Pero Melanie no. Se volvio hacia Kevin con los ojos resplandecientes en la oscuridad.

– Dame las llaves -exigio.

– ?Que? -pregunto Kevin, aunque habia oido perfecta mente.

– He dicho que me des las llaves.

Desconcertado por tan inesperada peticion, pero no queriendo enfurecerla mas de lo que estaba, le entrego las llaves.

De inmediato, Melanie rodeo el coche y se sento al volante.

Kevin subio al asiento del copiloto. No le importaba quien condujera mientras salieran pitando de alli. Ella puso el motor en marcha, hizo chirriar las ruedas y salio del aparcamiento.

– ?Joder, Melanie! -exclamo-. No vayas tan rapido.

– Estoy furiosa.

– Como si no se notara.

– No pienso volver a casa ahora mismo -anuncio Melanie-, aunque no tengo ningun inconveniente en dejaros en la vuestra.

– ?Adonde piensas ir? Es medianoche.

– Voy al Centro de Animales. No pienso tolerar que me traten asi. Me propongo descubrir que cono esta pasando.

– ?Y que vas a hacer en el Centro de Animales? -pregunto Kevin.

– Buscar las llaves de ese maldito puente. Quiero una copia porque para mi este asunto va mas alla de la simple curiosidad.

– Quiza deberiamos parar y discutirlo con calma -sugirio Kevin.

Melanie freno con brusquedad y el coche se detuvo con una violenta sacudida.

Tanto Kevin como Candace chocaron contra el respaldo del asiento.

– Yo pienso ir al Centro de Animales -repitio Melanie. Vosotros podeis venir conmigo o volver a casa. Como querais.

– ?Por que esta noche? -inquirio Kevin.

– Primero, porque ahora mismo estoy rabiosa, y, segundo, porque no sospecharan nada. Es obvio que esperan que volvamos a casa a temblar en la cama. Por eso nos trataron tan mal. Pero, ?sabeis una cosa? A mi no me asustan con tanta facilidad.

– A mi si -replico el.

– Creo que Melanie tiene razon-intervino Candace-. Es evidente que pretendian asustarnos.

– Y lo han hecho de maravilla ?O es que soy el unico cuerdo de los tres?

– Hagamoslo-sugirio Candace.

– ?Oh, no! -exclamo Kevin-. Me superais en numero.

– No hay problema -dijo Melanie-. Te llevaremos a casa.

– Cuando iba a poner la marcha atras, el la detuvo cogiendole la mano.

– ?Como vas a conseguir las llaves? -pregunto-. Ni siquiera sabes donde estan

– Sin duda estan en el despacho de Bertram. Al fin y al cabo, el esta a cargo de los bonobos. Mierda, tu mismo sugeriste que debia de tenerlas el.

– De acuerdo, es posible que esten en el despacho de Bertram. Pero, ?que hay de las medidas de seguridad? Los despachos estan cerrados con llave.

Melanie metio la mano en el bolsillo del traje del Centro de Animales y saco una tarjeta magnetica, -Olvidas que soy miembro del personal jerarquico del centro -respondio Melanie-. Esta es una tarjeta magnetica, y no me la han dado para hacer compras. Este chisme me permite abrir cualquier puerta del Centro de Animales las veinticuatro horas del dia. Recuerda que mi participacion en el proyecto de los bonobos no se limita a la fertilizacion in vitro.

Kevin se giro y miro a Candace. Su cabellera rubia brillaba en la penumbra del interior del coche.

– Si tu estas dispuesta, supongo que yo tambien -dijo.

– Vamos-respondio Candace.

Melanie acelero y giro hacia el norte, pasando junto al area de servicio. Esta estaba en pleno funcionamiento, con enormes lamparas de mercurio iluminando la plaza de estacionamiento. Por la noche habia mas personal que nunca, pues era la hora de mayor circulacion de camiones entre la Zona y Bata.

