mejor momento para empezar.

– ?Que pasa? -pregunto Melanie.

– Nada.

De subito, en lo mas profundo de si mismo, Kevin encontro el valor que necesitaba. Se levanto y echo a andar encogido hacia la abertura de la cueva.

Mientras avanzaba, se pregunto si debia moverse lentamente o correr a toda prisa hacia la salida. Se debatia entre la prudencia y la ansiedad por terminar de una vez con aquel tormento. Gano la prudencia. Avanzo a paso de nino, y cada vez que sus pies producian algun ruido, daba un respingo y se quedaba paralizado en la oscuridad. A su alrededor, oia la ruidosa respiracion de los animales dormidos.

Cuando se hallaba a unos seis metros de la entrada de la caverna, uno de los bonobos se movio tan bruscamente que las ramas de su lecho crujieron. Una vez mas, Kevin se detuvo en seco, con el corazon desbocado. Pero el bonobo solo se habia girado en suenos y su respiracion era profunda, lo que indicaba que seguia durmiendo. Puesto que la zona proxima a la entrada de la cueva estaba mejor iluminada, Kevin pudo ver con claridad a los bonobos tendidos alrededor. La vision de tantas bestias dormidas lo hizo detenerse. Tras un minuto de total inmovilidad, Kevin reinicio la marcha hacia la libertad. Incluso comenzo a sentir una ligera sensacion de alivio cuando los aromas de la selva taparon el rancio olor de las fieras. Pero esa sensacion duro poco.

Otro estampido de un trueno, seguido por un subito chaparron tropical, sobresalto a Kevin, que estuvo a punto de perder el equilibrio. Balanceo los brazos freneticamente hasta que consiguio permanecer de pie y en el sendero previsto.

Con un escalofrio, penso en lo cerca que habia estado de pisar a uno de los bonobos dormidos.

Cuando estaba a apenas tres metros de la entrada, Kevin diviso la boveda oscura de la selva a sus pies. Los sonidos nocturnos de la jungla se oian ahora por encima de los ronquidos de los bonobos.

Kevin ya estaba lo bastante cerca de la salida para empezar a preocuparse por el descenso por la empinada pared de roca, cuando la suerte lo abandono. El corazon le dio un vuelco. Una mano le habia cogido la pierna. Algo atenazaba su tobillo con tanta fuerza, que se le saltaron las lagrimas. Al mirar hacia abajo, lo primero que vio fue su propio reloj. Era el bonobo numero uno.

– ?Tada! -exclamo el bonobo mientras se ponia en pie de un salto, arrojando a Kevin al suelo en el proceso. Por suerte, esa parte de la cueva estaba cubierta de desperdicios, que amortiguaron la caida. No obstante, Kevin se dio un buen golpe al aterrizar sobre su cadera izquierda.

El grito del bonobo numero uno desperto a los demas animales, que se incorporaron de inmediato. Por un instante el caos fue absoluto, hasta que las bestias comprendieron que no corrian peligro alguno.

El bonobo numero uno solto el tobillo de Kevin, solo para agacharse y cogerlo por los brazos. En una sorprendente demostracion de fuerza, levanto a Kevin del suelo y lo sostuvo a la distancia de sus brazos.

Los bonobos emitieron una estridente y furiosa vocalizacion. Asido por las fuertes garras del animal, Kevin se encogio de dolor.

Al final de su perorata, el bonobo numero uno se adentro en las profundidades de la cueva y arrojo a Kevin en la camara interior. Despues de una ultima reprimenda, regreso a su lecho.

Kevin se sento con esfuerzo. Habia caido nuevamente sobre la cadera, que estaba entumecida. Tambien se habia torcido la muneca y tenia un rasguno en el codo. Pero considerando la forma en que lo habia arrojado al aire, habia salido mejor parado de lo que habia previsto.

Otros gritos retumbaron en la caverna, presumiblemente emitidos por el bonobo numero uno, aunque Kevin no podia estar seguro, ya que la oscuridad era total. Se palpo el codo derecho. Sabia que la sustancia pegajosa que lo cubria era sangre.

