– ?Por que iban a envidiarme? -pregunto Kevin, atonito.

– Muy sencillo. Es evidente que la central te hace concesiones especiales. Te dan un coche nuevo cada dos anos y tienes una casa tan esplendida como la de Siegfried Spalleck, el gerente de la operacion. Eso basta para despertar recelos, sobre todo en personas como Cameron McIvers, que fue tan estupido como para traerse a toda su familia a este lugar.

Ademas, tienes un contador hematologico, mientras que el administrador del hospital y yo venimos pidiendo una maquina de resonancia magnetica desde el primer dia.

– Intente convencerlos de que me dieran otro alojamiento. Les dije que esa casa era demasiado grande para mi.

– Eh, no tienes que justificarte ante mi -dijo Bertram-. Yo lo entiendo, porque estoy bien informado de tu proyecto.

Pero poca gente lo esta y algunos se sienten ofendidos. Ni siquiera Spallek entiende que pasa, aunque es obvio que se alegra de participar en los beneficios que rinde tu trabajo a los pocos afortunados que tenemos la suerte de estar asociados.

Antes de que Kevin pudiera responder, varias personas detuvieron a Bertram para hacerle consultas en el pasillo mientras cruzaban el hospital veterinario. Kevin aprovecho las interrupciones para reflexionar sobre los comentarios de Bertram. Kevin siempre se habia considerado a si mismo una especie de hombre invisible. No podia entender que fuera capaz de despertar animosidad.

– Lo siento -dijo Bertram despues de la ultima consulta. Empujo la ultima puerta y Kevin lo siguio.

Al pasar junto a Martha, su secretaria, Bertram cogio una pila de mensajes telefonicos y les echo un rapido vistazo mientras hacia senas a Kevin para que entrara en su despacho privado. Luego cerro la puerta.

– Esto te encantara -dijo dejando los mensajes a un lado.

Se sento delante del ordenador y enseno a Kevin un grafico de la isla Francesca, que estaba dividido en una cuadricula-.

Ahora dame el numero de cualquier ejemplar que quieras localizar.

– El mio -contesto Kevin-. El numero uno.

– Alla va -dijo Bertram. Introdujo la informacion e hizo clic con el raton. De inmediato, una luz roja comenzo a parpadear en el mapa de la isla. Estaba al norte del macizo de piedra caliza, pero al sur del rio al que habian dado el nombre humoristico del rio 'Divisorio'. El rio, que corria de este a oeste, dividia longitudinalmente la isla, que media nueve kilometros de largo por tres de ancho. En el centro de la isla habia un pantano, al que llamaban el lago de los Hipopotamos por razones obvias.

– ?Ingenioso, eh? -dijo Bertram con orgullo.

Kevin estaba fascinado, y no por la tecnologia, aunque el tema tambien le interesaba. Lo que le llamaba la atencion era que la luz parpadeaba exactamente en el sitio de donde sospechaba que procedia el humo.

Bertram abrio un cajon del archivador. Estaba lleno de artilugios electronicos manuales, que parecian diminutos blocs de notas con pequenas pantallas de cristal liquido.

Cada uno de ellos tenia una antena extensible.

– Estos funcionan de forma similar -explico Bertram-.

Los llamamos localizadores. Por supuesto, al ser portatiles podemos llevarlos con nosotros en el propio terreno. Hacen que la localizacion sea un juego de ninos en comparacion con los inconvenientes que teniamos al principio.

Kevin jugo con el teclado. Con la ayuda de Bertram, pronto consiguio obtener un grafico de la isla con la luz roja parpadeante. Bertram le enseno a recuperar sucesivos mapas, en escalas cada vez mas reducidas, hasta que la pantalla entera represento un cuadrado de quince por quince metros.

– Cuando llegas a esta distancia, usas esto -dijo Bertram pasandole un instrumento que parecia una linterna con un teclado minusculo-. Aqui introduces la misma informacion.

Funciona como un radiorreceptor direccional. Emite un pitido mas fuerte a medida que te acercas al animal que buscas.

