Cuando se aproximo al edificio, vio una luz parpadeante a traves de las rendijas de los postigos del despacho de Siegfried, situado en la segunda plaza. Subio por las escaleras, cruzo la oscura zona de recepcion que normalmente ocupaba Aurielo, y entro en el despacho de Siegfried. Este estaba sentado con los pies encima del escritorio. En la mano del brazo sano agitaba suavemente una copa de brandy. Cameron McIvers estaba sentado en una silla de paja, con una copa similar. La unica fuente de iluminacion era la vela del craneo que servia de candelero.
La tremula luz arrojaba sombras oscuras y hacia que la coleccion de animales desecados parecieran vivos.
– Gracias por venir a una hora tan inoportuna lo saludo Siegfried con su caracteristico acento aleman-. ?Le apetece una copa de brandy?
– ?La necesitare? -pregunto Bertram mientras acercaba una silla de paja al escritorio.
Siegfried rio.
– Nunca viene mal.
Cameron fue al mueble bar y le sirvio el conac. Era un escoces corpulento, con barba espesa, nariz bulbosa y roja y una notable aficion a las bebidas alcoholicas de cualquier clase, aunque, logicamente, el whisky escoces era su favorita.
Le entrego la copa a Bertram y volvio a su asiento.
– Por lo general solo me llaman a media noche por una urgencia con un animal -dijo Bertram. Bebio un sorbo de brandy y respiro hondo-. Pero esta noche tengo la impresion de que se trata de algo muy distinto.
– Asi es. Primero tengo que felicitarlo. Su advertencia de esta tarde sobre Kevin Marshall resulto fundada y oportuna.
Le pedi a Cameron que lo vigilara y esta misma noche el, Melanie Becket y una enfermera del equipo de cirugia llegaron a la zona de estacionamiento de la isla Francesca.
– ?Maldita sea! ?Cruzaron a la isla?
– No -respondio Siegfried-. Se limitaron a jugar un rato con la balsa de alimentos. Tambien se detuvieron en el camino para hablar con Alphonse Kimba.
– Esto me saca de mis casillas -dijo Bertram-. No quiero que nadie se acerque a la isla ni que hable con el pigmeo.
– Yo tampoco.
– ?Donde estan ahora?
– Los dejamos volver a casa, pero no antes de meterles el miedo en el cuerpo. No creo que vuelvan a hacerlo, al menos por un tiempo.
– Esto es lo ultimo que necesitaba -protesto Bertram-.
Detesto tener que preocuparme por estas cosas; como si no tuviera bastante motivo de preocupacion con la division de los bonobos en dos grupos.
– Esto es peor que la division de los animales en dos gru pos -aseguro Siegfried.
– Ambas cosas son malas. Las dos podrian interferir en el programa o incluso echarlo a perder por completo. Creo que deberiamos reconsiderar mi idea de enjaular a los bonobos y trasladarlos desde la isla al Centro de Animales.
Tengo las jaulas alli mismo. No seria dificil, y simplificaria mucho la recogida de ejemplares.
Desde que Bertram habia reparado en la division de los animales en dos grupos sociales, habia pensado que era conveniente reunirlos y mantenerlos en jaulas separadas en un sitio donde pudieran observarlos. Pero Siegfried no se lo habia permitido. Bertram habia considerado la posibilidad de pasar por encima de el y dirigirse a su jefe, en Cambridge, Massachusetts. Sin embargo, habia desistido. Con ello habria alertado a la jerarquia de GenSys de que habia problemas potenciales en el proyecto de los bonobos.
– Me niego a volver a discutir ese asunto -dijo Siegfried-.
No abandonaremos la idea de mantener a los bonobos aislados en la isla. Cuando se puso en marcha, todos convinimos en que era lo mejor y yo no he cambiado de opinion. Pero despues de este incidente con Kevin Marshall me preocupa el puente.
– ?Por que? -pregunto Bertram-. Tiene llave.
