Nueva York

Hacia semanas que Raymond no se sentia tan bien. Todo habia ido viento en popa desde que se habia levantado de la cama. Poco despues de las nueve, habia telefoneado al doctor Waller Anderson, que no solo estaba dispuesto a unirse al grupo, sino que ya tenia dos clientes preparados para pagar sus primas de ingreso y viajar a las Bahamas para las extracciones de medula osea.

Luego, a mediodia, Raymond habia recibido una llamada de la doctora Alice Nonvood, que tenia su consulta en Rodeo Drive, Beverly Hills. La mujer le habia informado de que conocia a tres medicos que estaban ansiosos por sumarse al proyecto. Estos profesionales tenian grandes consultorios privados en Century City, Brentwood y Bel-Air. La doctora estaba convencida de que muy pronto enrolarian a una avalancha de clientes, pues en la costa Oeste habia un extraordinario mercado potencial para los servicios que ofrecia Raymond.

Pero la mayor satisfaccion de Raymond ese dia era que no habia tenido noticias de Vinnie Dominick ni del doctor Daniel Levitz. Y el interpretaba el silencio como una senal de que el caso Franconi por fin estaba resuelto.

A las tres y media, sono el timbre del portero automatico.

Darlene atendio y anuncio a Raymond con voz llorosa que el coche lo esperaba.

Raymond abrazo a su amante y le dio una palmadita en la espalda.

– Es probable que la proxima vez puedas venir conmigo -dijo para consolarla.

– ?De veras? -pregunto ella.

– No puedo garantizartelo, pero hare todo lo posible.

Lo cierto era que Raymond no tenia control alguno sobre los vuelos de GenSys, y Darlene solo habia podido ir a Cogo en una ocasion. En los demas viajes, el avion habia estado lleno. El procedimiento habitual era volar desde Estados Unidos a Europa y, desde alli, a Bata. En el viaje de regreso se seguia el mismo itinerario, aunque hacian escala en una ciudad europea distinta.

Tras prometer a Darlene que la llamaria en cuanto llegara a Cogo, Raymond bajo su maleta. Subio en el coche que lo esperaba y se arrellano en el asiento con satisfaccion.

– ?Quiere que ponga la radio, senor? -pregunto el chofer.

– Claro; por que no -respondio Raymond, que ya se sentia mas animado.

El trayecto por la ciudad fue la parte mas complicada del viaje. Cuando entraron en la autopista del oeste, avanzaron a buen ritmo. Habia mucho transito, pero se movia en fluidez, pues aun no habia empezado la hora punta. Lo mismo sucedio en el puente de George Washington. En menos de una hora, Raymond se apeo en el aeropuerto de Teterboro.

El avion de GenSys todavia no habia llegado, pero eso no preocupo a Raymond, que se sento en un lugar de la cafeteria desde donde podia ver las pistas y pidio un whisky. En el preciso momento en que le servian su copa, el jet de GenSys descendio de entre las nubes y aterrizo. Se detuvo justamente frente a Raymond.

Era un precioso avion pintado de blanco, con una raya roja en un lado. Sus unicas senales distintivas eran la sigla de identificacion, N69SU, y una pequena bandera estadounidense. Ambas estaban en la cola.

En la parte delantera se abrio lentamente una puerta y la escalera descendio hacia la pista. Un auxiliar de vuelo, impecablemente vestido con un uniforme azul marino, descendio por la escalera y entro en la terminal del aeropuerto. Se llamaba Roger Perry, y Raymond lo recordaba bien. Junto con otro auxiliar, de nombre Jasper Devereau, habia volado con el en todos los viajes anteriores.

Una vez dentro del edificio, Roger paseo la vista por el vestibulo. Cuando localizo a Raymond, fue a su encuentro y lo saludo.

– ?Este es todo su equipaje? -pregunto mientras cogia la maleta de Raymond.

– Asi es -respondio el. ?Nos vamos ya, o el avion tiene que repostar?

– Ya estamos preparados, senor.

Raymond se levanto y siguio al auxiliar al exterior. Era una tarde gris y fria de marzo. Mientras se aproximaba al avion, Raymond deseo que la gente lo mirara. En momentos como aquel, sentia que habia tenido suerte de que le retiraran la licencia medica.

