prometido al doctor Anderson durante el apogeo de la medicina privada. Desde el punto de vista de Raymond, el doctor Anderson era el candidato perfecto para asociarse con ellos.

Aunque era evidente que aun contaba con unos cuantos pacientes ricos, dispuestos a pagar para mantener la antigua y comoda relacion con el, las mutualidades medicas lo tenian contra las cuerdas.

– En tal caso, supongo que tienen mucho personal -dijo Raymond.

– Solo una enfermera -respondio la senora Auchincloss-.

En los tiempos que corren, es dificil encontrar personal competente.

Si, claro, penso Raymond. Una sola enfermera para cuatro salas de consulta significaba que el medico estaba en apuros.

Pero Raymond no expreso su opinion. En su lugar, paseo la vista por las paredes empapeladas y dijo:.

– Siempre he admirado los antiguos consultorios de Park Avenue. Son elegantes y tranquilos. Inspiran un sentimiento de confianza.

– Estoy segura de que nuestros pacientes piensan lo mismo -respondio la senora Auchincloss.

Se abrio una puerta interior y una mujer enjoyada, vestida con prendas de Gucci, salio a la recepcion. Estaba pateticamente delgada y se habia sometido a tantos liftings que su boca dibujaba una sonrisa tensa y perpetua. Detras de ella aparecio el doctor Waller Anderson.

Raymond y Waller cambiaron una fugaz mirada mientras el medico acompanaba a la paciente y daba instrucciones a la recepcionista sobre la proxima visita.

Raymond observo al medico. Era alto y tenia el mismo porte refinado que Raymond creia poseer. Pero Waller no estaba bronceado. De hecho, su tez tenia un color ceniciento, y los ojos tristes y las mejillas hundidas le daban aspecto de cansado. Para Raymond, en su cara se leian con claridad senales de infortunio.

Tras despedir efusivamente a su paciente, Waller hizo senas a Raymond para que lo siguiera. Recorrieron el largo pasillo que comunicaba con las consultas. Al llegar al fondo, lo invito a pasar a su despacho y cerro la puerta.

Waller se presento con cordialidad, pero tambien con evidente reserva. Cogio el abrigo y el sombrero de Raymond y los colgo con cuidado en un armario pequeno.

– ?Cafe? -pregunto.

– Claro -respondio Raymond.

Unos minutos despues, cuando ambos tuvieron sus tazas de cafe, Waller se sento ante su escritorio y Raymond frente a el. Este inicio la conversacion.

– Corren tiempos dificiles para practicar la medicina -dijo.

Waller emitio un sonido similar a una risita, pero desprovisto de humor. Era obvio que no estaba contento.

– Nosotros le ofrecemos la oportunidad de aumentar sus ingresos, asi como un servicio exclusivo para seleccionar a sus pacientes -prosiguio Raymond. La presentacion de Raymond era un discurso ensayado, que habia ido perfeccionando con los anos.

– ?Hay algo ilegal en este asunto? -interrumpio Waller con tono grave, casi irritable-. Porque si lo hay, no me interesa.

– No hay nada ilegal le aseguro Raymond-. Pero es extremadamente confidencial. Cuando hablamos por telefono, usted dijo que estaba dispuesto a mantener esta conversacion entre nosotros y el doctor Daniel Levitz.

– Mientras mi silencio no sea incriminatorio para mi -dijo Waller-. No pienso permitir que me manipulen o me conviertan en complice de ninguna accion criminal.

– No tiene por que preocuparse -aseguro Raymond y sonrio-. Pero si decide unirse a nuestro grupo, le pediremos que haga una declaracion jurada en la que se comprometa a mantener la confidencialidad. Solo entonces se le daran detalles especificos.

– No tengo problemas en hacer una declaracion jurada -dijo Waller-. Siempre y cuando no transgreda ninguna ley.

– Muy bien -dijo Raymond.

