Pero precisamente esa clase de teorias descabelladas son las que me incitan a investigar como desaparecio el cuerpo. El publico debe saber que no tuvimos nada que ver en el asunto.

– Esperaba que despues de una noche de descanso hubieras cambiado de idea y te hubieras dado por vencida -mascullo Jack mientras continuaba leyendo.

– De eso nada.

– ?Esto es ridiculo! -exclamo Jack sacudiendo el periodico-. Primero insinuan que los responsables de la desaparicion del cadaver somos nosotros, y luego dicen que sin duda la mafia enterro el cuerpo en los bosques de Westchester para que nunca lo encuentren.

– Es posible que la ultima teoria sea cierta -admitio Laurie-. A menos que el cadaver aparezca en primavera, despues del deshielo. Con tanto hielo, es dificil cavar a mas de treinta centimetros de profundidad.

– ?Que basura! -exclamo Jack cuando termino de leer el articulo-. Toma, ?quieres leerlo? -pregunto a Laurie.

Laurie rechazo el periodico con un ademan desdenoso.

Gracias, ya he leido la version del Times -respondio-. Ya era bastante cinica. No quiero conocer la opinion del New York Post.

Jack se acerco a Vinnie y le dijo, en tono burlon, que estaba dispuesto a devolver su estado virginal al periodico. Vinnie cogio las paginas en silencio.

– Vaya, hoy estas muy quisquilloso -dijo Jack al ayudante.

– Dejame en paz de una vez -le espeto Vinnie.

– ?Guau! Ten cuidado, Laurie -dijo Jack-. Creo que Vinnie sufre tension premental. Puede que este planeando usar su materia gris y eso ha descompensado sus hormonas.

– ?Caray! -exclamo Laurie-. Aqui esta el cadaver que menciono Mike Passano anoche, el que aparecio flotando en el mar. ?A quien se lo asigno? El problema es que no odio a nadie lo suficiente, asi que seguro que terminare haciendolo yo para no sentirme culpable.

– Pasamelo a mi -propuso Jack.

– ?No te importa? -pregunto Laurie. Ella detestaba las autopsias de cadaveres que habian pasado mucho tiempo en el agua. Eran desagradables y a menudo complicadas.

– No -respondio Jack-. Una vez te acostumbras al olor, estan chupados.

– ?Por favor! -murmuro Laurie-. No seas morboso.

– En serio. Puede ser todo un reto. Los prefiero a los heridos de bala.

– Este es las dos cosas -observo Laurie mientras ponia por escrito la asignacion.

– ?Que encantador! -exclamo Jack. Volvio junto a la mesa de registros y miro por encima del hombro de Laurie.

– Al parecer, tiene un impacto de bala hecho a corta distancia en el cuadrante superior derecho -dijo Laurie.

– Suena mejor y mejor -respondio Jack-. ?Como se llama la victima?

– No hay nombre. De hecho, ese detalle formara parte del reto, pues le faltan las manos y la cabeza.

Laurie entrego la carpeta a Jack, que se reclino sobre el escritorio y leyo el contenido. No habia mucha informacion, y la poca que tenia habia sido redactada por Janice Jaeger, investigadora forense.

Janice indicaba que el cuerpo habia sido descubierto en el oceano Atlantico, en los alrededores de Coney Island. Lo habia descubierto fortuitamente la guardia costera, mientras acechaba a unos presuntos camellos al amparo de la noche.

La guardia costera seguia la pista de una llamada anonima y, en el momento del hallazgo, se hallaba en el agua con el motor parado, las luces apagadas y el radar encendido. La lancha habia chocado literalmente con el cuerpo. Se suponia que se trataba de los restos del camello que habia dado el chivatazo.

– No me sobran datos -reconocio Jack.

– ?No querias un reto? -bromeo Laurie.

Jack se aparto de la mesa y cruzo la recepcion en direccion a los ascensores.

– Vamos, malhumorado -dijo al pasar junto a Vinnie, pellizcandole el brazo y dando un golpecito al periodico-. Es tamos perdiendo el tiempo. -Pero al llegar a la puerta, se topo con Lou Soldano. El detective caminaba hacia su objetivo: la cafetera electrica-. Vaya. Deberias jugar con los Giants de Nueva York.