– ?Kevin? -susurro Melanie-. ?Te encuentras bien?

– Tan bien como puede esperarse -respondio Kevin.

– ?Gracias a Dios! -dijo Melanie-. ?Que ha pasado?

– No lo se -respondio Kevin-. Crei que lo habia conseguido; estaba en la salida de la cueva.

– ?Estas herido? -pregunto Candace.

– Un poco. Pero no me he roto ningun hueso. O eso creo.

– No vimos que paso -dijo Melanie.

– Mi doble me ha renido. Por lo menos, asi lo interpreto yo. Luego me trajo de vuelta aqui. Me alegro de no haber caido encima de vosotras.

– Lamento haber insistido en que salieras -se disculpo Melanie-. Por lo visto, tenias razon.

– Me alegro de que lo reconozcas. Pero el plan casi funciono. Estaba tan cerca…

Candace encendio la linterna y cubrio el foco con una mano. Dirigio el haz de luz al brazo de Kevin y le examino el codo.

– Parece que tendremos que confiar en Bertram Edwards -dijo Melanie. Se estremecio y dejo escapar un suspiro-. Es dificil aceptar que somos prisioneros de nuestras propias creaciones.

– -

CAPITULO 20

8 de marzo de 1997, 16.40 horas.

Bata, Guinea Ecuatorial

Jack se percato de que estaba apretando los dientes. Tambien apretaba la mano de Laurie con mas fuerza de la razonable.

Hizo un esfuerzo consciente para relajarse. Lo peor habia sido el trayecto desde Douala, Camerun, hasta Bata. Viajaban en una compania barata, que usaba aviones antiguos, la clase de aparatos que solian aparecer en las pesadillas de Jack tras la perdida de su familia.

El vuelo no habia sido facil. El avion habia esquivado varias tormentas electricas, entre enormes nubes que variaban de color, de blanco nata a morado intenso. Veian constantes fogonazos de relampagos, y la turbulencia era feroz.

En comparacion, la parte anterior del viaje habia sido un sueno. El vuelo desde Nueva York hasta Paris habia transcurrido tranquilo y sin incidentes. Todos habian dormido al menos unas horas.

Habian llegado a Paris diez minutos antes de lo previsto, de modo que habian tenido tiempo de sobra para hacer la conexion con las lineas aereas de Camerun. En el viaje hacia Douala, habian dormido incluso mejor. Pero el ultimo tramo hasta Bata habia sido horripilante.

– Estamos aterrizando -anuncio Laurie.

– Espero que sea un aterrizaje controlado -bromeo Jack.

Miro a traves de la ventanilla sucia. Como habia previsto, el paisaje parecia una ininterrumpida alfombra verde. Mientras se aproximaban mas y mas a las copas de los arboles, deseo ver una pista de aterrizaje.

Finalmente tocaron la pista de cemento y Jack y Warren suspiraron aliviados.

Mientras los cansados pasajeros descendian del pequeno y anticuado avion, Jack contemplo la descuidada pista de aterrizaje y vio algo inesperado. La silueta de un resplandeciente y solitario jet blanco se recortaba contra el fondo verde oscuro de la selva. Apostados junto a los cuatro extremos del avion, habia soldados con uniformes de camuflaje y boinas rojas. Aunque ostensiblemente erguidos, habian adoptado diversas posturas de descanso. Todos llevaban rifles automaticos en bandolera.

– ?De quien es ese avion? -pregunto Jack a Esteban. Puesto que el aparato no tenia senas de identificacion, era obvio que se trataba de un jet privado.

– No tengo ni idea -respondio Esteban.

El caos de la terminal de llegadas del aeropuerto cogio por sorpresa a todos, salvo a Esteban. Los viajeros procedentes del extranjero estaban obligados a pasar por la aduana. Dos individuos con uniformes sucios y pistolas automaticas en las fundas del cinturon condujeron al grupo, con sus maletas, a un cuarto privado.

En un principio, dejaron a Esteban fuera de la sala, pero despues de una fuerte discusion en un dialecto local, le permitieron entrar. Los hombres abrieron todas las maletas y desparramaron su contenido sobre una mesa

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