Cuando el animal esta en el punto de mira, emite un sonido continuo. Entonces, lo unico que tienes que hacer es usar la escopeta de dardos.

– ?Como funciona este sistema de localizacion? -pregunto Kevin.

Inmerso como estaba en los aspectos biomoleculares del proyecto, nunca habia prestado atencion a la logistica. Habia recorrido la isla cinco anos antes, al comienzo de la operacion, pero no habia vuelto a salir desde entonces. Nunca se habia interesado por los pormenores de las actividades cotidianas.

– Es un sistema por satelite -explico Bertram-, aunque no estoy muy enterado de los detalles. Naturalmente, cada animal tiene un pequeno microchip insertado debajo de la dermis, con una pila de cadmio de larga duracion. La senal que emite el microchip es casi imperceptible, pero la rejilla la recoge, la magnifica y la transmite mediante microondas.

Kevin quiso devolver los instrumentos a Bertram, pero este los rechazo con un gesto.

– Quedatelos -dijo-. Tenemos muchos.

– Pero no los necesito -protesto Kevin.

– Venga, Kevin -dijo Bertram con jovialidad mientras le daba una palmada en la espalda. El impacto fue lo bastante fuerte para tirar a Kevin hacia delante-. ?Relajate! Eres demasiado serio.

Bertram se sento ante su escritorio, cogio la pila de mensajes telefonicos y comenzo a ordenarlos distraidamente por orden de importancia.

Kevin miro los aparatos que tenia en las manos y se pregunto que hacer con ellos. Era evidente que se trataba de instrumentos muy caros.

– ?Que aspecto de tu proyecto querias discutir conmigo? -pregunto Bertram alzando la vista-. Todo el mundo se queja de que cuando me pongo a hablar no dejo meter baza.

?Que querias decirme?

– Estoy preocupado -tartamudeo Kevin.

– ?Por que? -pregunto Bertram-. Las cosas no podrian ir mejor.

– He vuelto a ver humo.

– ?Que? ?Te refieres a ese jiron de humo del que me hablaste la semana pasada?

– Exactamente -respondio Kevin-. Y procedia del mismo lugar de la isla.

– Eso no es nada -declaro Bertram con un ademan desdenoso-. Ha habido tormentas electricas casi todas las noches.

Los rayos producen pequenos incendios; todo el mundo lo sabe.

– ?Con lo humedo que esta todo? -dijo Kevin-. Yo creia que los rayos producian incendios en la sabana, durante la temporada seca, pero no en los bosques humedos del ecuador.

– Un rayo puede iniciar un fuego en cualquier parte. Piensa en el calor que genera. Recuerda que un trueno no es mas que una expansion de aire producida por el calor. Parece increible.

– Vale, es posible -acepto Kevin sin conviccion-. Pero incluso si llegara a iniciarse un fuego, ?cree que duraria?

– Eres como un perro con un hueso -observo Bertram-.

?Has comentado esta ridicula idea con alguien mas?

– Solo con Raymond Lyons. Me llamo anoche por otro problema.

– ?Y que te respondio?

– Dijo que no debia permitir que mi imaginacion se desbocara.

– Me parece un buen consejo. Lo secundo.

– No se -insistio Kevin-. Tal vez deberiamos ir a investigar.

– ?No! -exclamo Bertram. Por un fugaz instante su boca dibujo una linea recta y sus ojos azules brillaron con furia.

Luego su expresion se relajo-. No pienso ir a la isla salvo para buscar animales. Ese era el plan original y vamos a cenirnos a el. Con lo bien que van las cosas, no quiero correr el menor riesgo. Los animales deben permanecer aislados, sin que nadie los moleste. La unica persona que pasa por alli es Alphonse Kimba, el pigmeo, y solo va a llevar alimentos suplementarios a la isla.

– Podria ir yo solo -sugirio Kevin-. No pasaria mucho tiempo fuera, y quiza asi consiga dejar de preocuparme.

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