Melanie adelanto a varios camiones, hasta que dejo atras el cruce hacia Bata. A partir de ahi, no se cruzaron con ningun otro vehiculo hasta llegar al Centro de Animales. El centro funcionaba en tres turnos, igual que el area de servicio, aunque aqui el personal de noche se reducia al minimo. La mayoria de los empleados de este turno trabajaban en el Hospital Veterinario. Melanie aprovecho este hecho y aparco el Toyota de Kevin frente a una de las puertas del hospital, donde pasaria inadvertido entre los demas vehiculos.

Melanie apago el motor y miro hacia la entrada del Hospital Veterinario. Tamborileo con los dedos sobre la palanca de cambios.

– ?Y? -dijo Kevin-. Ya hemos llegado. ?Cual es el plan?

– Estoy pensando. No se si es mejor que espereis aqui o que vengais conmigo.

– Este sitio es enorme -intervino Candace, que se habia inclinado y contemplaba el edificio que se extendia desde la calle hasta perderse en la vegetacion de la selva-. En ninguno de mis viajes a Cogo he visitado el Centro de Animales. No imaginaba que fuera tan grande. ?Esto es el hospital?

– Si -repuso Melanie-. Toda esta ala.

– Me gustaria verlo -dijo Candace-. Nunca he estado en un hospital veterinario, y mucho menos en uno tan palaciego.

– Es de lo mas moderno que existe -repuso Melanie-. Deberias ver los quirofanos.

– ?Dios santo! -suspiro Kevin poniendo los ojos en blanco-. Me han secuestrado un par de locas. Acabamos de vivir la experiencia m s horrorosa de nuestra vida y vosotras quereis hacer una visita turistica.

– No sera una visita turistica -corrigio Melanie mientras bajaba del coche-. Me vendra bien su ayuda. Tu puedes esperar aqui si lo prefieres, Kevin.

– Estupendo -dijo Kevin, pero apenas vio que las mujeres se dirigian a la entrada, tambien el bajo del coche. Llego a la conclusion de que la tension de la espera seria peor que la de la aventura-. ?Un momento! -grito y corrio para alcanzar a las mujeres.

– No quiero oir una sola queja -advirtio Melanie.

– Tranquila -respondio Kevin, sintiendose como un nino reganado por su madre.

– No preveo problemas -dijo Melanie-. El despacho de Bertram esta en la zona de la administracion, que a estas horas debe de estar desierta. Pero para asegurarnos de no despertar sospechas, antes que nada os llevare a los vestuarios.

Quiero que os pongais el uniforme del Centro de Animales.

?De acuerdo? No es una hora normal para hacer visitas.

– Buena idea -respondio Candace.

– De acuerdo -dijo Bertram al telefono, mirando la esfera luminosa del reloj de la mesita de noche. Eran las doce y cuarto-. Estare en su despacho dentro de cinco minutos.

Bertram bajo de la cama y aparto la mosquitera.

– -?Algun problema? -pregunto Trish, encaramandose sobre un codo.

– Solo un pequeno inconveniente. Volvere dentro de media hora.

Bertram cerro la puerta del vestidor antes de encender la luz. Se vistio rapidamente. Aunque delante de su esposa habia intentado restar importancia a la situacion, estaba inquieto. No sabia que pasaba, pero sin duda era un problema gordo. Siegfried nunca lo habia despertado en plena noche para pedirle que fuera a su oficina.

Fuera habia casi tanta claridad como si fuera de dia, con una luna llena por el este. El cielo estaba cubierto de cumulos de nubes de color purpura y plata. El aire denso y humedo estaba absolutamente inmovil. Los ruidos de la selva eran una constante cacofonia de zumbidos y gorjeos interrumpidos por breves y esporadicos chillidos. Bertram estaba tan acostumbrado a esos sonidos, que ni siquiera reparo en ellos.

Aunque el ayuntamiento quedaba a unos cien metros de su casa, Bertram cogio el coche. Sabia que asi llegaria antes, y su curiosidad crecia minuto a minuto. Mientras aparcaba, vio que los soldados, habitualmente letargicos, parecian agitados. Daban vueltas alrededor del puesto de guardia con los rifles apretados entre las manos. Los miro con nerviosismo mientras apagaba las luces del coche y se apeaba.

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