– ?Problemas? -pregunto el. Habia algo inquietante en la voz de Darlene.
– Buenas y malas noticias -respondio ella-. Las buenas son del cirujano. Ha dicho que Horace Winchester se recupera milagrosamente bien y que ya puedes prepararte para viajar a recogerlo a el y al equipo de cirugia.
– ?Cual es la mala noticia? -pregunto Raymond.
– La otra llamada era de Siegfried Spallek. Fue un tanto vago, pero dijo que habia un problema con Kevin Marshall.
– ?Que clase de problema?
– No entro en detalles -respondio ella.
Raymond recordo que le habia pedido especificamente a Kevin que no cometiera ninguna imprudencia y se pregunto si el investigador habria hecho caso omiso de su advertencia.
Seguramente tenia relacion con el punetero humo.
– ?Spallek pidio que lo telefoneara esta noche? -pregunto.
– Cuando llamo ya eran las once hora local. Dijo que hablaria contigo manana.
Raymond gruno para sus adentros. Ahora pasaria la noche en vela. Se pregunto cuando acabaria todo aquello.
CAPITULO 11
5 de marzo de 1997, 23.30 horas.
Cogo, Guinea Ecuatorial
Kevin oyo el ruido de la pesada puerta que se abria en lo alto de la escalera de piedra y percibio una rendija de luz. Dos segundos despues se encendieron sucesivamente las bombillas desnudas del techo del pasillo. A traves de los barrotes, vio a Melanie y a Candace en sus respectivas celdas. Igual que el, estaban deslumbradas por el subito resplandor.
Unos pasos ruidosos sobre los peldanos de granito precedieron la aparicion de Siegfried Spallek. Lo acompanaban Cameron McIvers y Mustafa Abud, jefe de la guardia marroqui.
– ?Ya era hora, Spallek! -exclamo Melanie-. ?Exijo que me dejen salir de inmediato o tendra serios problemas!
Kevin dio un respingo.
No era forma de hablarle a Siegfried Spallek en ninguna ocasion, y mucho menos en aquellas circunstancias.
Kevin, Melanie y Candace habian estado acurrucados en la oscuridad de sus celdas separadas en la sofocante y humeda prision del sotano del ayuntamiento. Cada celda tenia una pequena ventana en arco que se abria a un alfeizar que daba al patio trasero del edificio. Las aberturas tenian barrotes, pero no cristal, de modo que las sabandijas podian atravesarlas sin problemas. Los tres prisioneros habian estado aterrorizados por los ruidos de los insectos, sobre todo por que antes de que apagaran las luces habian visto varias tarantulas. Su unico consuelo era que podian hablar entre si.
Los primeros cinco minutos de tormento habian sido los peores. En cuanto el ruido de las ametralladoras se habia apagado, unos potentes proyectores manuales los habian cegado. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, notaron que habian caido en una especie de emboscada.
Estaban rodeados por un grupo de jovenes soldados ecuatoguineanos, que parecian encantados de apuntarles con sus AK-47. Varios de ellos fueron lo bastante osados para empujar a las mujeres con los canos de sus armas. Temiendose lo peor, ni Kevin ni ellas habian movido un musculo.
Estaban muertos de miedo por el tiroteo indiscriminado y temian que comenzara nuevamente ante la menor provocacion.
Los soldados se serenaron unicamente cuando aparecieron varios guardias marroquies. Kevin nunca habia imaginado que podria ver a los intimidantes arabes como salvadores, pero se habian comportado como tales. Los guardias tomaron la custodia del grupo y los condujeron en el coche de Kevin, primero al edificio de la guardia marroqui, situado en el Centro de Animales, donde los mantuvieron durante horas en una habitacion sin ventanas, y luego al pueblo, para encerrarlos en la vieja prision.
– ?Este tratamiento es inadmisible! -insistio Melanie.
– Nada de eso -replico Siegfried-. Mustafa me ha asegurado que han sido tratados con el debido respeto.
– ?Respeto! -exclamo Melanie-. Nos dispararon con ametralladoras y luego nos metieron en este agujero en la oscuridad. ?A eso le llama respeto?
– Nadie les disparo -corrigio Siegfried-. Fueron solo algunos disparos al aire de advertencia. Despues de todo, han violado una regla importantisima en la zona. El acceso a la isla Francesca esta prohibido. Todo el mundo lo sabe.
Siegfried hizo una sena a Cameron en direccion a Candace. El jefe de la guardia marroqui abrio la celda con una llave grande y vieja. Candace no tardo un segundo en salir. Rapidamente se sacudio la ropa para asegurarse de que no se le hubiera adherido ningun bicho. Todavia llevaba el uniforme de cirugia del hospital.
– Le pido disculpas -dijo Siegfried-. Supongo que nuestros investigadores residentes la arrastraron a aquel lugar sin su conocimiento. Supongo que ni siquiera estaba al tanto de la ley que prohibe visitar la isla.
Cameron abrio la celda de Melanie y luego la de Kevin.
– En cuanto me informaron de la detencion, llame al doctor Raymond Lyons -dijo Siegfried-. Queria consultarlo sobre la mejor manera de resolver esta situacion. Puesto que no lo encontre, me veo obligado a asumir personalmente la responsabilidad. Los dejare libres a todos, confiando en su buen criterio. Espero que sean conscientes de la gravedad de sus actos. Segun las leyes ecuatoguineanas, han cometido un delito castigado con la pena de muerte.
– ?Y una mierda! le espeto Melanie.
Kevin se encogio. Temia que Melanie hiciera enfadar a Siegfried y que este ordenara que volvieran a encerrarlos. La benevolencia no se contaba entre sus virtudes.
Mustafa entrego las llaves del coche a Kevin.
– Su coche esta aparcado detras del edificio -dijo con marcado acento frances.
Kevin cogio las llaves, que tintinearon con el temblor de sus manos hasta que las guardo en el bolsillo.
– Sin duda hablare con el doctor Lyons manana. Luego me pondre en contacto con ustedes individualmente.
Melanie iba a hablar otra vez, pero Kevin se sorprendio a si mismo cogiendola del brazo y tirando de ella hacia la escalera.
– Ya me han maltratado lo suficiente -protesto Melanie, procurando soltarse.
– Vamos al coche -murmuro Kevin con los dientes apretados y la obligo a seguir andando.
– ?Que noche! -exclamo ella.
Al llegar al pie de las escaleras, consiguio soltar el brazo y echo a andar con evidente crispacion. Kevin dejo paso a Candace y luego siguio a las mujeres hasta la planta baja. Salieron al despacho usado por los soldados ecuatoguineanos que holgazaneaban en las puertas del ayuntamiento. Habia cuatro soldados en total. Teniendo en cuenta que el gerente de la Zona, el jefe de seguridad y el comandante de la guardia marroqui estaban en el edificio, los soldados se comportaban con mayor respeto de lo habitual. Los cuatro se hallaban en posicion de firmes con los rifles sobre los hombros.
Cuando aparecieron Kevin y las mujeres, sus expresiones delataron confusion. Melanie les hizo un gesto obsceno con el dedo corazon mientras Kevin las escoltaba a ella y a Candace hacia la puerta que daba al aparcamiento.
– Por favor, Melanie -suplico el-, ?no los provoques!
Kevin no supo si los soldados no habian comprendido el significado del gesto de Melanie o simplemente estaban confundidos por la rareza de las circunstancias. Fuera como fuese, no corrieron tras ellos como habia temido que hicieran.
Cuando llegaron junto al coche, Kevin abrio la portezuela del lado del pasajero y Candace se apresuro a subir.