un sabor curiosamente similar a la de elefante, que habia comido en una ocasion. Un ano antes, Siegfried habia cazado un elefante en el bosque y, despues de extraerle los comillos, habia ordenado cocinar parte de la carne en la cocina del hospital.

Los bonobos no habian intentando inmovilizar a los humanos, ni les habian impedido que se desataran. Sin embargo, habian dejado claro que querian que se quedaran en la pequena cueva. En todo momento, dos de los ejemplares mas grandes los vigilaban de cerca. Cada vez que Kevin o sus amigas se acercaban a la entrada, los animales chillaban a voz en cuello o, lo que era mas aterrador, se acercaban mostrando los dientes, aunque se detenian a ultimo momento. De esa manera, consiguieron retener al grupo dentro de la cueva.

– Tenemos que hacer algo -dijo Melanie-. No vamos a quedarnos aqui para siempre. Y es obvio que tendremos que actuar mientras duermen. Ahora, por ejemplo.

Todos los bonobos que estaban en la cueva, incluidos los supuestos guardias, dormian profundamente sobre primitivos lechos de ramas y hojas. La mayoria roncaba.

– Creo que no debemos correr el riesgo de hacerlos enfadar -dijo Kevin-. Es una suerte que nos hayan tratado tan bien.

– Yo no diria que alguien que te ofrece gusanos para comer te trata bien -replico Melanie-. Bromas aparte, tenemos que hacer algo. Ademas, es probable que se vuelvan agresivos.

No sabemos que pueden llegar a hacernos.

– Prefiero esperar -insistio Kevin-. Ahora somos una novedad, pero pronto perderan el interes por nosotros. Ademas, en la ciudad nos echaran de menos. Siegfried y Bertram se figuraran rapidamente donde estamos y enviaran a alguien a buscarnos.

– Yo no estaria tan segura -dijo Melanie-. Es muy probable que Siegfried tome nuestra desaparicion como un regalo del cielo.

– Siegfried quiza; pero Bertram, no -repuso Kevin-. En el fondo, es una buena persona.

– ?Tu que opinas, Candace? -pregunto Melanie.

– No se que pensar. Esta situacion supera mis peores pesadillas, asi que no puedo reaccionar. Estoy aturdida.

– ?Que vamos a hacer cuando volvamos? -pregunto Kevin-. No hemos hablado de eso.

– Deberias decir si volvemos -corrigio Melanie.

– No digas esas cosas -repuso Candace.

– Tenemos que afrontar los hechos -dijo Melanie-. Por eso pienso que deberiamos hacer algo ahora, mientras duermen.

– No sabemos si duermen profundamente -dijo Kevin-.

Salir de aqui podria ser como cruzar un campo de minas.

– Una cosa es segura -anadio Candace-. Yo no pienso participar en ningun otro trasplante. Ya me sentia incomoda cuando pensaba que eran simios. Ahora que sabemos que son protohumanos, no puedo seguir con esto. Lo tengo muy claro.

– Es una conclusion inevitable -convino Kevin-. Ningun ser humano medianamente sensible pensaria de otra manera.

Sin embargo, esa no es la cuestion. La cuestion es que esta raza nueva existe, y si no se usa para trasplantes, ?que se hara con ella?

– ?Podran reproducirse? -pregunto Candace.

– Seguramente -respondio Melanie-. No hemos hecho nada para afectar su fertilidad.

– ?Dios mio! -exclamo Candace-. ?Es horrible!

– Tal vez deberiamos esterilizarlos -sugirio su amiga-. Entonces el problema se limitaria a una sola generacion.

– Ojala hubiera pensado en esta posibilidad antes de empezar el proyecto -dijo Kevin-. El problema es que una vez que descubri como intercambiar fragmentos de cromosomas, el estimulo intelectual fue tan importante que ni siquiera me detuve a pensar en las consecuencias.

