– ?Que es ridiculo? -pregunto Candace-. ?Alguien puede darme una pista?

– Dejadme que os muestre otra cosa -dijo Kevin. Se giro hacia su ordenador y, tras pulsar unas cuantas teclas, en la pantalla aparecio el grafico de la isla. Explico el sistema a las mujeres y a modo de demostracion localizo al doble de Melanie. La pequena luz roja parpadeo al norte del macizo, muy cerca de donde habia localizado al suyo propio el dia anterior.

– ?Vosotros teneis un doble? -pregunto Candace, atonita.

– Kevin y yo hicimos de conejillos de Indias -explico Melanie-. Nuestros dobles fueron los primeros. Teniamos que demostrar que la tecnica funcionaba.

– Bien, ahora que sabeis como funciona el programa de localizacion, permitidme que os ensene lo que hice hace una hora y veremos si os preocupa tambien a vosotras. -Los dedos de Kevin aletearon sobre el teclado-. Estoy dando instrucciones al ordenador para que localice automatica y secuencialmente a los setenta y tres dobles. Los numeros apareceran en un rincon, seguidos por la luz parpadeante en el grafico. Ahora mirad.

Pulso una tecla para empezar. El programa trabajaba con rapidez y habia apenas una pequena pausa entre el numero y la luz roja parpadeante.

– Tenia entendido que habia casi cien animales -dijo Candace.

– Los hay -asintio Kevin-. Pero de ellos, veintidos tienen menos de tres anos y estan en un recinto cerrado en el Centro de Animales.

– Bueno -dijo Melanie despues de observar la pantalla del ordenador durante unos minutos-. Esta haciendo exactamente lo que has dicho. ?Que es lo que te preocupa tanto?

– Espera y veras -respondio Kevin.

De repente se encendio el numero 37, pero no la corres pondiente luz roja. Despues de unos segundos en la pantalla aparecio un mensaje que decia: Animal no localizado. Haga clic para continuar.

Melanie miro a Kevin.

– ?Donde esta el numero treinta y siete?

Kevin suspiro.

– Lo que queda de el esta en el incinerador -respondio-. El numero treinta y siete era el doble de Winchester. Pero no era eso lo que queria ensenaros.

Kevin pulso una tecla y el programa continuo la busqueda. Luego se detuvo en el numero 42.

– ?Ese era el doble de Franconi? -pregunto Candace-.

?Del otro trasplante de higado?

Kevin nego con la cabeza. Pulso varias teclas, pidiendo al ordenador la identidad del numero cuarenta y dos, y aparecio el nombre de Warren Prescott.

– ?Entonces donde esta el cuarenta y dos? -pregunto Melanie.

– No lo se con certeza, pero se lo que temo -dijo Kevin.

Tecleo otra vez, y los numeros y luces rojas parpadearon alternativamente en la pantalla.

Al terminar toda la secuencia, el programa indico que siete dobles de bonobos estaban ilocalizables, aparte del de Franconi, que habia sido sacrificado.

– ?Esto es lo mismo que viste antes? -pregunto Melanie.

Kevin asintio.

– Pero entonces no fueron siete, sino doce. Y aunque algunos de los que estaban ilocalizables hace un rato siguen asi, la mayoria ha reaparecido.

– No entiendo -dijo Melanie-. ?Como es posible?

– Cuando recorri la isla, antes de que se iniciara el proyecto -explico el- vi algunas cavernas en el macizo. Lo que creo es que nuestras creaciones se ocultan en las cavernas o incluso es probable que vivan alli. Es la unica explicacion que encuentro para que no aparezcan en el grafico.

Melanie se llevo una mano a la boca. Sus ojos reflejaron una mezcla de horror y desolacion.

Candace se sorprendio de la reaccion de Melanie.

– ?Eh, chicos! -suplico-. ?Que pasa? ?Que estais pensando?

Melanie se retiro la mano de la boca, mirando fijamente a Kevin.

– Cuando Kevin dijo que tenia miedo de haber traspasado los limites -explico en voz baja y cautelosa- se referia a que tenia miedo de haber creado seres humanos.

– ?No hablaras en serio! -exclamo Candace, pero le basto con mirar a Kevin y luego a Melanie para saber que asi era.

