– ?Como iba a olvidarlo?

– ?Quien es Vinnie Dominick? -pregunto Jack.

– Un tipo que desempeno un papel inesperado en el caso Cerino -respondio Laurie.

– Trabaja para la familia rival, los Lucia -explico Lou-.

Despues de la caida de Cerino, han mantenido buenas relaciones. Pero tengo la impresion de que hemos acabado con el romance.

– ?Se sabe algo del topo del deposito? -pregunto Laurie.

– Eh, lo primero, primero -dijo Lou-. Ya llegaremos a ese punto. No te preocupes.

– Cuando lo hagais, investigad a un ayudante llamado Vinnie Amendola -sugirio Laurie.

– ?Por algun motivo en particular? -pregunto Lou mientras apuntaba el nombre en la libretita que siempre llevaba en el bolsillo delantero de la americana.

– Solo una vaga sospecha -respondio Laurie.

– Hecho -dijo Lou-. ?Sabeis?, este episodio nos demuestra la rapidez con que pueden cambiar las cosas. Ayer era el ultimo mono del departamento y hoy soy el nino mimado.

Hasta he recibido una llamada del capitan, que dejo caer la posibilidad de un ascenso. ?Podeis creerlo?

– Te lo mereces -afirmo Laurie.

– Pues si me ascienden a mi, tambien deberian ascenderos a vosotros dos -respondio Lou.

Jack sintio que alguien le daba una palmada en el hombro.

Era la camarera, que preguntaba si querian otra ronda.

– Eh, oidme -grito Jack por encima del bullicio de voces-. ?mas cerveza?

Miro primero a Natalie, que cubrio su copa con la mano, indicando que ya tenia suficiente. Estaba guapisima con su mono de color morado. Era maestra en una escuela de Harlem, pero no se parecia a ninguna de las maestras que Jack recordaba de su infancia mas bien, sus rasgos le recordaban a las esculturas egipcias que Laurie lo habia llevado a ver en el Metropolitan. Sus ojos eran almendrados y sus labios gruesos y voluptuosos. Llevaba el cabello recogido en una multitud de intrincadas trenzas. Natalie le habia contado que ese peinado era la especialidad de su hermana.

Cuando Jack miro a Warren para comprobar si queria mas cerveza, este nego con la cabeza. Estaba sentado junto a Natalie y sobre su camiseta negra llevaba una cazadora de deporte que de algun modo conseguia disimular su portentosa musculatura. Jack nunca lo habia visto tan contento. En lugar de apretar los labios con su habitual expresion de terquedad, esbozaba una media sonrisa.

– Yo estoy bien -dijo Esteban, cuya sonrisa era aun mas grande que la de Warren.

Jack miro a Laurie.

– No quiero mas -dijo ella-. Me reservo para el vino de la comida en el avion.

Laurie llevaba el pelo rojizo recogido en una trenza y vestia un holgado bluson de tela aterciopelada y unas mallas.

Con esa ropa informal y su humor alegre y despreocupado, Jack penso que parecia una colegiala.

– Yo si que tomare otra cerveza -dijo Lou.

– Una cerveza -pidio Jack a la camarera-, y la cuenta.

– ?Que tal os ha ido hoy? -les pregunto Lou.

– Bueno, estamos aqui -respondio Jack-, y ese era nuestro principal objetivo. Laurie y los demas fueron a tramitar los visados mientras yo compraba los billetes. -Se dio un par de palmadas en el estomago-. Tambien llevo unos cuantos francos en un cinturon antirrobo. Me dijeron que la moneda mas fuerte en esa region de Africa es el franco frances.

– ?Que hareis al llegar? -pregunto Lou.

Jack senalo a Esteban.

– Nuestro companero de viaje nativo se ha hecho cargo de todo. Su primo ira a buscarnos al aeropuerto y la esposa de este tiene un hotel.

– Asi que estareis muy bien -dijo Lou-. ?Y cual es el plan una vez alli?

– El primo de Esteban nos ha conseguido una furgoneta de alquiler -respondio Jack-. Con ella iremos a Cogo.

– ?Y os presentareis asi, como si tal cosa?

– Esa es la idea -respondio Jack.

– Pues que tengais suerte -dijo Lou.

– Gracias. Es muy probable que la necesitemos.

Media hora despues, todos, salvo Lou, subieron con alegria al 747.

Buscaron sus asientos y guardaron el equipaje de mano.

En cuanto se sentaron, el avion comenzo a moverse sobre la pista. Mas tarde, cuando los motores comenzaron a rugir y el avion se preparaba para el despegue, Jack cogio la mano de Laurie y la apreto con fuerza.

– ?Te encuentras bien? -pregunto ella.

– Jack asintio.

– No me gustan los viajes en avion -dijo Jack.

Laurie comprendio.

– ?Ya estamos en camino! -exclamo Warren con alegria-.

?Alla vamos, Africa!

CAPITULO 19

8 de marzo de 1997 – 2.00 horas.

Cogo, Guinea Ecuatorial

– ?Duermes? -pregunto Candace en un susurro.

– ?Bromeas? dijo Melanie-. ?Como quieres que duerma sobre una roca, abrigada por unas cuantas ramas?

– Yo tampoco puedo dormir. Sobre todo con tantos ronquidos. ?Y que me dices de Kevin?

– Estoy despierto -respondio el.

Estaban en el interior de una pequena camara situada en el fondo de la cueva principal. Reinaba una oscuridad casi absoluta. La unica luz procedia de la luna que brillaba en el exterior.

Los animales les habian asignado esa zona poco despues de su llegada alli. Tenia unos tres metros de ancho y un techo en declive que en la parte mas alta mediria un metro setenta y cinco, como Kevin. En el fondo de la cueva no habia un muro de roca; sencillamente las paredes de piedra se estrechaban formando un tunel. Unas horas antes, Kevin habia explorado el tunel a la luz de la linterna, con la esperanza de encontrar otra salida al exterior, pero el tunel terminaba abruptamente a unos diez metros de alli.

A pesar de la fria recepcion de las hembras, los bonobos los habian tratado bien. Al parecer, estaban fascinados con los humanos y se proponian mantenerlos con vida. Les habian ofrecido agua cenagosa en calabazas y una variedad de alimentos. Por desgracia, la comida se componia de larvas, gusanos y demas insectos, acompanada de alguna hierba del lago de los Hipopotamos.

Durante la tarde, los animales habian hecho fuego en la entrada de la cueva. Kevin estaba muy interesado en ver como lo prendian, pero se encontraba demasiado lejos para observar el metodo. El grupo de bonobos habia formado un estrecho circulo, y media hora despues el fuego estaba encendido.

– Bueno, esto aclara el misterio del humo -habia dicho Kevin.

Los animales habian empalado a los monos colobos y los habian cocinado al fuego. A continuacion, los habian partido en trozos y repartido con gran algarabia. A juzgar por sus gritos y chillidos, la carne de mono era un autentico manjar para los bonobos.

El ejemplar numero uno habia puesto varios trozos de carne en una hoja grande para ofrecerselos a los humanos.

Pero solo Kevin se habia atrevido a probar. Luego habia comentado a las mujeres que la carne de mono tenia

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