Parte del cafe de Jack se habia derramado.

– Lo lamento -se disculpo Lou-. Necesito desesperadamente mi dosis de cafeina.

Los dos hombres se dirigieron hacia la cafetera. Jack se limpio la pechera de su chaqueta de pana con una servilleta de papel. Lou cogio una taza de pl stico y la lleno hasta el tope con mano temblorosa, luego bebio un par de sorbos para dejar sitio para el azucar y la nata.

– Han sido dos dias espantosos -suspiro Lou.

– ?Has estado de juerga toda la noche otra vez? -pregunto Jack.

La cara de Lou tenia una barba incipiente. Llevaba una arrugada camisa azul, con el primer boton desabrochado y la corbata floja y torcida. Su gabardina estilo Colombo parecia la de un vagabundo.

– Ya me gustaria -gruno Lou-. En los ultimos dos dias he dormido apenas tres horas. -Saludo a Laurie y se dejo caer pesadamente en una silla junto a la mesa de registros.

– ?Alguna novedad sobre el caso Franconi? -pregunto Laurie.

– Nada para contentar al capitan, al comandante de zona ni al teniente de alcalde -respondio, afligido-. Vaya cisco. El problema es que van a rodar cabezas. Los de homicidios estamos preocupados porque, si no encontramos alguna pista, seguro que nos usan de chivos expiatorios.

– No fue culpa vuestra que asesinaran a Franconi -dijo Laurie.

– Eso diselo al comisario -replico Lou. Tomo un ruidoso sorbo de cafe-. ?Os importa si fumo? Vale, olvidadlo -dijo al ver la expresion de sus caras-. No se por que lo he preguntado. Debo de haber sufrido enajenacion mental transitoria.

– ?Que habeis descubierto? -pregunto Laurie.

Ella sabia que antes de ser asignado a homicidios, Lou habia trabajado en el departamento contra el crimen organizado. Con su experiencia, no habia nadie mas cualificado para investigar el caso.

– Es obvio que fue un golpe de la familia Vaccaro -respondio Lou-. Lo sabemos por nuestros confidentes. Aunque, puesto que Franconi estaba a punto de testificar, ya lo suponiamos. Nuestra unica pista es el arma del crimen.

– Eso deberia facilitaros las cosas -dijo Laurie.

– No tanto como crees -repuso Lou-. No es infrecuente que la mafia deje atras el arma del crimen despues de un atentado. La encontramos en un techo, frente al restaurante Positano. Es una Remington con mira telescopica, con dos cartuchos usados. Los casquillos estaban en el techo.

– ?Huellas dactilares? -pregunto Laurie.

– Las limpiaron -contesto Lou-, pero los muchachos de criminologia siguen buscando.

– ?Han rastreado el arma? -pregunto Jack.

– Si. La escopeta pertenecia a un cazador de Menlo Park. Pero, como era de esperar, alli terminan las pistas. Al tipo le habian entrado a robar el dia anterior. Lo unico que se llevaron fue la escopeta.

– ?Y ahora que? -pregunto Laurie.

– Estamos siguiendo algunas pistas -explico Lou-. Ademas, todavia nos falta hablar con algunos confidentes. Pero en realidad, lo unico que podemos hacer es cruzar los dedos y esperar un golpe de suerte. ?Y que me decis vosotros? ?Teneis idea de como desaparecio el cadaver?

– Todavia no, pero me ocupare de ello personalmente -repuso Laurie.

– Eh, no la animes -protesto Jack-. Es trabajo de Bingham y Washington.

– Tiene razon, Laurie -dijo Lou.

– Claro que la tengo. La ultima vez que Laurie se metio con la mafia, se la llevaron de aqui en un ataud. Al menos eso me dijiste.

– Eso fue distinto -dijo Laurie-. No estoy tan metida en este caso como lo estaba en el otro. Creo que es fundamental descubrir como desaparecio el cadaver, por el bien de este instituto. Y, francamente, dudo mucho de que Bingham y Washington se molesten en averiguarlo. A ellos les conviene que el asunto se desvanezca en el aire.

– Lo entiendo -dijo Lou-. De hecho, creo que si la prensa dejara de atosigarnos, el jefe nos pediria que

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