Durante un minuto nadie hablo. Por fin el rompio el silencio:

– No hablo de un ser humano autentico, con aspecto de simio -dijo-. Sugiero que involuntariamente he creado una especie de protohumano. Quiza algo similar a nuestros antepasados remotos, que aparecieron de manera espontanea en la naturaleza a partir de animales simiescos, hace cuatro o cinco millones de anos. Es posible que entonces la mutacion responsable del cambio se produjera en los genes de la evolucion, que segun he descubierto, se encuentran en el brazo corto del cromosoma seis.

Candace miro por la ventana con expresion ausente, mientras en su mente se reproducia la escena vivida dos dias antes en el quirofano, cuando el bonobo estaba a punto de recibir la anestesia. Entonces el animal habia emitido extranos sonidos, que parecian humanos, y habia intentado desesperadamente liberarse las manos para repetir los mismos ademanes salvajes. Abria y cerraba los dedos sin parar y luego sacudia las manos, apartandolas del cuerpo.

– ?Te refieres a una criatura primitiva, similar a los hominidos, algo asi como de la especie del Homo erectus? -dijo Melanie-. Es cierto que notamos que los bonobos transgenicos jovenes tendian a caminar mas erguidos que sus madres.

En su momento, solo nos parecio un detalle divertido.

– No pienso en un hominido tan remoto que no supiera hacer fuego -explico Kevin-. Solo los hombres primitivos usaban el fuego, y eso es lo que temo haber visto en la isla: fogatas.

– De modo que para decirlo brutalmente -intervino Candace volviendose de la ventana-, ahi fuera hay un monton de cavernicolas, como en tiempos prehistoricos.

– Algo asi -admitio Kevin. Tal como habia previsto, las dos mujeres estaban boquiabiertas. Aunque le extranaba, se sentia un poco mejor ahora que habia expresado sus temores.

– ?Que vamos a hacer? -pregunto Candace-. Yo no pienso participar en el sacrificio de otro animal hasta que esto se resuelva de un modo u otro. Ya me sentia bastante mal cuando creia que la victima era un simio.

– ?Eh, un momento! -exclamo Melanie. Abrio los brazos, con los dedos separados. Sus ojos resplandecian-. Es probable que nos estemos apresurando a sacar conclusiones. No hay ninguna prueba. Las unicas que tenemos son, como mucho, circunstanciales.

– Si, pero hay algo mas -anuncio Kevin.

Se volvio hacia el ordenador y dio instrucciones para que el programa localizara simultaneamente a todos los bonobos de la isla. En cuestion de segundos, dos grandes manchas de luces rojas comenzaron a parpadear. Una estaba en el sitio donde habian visto al doble de Melanie; la otra, al norte del lago. Kevin miro a Melanie.

– ?Que te sugieren estos datos?

– Que hay dos grupos -respondio ella-. ?Crees que es permanente?

– Ocurrio lo mismo antes -dijo el-. Creo que es un fenomeno permanente. Hasta Bertram lo menciono. Y esto no es tipico de los bonobos, que por lo general se relacionan en grupos mas grandes que los chimpances. Ademas, estos animales son relativamente jovenes. Deberian estar todos en un mismo grupo.

Melanie asintio con la cabeza. En los ultimos cinco anos habia aprendido mucho sobre la conducta de los bonobos.

– Y hay otra cosa preocupante -prosiguio Kevin-. Bertram me conto que uno de los bonobos mato a un pigmeo durante la recogida del doble de Winchester. No fue un accidente. El bonobo le arrojo una piedra. Esa clase de agresion es mas propia de la conducta humana que de los bonobos.

– Reconozco que es verdad -admitio Melanie-. Pero siguen siendo pruebas circunstanciales todas ellas.

– Circunstanciales o no -replico Candace-, yo no pienso vivir con este peso sobre mi conciencia.

– Comparto tu opinion -dijo Melanie-. Hoy mismo me he pasado el dia preparando a dos hembras bonobos nuevas para la recoleccion de ovulos. No pienso seguir adelante hasta que sepamos si esta idea aparentemente absurda sobre posibles protohumanos tiene algun fundamento o no.

– No ser facil descubrirlo -repuso Kevin-. Para comprobarlo, alguien tendria que ir a la isla. El problema es

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