Un subito y deslumbrante relampago ilumino fugazmente el interior de la cueva, y fue seguido por un portentoso trueno. La montana entera parecio temblar. La violenta conmocion era la forma de la naturaleza de anunciar que una de las tormentas electricas, casi diarias, estaba a punto de azotar la isla.

– Ese ha sido un punto mas a mi favor -dijo Melanie cuando se apago el retumbar del trueno.

– ?A que te refieres? -pregunto Kevin.

– Ese trueno habria podido despertar a un muerto. Y ninguno de los bonobos ha pestaneado siquiera.

– Es verdad -dijo Candace.

– Creo que al menos uno de los tres deberia tratar de salir insistio Melanie-. Asi podriamos alertar a Bertram de lo que esta sucediendo aqui. El se ocupara de que alguien venga a rescatar a los otros dos.

– Estoy de acuerdo -dijo Candace.

– Naturalmente, como no ibas a estarlo -dijo Melanie.

Tras una breve pausa, Kevin hablo:

– Eh, un momento, ?no estareis sugiriendo que vaya yo?

– Yo no podria meterme sola en la canoa, y mucho menos remar -dijo Melanie.

– Yo podria meterme, pero dudo mucho de que pudiera remar en la oscuridad -dijo Candace.

– ?Y las dos pensais que yo si?

– Sin duda lo harias mejor que nosotras -respondio Melanie.

Kevin se estremecio. La idea de salir a buscar la canoa en la oscuridad, sabiendo que habia hipopotamos pastando en los alrededores, era aterradora. Pero aun le asustaba mas la idea de tener que remar en el pantano infestado de cocodrilos.

– Podrias esconderte en la canoa hasta el amanecer -sugirio Melanie-. Lo importante es salir de esta cueva mientras los bonobos duermen.

La perspectiva de esperar en la canoa sonaba mejor que la de cruzar el lago en la oscuridad, pero no solucionaba el peligro potencial de un encuentro con los hipopotamos en los campos cenagosos.

– Recuerda que la idea de venir aqui fue tuya -dijo Melanie.

Kevin iba a protestar, pero se contuvo. En cierto modo, era verdad. El habia dicho que la unica manera de comprobar si los bonobos eran protohumanos era ir a la isla. Sin embargo, a partir de ese momento, Melanie habia asumido el mando.

– Lo sugeriste tu -dijo Candace-. Lo recuerdo perfectamente. Fue en tu despacho, cuando planteaste el problema del humo.

– Yo solo dije… -comenzo el, pero se interrumpio. Sabia por experiencia que era imposible discutir con Melanie, sobre todo cuando Candace la respaldaba, como hacia en esos momentos. Ademas, desde el sitio donde estaba sentado, veia un claro sendero de luz de luna en el suelo de la caverna, que conducia hasta la entrada. Aparte de algunas rocas y ramas, no habia obstaculos.

Kevin supuso que quiza lo consiguiera. Tal vez no deberia pensar en los hipopotamos. Y es posible que fuera cierto que no debian fiarse de la hospitalidad de los bonobos, y no por sus caracteristicas animales, sino por las que tenian de humanos.

– De acuerdo -dijo Kevin con subita determinacion-. Lo intentare.

– Bravo -dijo Melanie.

Kevin se puso a gatas. Ya temblaba, sabiendo que muy cerca de el habia al menos cincuenta animales corpulentos obstinados en que se quedara donde estaba.

– Si algo sale mal -dijo Melanie-, vuelve corriendo.

– Lo dices como si fuera lo mas facil del mundo -replico Kevin.

– Sera facil -aseguro ella-. Los bonobos y los chimpances se duermen en cuanto oscurece y no despiertan hasta el amanecer. No tendras problemas.

– ?Y que me dices de los hipopotamos? -pregunto Kevin.

– ?Que pasa con ellos?

– Olvidalo -dijo el-. Ya tengo suficientes preocupaciones.

– De acuerdo, buena suerte -susurro Melanie.

– Si, buena suerte -repitio Candace.

Kevin intento ponerse en pie para salir, pero no pudo. Se dijo que nunca habia sido un heroe, y que no era el

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