– ?Y donde estan las llaves? -dijo Siegfried.
– En mi despacho -respondio Bertram.
– Creo que deberiamos guardarlas aqui, en la caja de seguridad. La mayoria de sus empleados tienen acceso a su despacho, incluida Melanie Becket.
– Quiza tenga razon -admitio Bertram.
– Me alegra que este de acuerdo -dijo Siegfried-. Quiero que vaya a buscarlas. ?Cuantas copias hay?
– No lo recuerdo con exactitud. Cuatro o cinco.
– Las quiero aqui.
– Bien -dijo Bertram con cortesia-. No hay problema.
– Estupendo. -Bajo las piernas del escritorio y se puso en pie-. Vamos. Lo acompanare.
– ?Quiere ir ahora? -pregunto Bertram, atonito.
– No dejes para manana lo que puedas hacer hoy. ?No es uno de los refranes favoritos de los americanos? Dormire mejor esta noche sabiendo que las llaves estan en la caja de seguridad.
– ?Quieren que los acompane? -pregunto Cameron.
– No es necesario -dijo Siegfried-. Bertram y yo podemos arreglarnos solos.
Kevin se miro en el espejo de luna situado al final de los bancos del vestuario de hombres. La talla pequena del mono le iba estrecha y la mediana era demasiado grande. Tuvo que remangarse y doblar las perneras de los pantalones.
– ?Que cono haces ahi dentro? -pregunto Melanie empujando la puerta del pasillo.
– Ya salgo. -Cerro la taquilla donde habia dejado su ropa y salio rapidamente al pasillo.
– Y resulta que luego somos las mujeres las que tenemos fama de tardar en vestirnos -protesto Melanie.
– No me decidia por la talla -replico el.
– ?Ha entrado alguien mientras te cambiabas? -pregunto Melanie.
– No, nadie.
– Estupendo. Tampoco ha entrado nadie en el vestuario de mujeres -dijo Melanie. Les indico que la siguieran con una sena y comenzo a subir por las escaleras-. Para llegar a la zona de administracion tenemos que cruzar el Hospital Veterinario. Sera mejor evitar la planta principal, donde estan la sala de urgencias y la unidad de cuidados intensivos. Ahi siempre hay mucho trajin, asi que subamos a la segunda planta y pasemos por la unidad de fertilizacion. Si alguien me pregunta que hago aqui a estas horas, puedo decir que he venido a ver a un paciente.
– Estupendo -dijo Candace.
Subieron a la segunda planta. Mientras recorrian el pasillo central se cruzaron con el primer empleado del centro. Si al hombre le llamo la atencion la presencia de Kevin y Candace en el hospital, no lo demostro. Paso junto a ellos y saludo con una inclinacion de cabeza.
– No ha habido problema -murmuro Candace.
– El uniforme ayuda -respondio Melanie.
Giraron hacia la izquierda, atravesaron una puerta doble y entraron en un pasillo estrecho, muy iluminado y flanqueado por una serie de puertas. Melanie entreabrio una de ellas y asomo la cabeza. Luego la cerro silenciosamente.
– Es una de mis pacientes. Una gorila de los llanos que esta practicamente lista para la recoleccion de ovulos. Con tantas hormonas, pueden ponerse nerviosas, pero esta duerme placidamente.
– ?Puedo verla? -pregunto Candace.
– Supongo que si -respondio Melanie-. Pero no hagas ruido ni ningun movimiento brusco.
Candace hizo un gesto de asentimiento. Melanie abrio la puerta y entro, seguida por Candace. Kevin se quedo en el umbral.
– ?No deberiamos ocuparnos de lo que hemos venido a hacer?-murmuro Kevin.
Melanie se llevo un dedo a los labios.
En la habitacion habia cuatro jaulas grandes, aunque solo una estaba ocupada. Una gorila hembra dormia sobre un lecho de paja. La escasa iluminacion procedia de una lampara empotrada en el techo. Candace se cogio