– Digame, Roger -dijo Raymond poco antes de llegar a la escalinata del avion-. ?El avion va completo hasta Europa?

En los viajes anteriores, Raymond habia viajado con varios ejecutivos de GenSys.

– Solo hay otro pasajero -respondio Roger. Al pie de la escalera se hizo a un lado para que Raymond lo precediera.

Raymond sonrio. Con un unico pasajero mas y dos auxiliares de vuelo, el viaje seria aun mas agradable de lo que habia previsto. Los problemas de los dias anteriores le parecieron un precio pequeno por semejante lujo.

Una vez dentro del avion, lo recibio Jasper, que cogio su abrigo y su americana y pregunto si le apetecia una copa antes de despegar.

– Esperare -respondio Raymond con cortesia.

Jasper aparto la cortina que separaba la cocina de la cabina de pasajeros. Henchido de orgullo, entro en la parte principal del avion, preguntandose cual de los mullidos asientos de piel escogeria. Entonces vio al otro pasajero y se quedo paralizado, al tiempo que sentia un nudo en el estomago.

– Hola, doctor Lyons. Bienvenido a bordo.

– ?Taylor Cabot! -exclamo Raymond-. No esperaba encontrarlo aqui.

– Lo entiendo -dijo Taylor-. A decir verdad, yo tampoco esperaba encontrarme aqui. -Sonrio y senalo el asiento contiguo.

Raymond se sento de inmediato, mientras se maldecia interiormente por no haber aceptado la copa que le habia ofrecido Jasper. De repente, tenia la garganta completamente seca.

– Me informaron del plan de vuelo del avion -explico Taylor-, y puesto que tengo un hueco en mi agenda, pense que podria aprovecharlo para controlar personalmente la operacion de Cogo. Fue una decision de ultimo momento. Naturalmente, antes nos detendremos en Zurich, donde tengo prevista una breve reunion con unos banqueros. Espero que no tenga inconveniente.

Raymond nego con la cabeza.

– No, claro que no -balbuceo.

– ?Y que tal va el proyecto de los bonobos?

– Muy bien. Esperamos varios clientes nuevos. De hecho, tenemos dificultades para satisfacer la demanda.

– ?Y que me dice de ese desgraciado asunto de Carlo Franconi? -pregunto Taylor-. Espero que el problema este solucionado.

– Si, desde luego -balbuceo Raymond, intentando sonreir.

– En parte, el motivo de mi viaje es asegurarme de que vale la pena financiar el proyecto -continuo Taylor-. El jefe del departamento de contabilidad dice que estamos obteniendo algun beneficio, pero el jefe de operaciones tiene reservas sobre los riesgos que el proyecto podria suponer para el plan original de experimentacion con primates. De modo que tendre que tomar una decision. Espero que usted este dispuesto a ayudarme.

– Desde luego -dijo Raymond mientras oia el zumbido caracteristico del avion antes de despegar.

En la cafeteria de la terminal de salidas del aeropuerto JFK parecia que se estaba celebrando una fiesta. Hasta Lou se encontraba alli, bebiendo cerveza y comiendo cacahuetes. Estaba de excelente humor, como si el tambien fuera a viajar.

Jack, Laurie, Warren, Natalie y Esteban estaban sentados con Lou alrededor de una mesa redonda, en un rincon de la cafeteria. Sobre sus cabezas, un televisor emitia un partido de hockey. La potente voz del comentarista y los vitores de los aficionados anadian animacion a la algarabia general.

– Ha sido un dia estupendo -dijo Lou a Laurie-. Cogimos a Vido Delbario y esta cantando como un pajarito para salvar el culo. Creo que vamos a desarticular la banda de Vaccaro.

– ?Y que hay de Angelo Facciolo y Franco Ponti? -pregunto ella.

– Esa es otra historia -dijo Lou con una risita-. Por una vez el juez se ha puesto de nuestro lado y fijo una fianza de dos millones por cabeza. Todo gracias al cargo por suplantacion de identidad policial.

– ?Y la funeraria Spoletto? -pregunto Laurie.

– Sera una mina de oro -repuso Lou-. El propietario es el hermano de la mujer de Vinnie Dominick. Lo recuerdas, verdad, Laurie?

Laurie asintio.

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