerta lo condujo a la parte principal del edificio, donde estaban los primates. El aire tenia un ligero olor a animal salvaje. Aullidos y grunidos intermitentes reverberaban en el pasillo. A traves de las ventanas de cristal enrejado, Kevin vio varias jaulas con simios. Fuera de las jaulas, unos hombres vestidos con monos de trabajo y botas de goma manipulaban mangueras.

El ala de los chimpances era uno de los pabellones que se extendian desde la parte posterior del edificio hacia el bosque. Tambien tenia tres plantas. Kevin entro en la planta baja y reparo en el subito cambio de los sonidos. Ahora se oian tantos gritos agudos como grunidos.

Al entornar la puerta del fondo del pasillo central, Kevin atrajo la atencion de uno de los empleados vestido con un mono. Pregunto por el doctor Edwards, y el individuo le respondio que estaba en la unidad de bonobos.

Kevin busco las escaleras y subio al segundo piso. Le parecio una coincidencia que Edwards estuviera alli precisamente cuando el lo buscaba. Kevin y el doctor Edwards se habian conocido gracias a un asunto relacionado con los bonobos.

Seis anos antes, Kevin ignoraba que era un bonobo. Pero eso cambio rapidamente cuando los bonobos se escogieron como sujetos de los experimentos de GenSys. Ahora sabia que se trataba de unas criaturas excepcionales. Eran primos de los chimpances, pero habian vivido aislados en un radio de treinta y siete mil quinientos kilometros cuadrados de selva virgen, en el centro de Zaire, durante medio millon de anos.

En contraste con los chimpances, la sociedad de los bonobos era matriarcal, con menor indice de agresividad entre los machos. En consecuencia, los bonobos vivian en grupos mas amplios. Algunos los llamaban chimpances pigmeos, aunque no era un nombre apropiado, puesto que muchos bonobos eran mas grandes que los chimpances y pertenecian a una especie distinta.

Kevin encontro al doctor Edwards delante de una jaula de aclimatacion relativamente pequena. Edwards habia introducido una mano a traves de los barrotes y procuraba establecer contacto con una hembra de bonobo adulta.

Habia otra hembra sentada en el fondo de la jaula, mirando con nerviosismo su nueva jaula. Kevin intuyo su terror.

El doctor Edwards ululaba con suavidad, imitando uno de los multiples sonidos con que los bonobos y chimpances se comunicaban entre si. Era un hombre bastante alto; Kevin media un metro setenta y cinco y Edwards le sacaba unos cinco o seis centimetros. Su pelo, completamente blanco, producia un marcado contraste con sus cejas y pestanas casi negras. El definido contorno de las cejas, combinado con su habito de fruncir la

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