Dejo la taza en el escritorio de Waller para tener las manos libres. Estaba firmemente convencido de que la gesticulacion era importante para producir el efecto previsto. Comenzo relatando su azaroso encuentro con Kevin Marshall, siete anos antes. Este habia dado una conferencia, a la que habia asistido poco publico, durante un congreso nacional sobre la transposicion homologa de partes de cromosomas entre las celulas.

– ?Transposicion homologa?.?Que demonios es eso? -pregunto Waller, que habia asistido a la facultad de medicina antes de la revolucion en la biologia molecular y en consecuencia no estaba familiarizado con esos terminos.

Raymond se lo explico con paciencia, poniendo como ejemplo los brazos cortos del cromosoma seis.

– Asi que el tal Kevin Marshall ha descubierto una tecnica para extraer una parte de un cromosoma de una celula e intercambiarla por la misma parte de otra celula, poniendola en la misma posicion -dijo Waller.

– Exactamente -respondio Raymond-. Para mi, aquello fue como una epifania, porque de inmediato sospeche las aplicaciones clinicas del descubrimiento. De repente, era potencialmente posible crear un doble inmunologico de un individuo.

Como sin duda sabra, el brazo corto del cromosoma seis contiene el complejo mayor de histocompatibilidad.

– Como un gemelo identico -dijo Waller con creciente interes.

– Mejor que un gemelo identico -repuso Raymond-. El doble inmunologico se crea en un especimen animal de la talla apropiada, que puede sacrificarse si es necesario. Poca gente permitiria el sacrificio de su hermano gemelo.

– ?Por que no se publico este hallazgo? -pregunto Waller.

– El doctor Marshall pensaba hacerlo -explico Raymond-.

Pero antes queria terminar de investigar algunos detalles secundarios. El jefe de su departamento lo obligo a hacerlo publico. ?Por suerte para nosotros!

'Despues de escuchar su conferencia, lo aborde y lo convenci de que trabajara privadamente. No fue facil, pero consegui que la balanza se inclinara a nuestro favor cuando le prometi el laboratorio de sus suenos, sin intromisiones de los circulos academicos. Le asegure que le proporcionariamos todo el equipo e instrumental que necesitara.

– ?Y usted tenia un laboratorio asi? -pregunto Waller.

– En aquel entonces, no -admitio Raymond-. Pero en cuanto obtuve su conformidad, me dirigi a un gigante de la biotecnologia, cuyo nombre no mencionare a menos que acepte unirse a nosotros. Aunque tuve algunas dificultades, finalmente les vendi una idea para comercializar este gran descubrimiento.

– ?Y como se hace? -pregunto Waller.

Raymond se sento en el borde de la silla y miro a Waller a los ojos.

– Creamos el doble inmunologico de un cliente a cambio de cierta cantidad de dinero -explico-. Como podra imaginar, es una suma importante, aunque no desorbitada teniendo en cuenta la tranquilidad que brinda. Pero la mayor parte de nuestros beneficios proviene de las cuotas anuales que el cliente debe pasar para mantener a su doble.

– Algo asi como una prima de ingreso y luego cuotas periodicas.

– Si, supongo que podria expresarse en esos terminos -asintio Raymond.

– ?Y como me beneficiaria yo de esto? -pregunto Waller.

– De muchisimas maneras -respondio Raymond-. He organizado el negocio como una piramide. Por cada cliente que usted reclute, obtiene un porcentaje, no solo de la suma inicial, sino tambien de las cuotas anuales. Ademas, lo animaremos a reclutar a otros medicos como usted, que han perdido parte de su clientela, pero que todavia tienen un numero significativo de pacientes solventes y preocupados por su salud. Usted tambien obtendra beneficios por los pacientes que consigan los medicos que ha reclutado. Por ejemplo, si usted se decide a ingresar en el grupo, el doctor Levitz, que lo ha recomendado, recibira un porcentaje por cada una de las personas a quienes usted haya convencido. No necesita ser economista para comprender que con un pequeno es fuerzo puede obtener unas ganancias sustanciales. Y como incentivo adicional, podemos ingresarle sus beneficios en el extranjero, para que no tenga que pagar impuestos.

– ?Y por que tanto secreto? -pregunto Waller.

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